En 1732, el mismo Luis XV, ya adulto, asistió a las pruebas de una imprimerie ambulante, que había sido presentada con anterioridad a los miembros de la Academia de las Ciencias. Se trataba de una máquina de alrededor de dos pies cuadrados (65 cm²) con la que el inventor, el ingeniero francés Monsieur M***, había prometido imprimir en ocho días un buen número de ejemplares de un grueso in folio. El inventor fue gratificado con una importante suma de dinero e intimado a no develar jamás a nadie el secreto, salvo preciso pedido y autorización del rey. (29)
Por lo que respecta a la imprenta no profesional de los aristócratas –no así la de los reyes–, aunque no disponemos de descripciones precisas de los modelos que fueron usados en ese período, podemos sospechar, sin embargo, que se trataba o de versiones en miniatura de las prensas comunes de madera (como la expuesta en Lyon), (30) o bien de pequeñísimas prensas de palanca como lo fue, de seguro, la imprenta manual, adquirida por Vittorio Alfieri en 1786, capaz de imprimir pequeñas páginas que contuvieran “no más de 14 renglones”. (31)
El interés muy difundido de imprimir en la propia casa terminó por interesar también a las mujeres, como lo atestigua el anuncio en la Reading Mercury and Oxford Gazette del 30 de octubre de 1769, que ofrecía una Portable printing press dirigida a los “Nobles, caballeros y damas interesados en la impresión” (Moran, 1978: 230). Aún más singular resulta el anuncio parisino de 1770 de Charles-Raymond Granchez, Marchand Bijoutier, con nuevos artículos entre los cuales encontramos, entre las “ligas… para hombres y para mujeres” y las “tabaqueras de cuero marrón de Edimburgo”, la oferta de “pequeñas imprentas portátiles”. (32)
Presse de cabinet, siglo XVIII, Lyon, Museo de la Imprenta y de la Comunicación Gráfica. Dibujo de Rosabianca Cinquetti.
Pequeña imprenta manual de finales del siglo XVIII (año desconocido), abierta y cerrada
Además de ser entretenimiento de la nobleza, las pequeñas imprentas portátiles tuvieron en Europa una difusión relevante entre la burguesía culta. Literatos, estudiosos, hombres de la cultura que querían expresar sus propias opiniones o dar informaciones en completa libertad recurrieron a imprimeries furtives, ocultas a veces en sus habitaciones. Por otra parte, rápidamente se intuyó la indudable utilidad que podrían tener las pequeñas prensas portátiles para un uso “itinerante”, en especial en el ámbito militar. Como ya ha sido explicado, esto se confirma en el tomo 16 del Dizionario delle arti e de’ mestieri (1774: 59-61), en el que se describe una prensa portátil y, de manera errónea, se dice que fue ideada por Louis Jaucourt, (33) y se precisan también las posibles utilizaciones:
Esta prensa […] es muy sencilla […]. Prueba de esto son las experiencias que fueron realizadas con ella y parece que deberían ser útiles a los ministros de las Coronas y a los generales de la Armada cuando se encuentran en campaña militar; les agilizaría una correcta distribución de las órdenes que deben ser impartidas en lugares muy diferentes y al mismo tiempo.
Este tipo particular de prensa estaba compuesto por dos robustas tablas de madera grandes como una hoja de papel, unidas con un cierre (“a manera de tabaquera”) y una empuñadura (“mango”). El molde para imprimir, cerrado y entintado, era colocado sobre la tabla inferior; la otra tabla, recubierta por un paño, estaba destinada al papel y al marginador tipográfico. El mango servía para apretar e imprimir. Como veremos, esta técnica constructiva, cuya obvia limitación era la dimensión de los impresos que se podían obtener y la distribución irregular de la presión, fue usada con perfeccionamientos sucesivos aún durante un siglo.
EVERY MAN HIS OWN PRINTER, O BIEN TODOS TIPÓGRAFOS
En Inglaterra, a mediados del siglo XIX, la prosperidad económica, el avance –no solo social, sino también político– de la burguesía y la afirmación de sus modelos de vida no dejaron de tener consecuencias en los aspectos aquí considerados. En aquel período explotó el interés por las pequeñas máquinas para imprimir que definiremos como de uso doméstico. En las publicidades de los fabricantes comenzaron a aparecer imágenes cautivantes del sexo femenino o de jovencitos que en salones burgueses se ejercitaban en la composición tipográfica y en la impresión, junto con explícitas aclaraciones identificatorias: “Printing at home”, “The people’s printing press”, “Every man his own printer” (‘Imprimir en casa’, ‘La imprenta de la gente’, ‘Cada hombre es su propio impresor’), entre otras.
David Garden Berri, People’s printing press, portadilla de The Art of Printing, Londres, edición a cargo del autor, 1864.
Impresión en el salón, portadilla de Printing at Home, Rochford, Jabez Francis, s/f (ca. 1870).
Inglaterra, país industrialmente avanzado, poseía una indiscutida supremacía en la innovación tecnológica del campo tipográfico: de hecho, las primeras y más difundidas prensas de hierro fueron producidas allí. Para realizar o difundir sus propias invenciones, inventores y mecánicos de otras nacionalidades se habían desplazado desde los Estados Unidos a Londres, por ejemplo Clymer –inventor de la Columbian Press– o, desde los países alemanes, Senefelder –inventor de la litografía– y Koenig y Bauer, constructores de las primeras prensas mecánicas, la más grande innovación de la tecnología tipográfica desde los tiempos de Gutenberg.
No sorprende, pues, que en Inglaterra –donde, por otra parte, la libertad de prensa y la ausencia de movimientos revolucionarios permitían el comercio legal de pequeñas imprentas tipográficas fácilmente transportables sin la preocupación de que difundieran publicaciones clandestinas– existiera interés en iniciativas para construir máquinas poco costosas, capaces de producir impresiones de pequeño formato e importancia.
Esas pequeñas prensas habrían sido adaptadas no solo para una amplia cantidad de usuarios profesionales o para las private presses de los caballeros, sino incluso para un público más amplio que imprimiera por diversión o por otra de las tantas motivaciones que podían llevar a los particulares a tal elección.
A los modelos en miniatura de las prensas de hierro Stanhope y Albion, (34) aún demasiado costosos, se agregaron otras soluciones para la impresión no profesional. Se trataba de perfeccionamientos de las imprentas a fuelle, es decir con los dos planos unidos por el cierre, a los cuales se agregaron el marginador y el tímpano. Sin embargo, debido a lo elemental de su construcción, dichas prensas presentaban problemas de uniformidad de presión, pues esta era más fuerte cerca del cierre, por lo que se hacía necesario usar solo pequeños formatos. En 1839 Edward Cowper, para su prensa Parlour, encontró una solución sin consecuencias para los aspectos considerados en nuestro capítulo. En efecto, en ese período aumentó de forma notable el interés por las pequeñas máquinas de imprenta que definiremos de uso doméstico. (35)
Durante el siglo XIX también en los demás países europeos fueron producidos, aunque en menor medida, varios modelos de pequeñas máquinas tipográficas para uso de aficionados –no faltaron aquellos ideados como juguetes para niños– (36) que, de manera implícita, podían transformarse en instrumentos capaces de ser ocultados fácilmente. Como es sabido, rigurosas normas habían regulado siempre y en todas partes incluso la simple posesión de instrumentos de imprenta. Los vientos de libertad traídos por la Revolución francesa se agotaron rápidamente y tales normas fueron confirmadas y precisadas