Pero existe un segundo principio que se cruza con el precedente, y este es la rápida disponibilidad de la imprenta. La otra gran exigencia a la cual ha respondido históricamente la “imprenta móvil” ha sido el no tener que esperar los tiempos de una organización compleja o lejana o sometida a una autoridad de control. Desde esta óptica de “autoproducción” (10) no resulta inútil recordar las vicisitudes de las llamadas imprentas “poligráficas” que han desarrollado de diversas maneras el principio de la litografía, vale decir del tratamiento químico de una superficie plana que, de esta manera, se transforma en apta para la impresión. Tal modalidad de reproducción, que usa diversos soportes, encontraba su propia aplicación en una serie de situaciones límite, desde el frente de guerra hasta los campos de reclusión, pero era considerada –aún en situaciones más comunes– como un modo posible y razonable para reproducir textos en un número limitado de copias y sin particulares exigencias de calidad. Recuerdo haber leído en la vieja Enciclopedia dei ragazzi de la editorial Mondadori, en la sección “Il libro dei passatempi. Giuochi semplici e svaghi per bimbi di tutte le età” (‘El libro de los pasatiempos. Juegos simples y diversiones para niños de todas las edades’), el fascinante capítulo “Cómo se prepara un polígrafo”, dedicado a explicar cómo se imprime desde una superficie en gelatina usando tinta de anilina. (11) Sin embargo, es necesario observar que la experiencia del rápido acceso a la impresión (que será diferente de la de agilización de los procesos productivos, que encontró su solución en la linotipia y en la rotativa) posee como característica principal la superación del carácter tipográfico (o bien del tipo) en metal, convertido en un elemento de reducción de la velocidad y de sobrecarga de los procesos. (12) Era esta la razón del éxito del mimeógrafo (“mimeografiado hecho aquí”, la fórmula mágica de la libertad) que garantizaba la autonomía del producto, en detrimento, eso sí, de la calidad, pero conservando a su favor el costo limitado y la sencillez de la realización, gracias a una matriz golpeada solo a máquina (en posición “neutra”, cuando el martillito con el carácter correspondiente golpeaba sobre el carril sin la intromisión de la cinta entintada). Y me gustaría entrevistar a algún militante del 68 italiano aún lúcido para saber si alguna vez montó un mimeógrafo sobre un furgoncito, para seguir “en directo” huelgas o manifestaciones. Por mi parte, en cambio, en la segunda mitad de 1980, junto con algunos amigos, proyecté introducir clandestinamente en la Checoslovaquia comunista una máquina fotocopiadora desmontada, que permitiese a la Iglesia católica clandestina una mínima actividad editorial independiente: desistí solo porque el mantenimiento de la fotocopiadora era complicado y requería mucha frecuencia. ¡Era más simple fotocopiar y encuadernar el material en Italia y luego encontrar el modo de hacerlo llegar a destino!
Ahora –y concluyo–, si se concentra la atención en los dos principios señalados como característicos de este tipo de prensa “móvil”, vale decir su miniaturización y la inmediatez de su uso, es fácil intuir cómo según el enfoque aquí elegido, la perspectiva presentada en las agudas páginas de este libro no es otra cosa que la prehistoria de nuestras modernas impresoras láser. En efecto, estas responden, por medio de la impresión digital, a las exigencias nacidas y atestiguadas por las pequeñas prensas transportables de todos los géneros, revolucionando el concepto mismo de producto de imprenta (aquí se encuentra solo una analogía de la imprenta en sentido propio). Quizás sea tarea de la próxima generación superar también esta fase híbrida, llegando al uso de la escritura y de la lectura siempre y solo sobre varios tipos de pantalla, pero sin papel y sin impresión. Por cierto, en este caso, el sueño del libro autoproducido (con todas sus implicancias) se transformará en algo cada vez más cercano a todos. (13)
Zuberec (Montes Tatras), 22 de julio de 2016,
fiesta de Santa María Magdalena
1. Dada la cercanía semántica de las palabras italianas torchio y stampa, se ha tomado la decisión de traducirlas al español como prensa e imprenta, respectivamente. Asimismo, la palabra tipografía con valor de imprenta ha sido traducida con este último término. [N. de la T.]
2. Una vasta selección de ilustraciones ha sido propuesta en el reciente libro de Ugo Rozzo (2016; en la página 18, un tipógrafo con una prensa desmontada cargada sobre un carro).
3. Véase la excelente contribución de Petrella (2011).
4. Véase la introducción al presente volumen.
5. Baste aquí reenviar respectivamente a Ledda (2012) y a Sandal (2007).
6. Véase la tesis de licenciatura de Camorani (2011-2012).
7. Baste visitar la Feria del Libro para niños de Bolonia para tomar dimensión del fenómeno.
8. Véanse las actas del congreso Subiaco 1465: nascita di un progetto editoriale?, compiladas por Concetta Bianca, en prensa.
9. Véanse los dos ejemplares puestos en venta en el mercado de usados en las páginas <www.la-malle-aux-jouets-vide-greniers> y <www.loulouetgaga.canalblog.com/archives /2015/09/23/32663045.html>, donde también se encuentran disponibles reproducciones fotográficas [consulta: 07/2016].
10. Y en seguida nos viene a la memoria un bellísimo volumen como lo es el de Bandinelli, Iacobelli y Lussu (1990).
11. Enciclopedia dei ragazzi (1950: 3135).
12. Otra historia es la de las soluciones inventadas para imprimir lenguas para las cuales no se poseían los caracteres necesarios: véase el bellísimo catálogo del Gutenberg Museum de Maguncia: Sprachen des Nahen Ostens und die Druckrevolution. Eine interkulturelle Begegnung (2002).
13. Un último agradecimiento a los primeros lectores: Francesca Turrisi, Luca Rivali, Natale Vacalebre y Alessandro Tedesco.
INTRODUCCIÓN (14)
Según un ensayo publicado hace poco, en gran medida novedoso para Italia y del que partimos para realizar este trabajo (Tavoni, 2013), parecían esporádicas las ocasiones para imprimir in itinere y/o de manera itinerante. En cambio, la larga e intensa investigación