El futuro después del covid-19. Argentina Futura. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Argentina Futura
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789878010243
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obligatoria. Allí el presidente argentino explicó que prioriza la vida, en términos de salud, a la economía. Acto seguido, los neoliberales, gustosamente subidos al clamor del Estado “fuerte”, responden con una pregunta supuestamente –o, más bien, tramposamente- “materialista”: ¿no es la vida, acaso, también economía? ¿No es un error “idealista” del presidente priorizar la salud en detrimento de esta indispensable materialidad económica, cuando la vida depende igualmente de ambas? Lo que interesa en este ejemplo es el modo en que entra en juego la materialidad en el lenguaje, determinando la materialidad misma de la disputa. En la retórica de Fernández, priorizar la salud (“la vida”) implica defender el gasto público para afrontar circunstancias excepcionales, y “que los empresarios ganen menos” (en sus palabras). Para los neoliberales, que acuden siempre a las arcas del Estado, y lo hacen tanto más violentamente en tiempos de crisis, se trata, en cambio, de enseñar qué es la economía, definiéndola como producción de la materialidad misma de la vida (incluida la salud), movida irremediablemente por la valorización de capital.

      En tiempos de crisis los neoliberales aceptan la idea de un “Estado fuerte”, imponiéndole, sin embargo, una tarea y un límite. La tarea: salvar bancos y empresas, ya que no conciben la reproducción social por fuera de la reproducción de las categorías del capital. El límite: el gasto público dedicado en el pico agudo de la crisis a garantizar momentáneamente la reproducción social por fuera de la lógica de producción de valor no debe perturbar el reencarrilamiento de la dinámica social hacia la acumulación de capital. En definitiva, la fuerza del Estado fuerte es, para los neoliberales, un asegurador ante el serio peligro de desfundamentar la comprensión capitalista de la vida, de la cual el lenguaje de Fernández -que opone salud a economía- no se desembaraza.

      Es esta la tensión (apenas tolerable) entre las palabras y las cosas, y entre estas cosas y el dinero, la que llama a recrear el punto de vista materialista de la crisis para atravesar la crisis. ¿Es sostenible, acaso, semejante oposición entre salud y economía? Alcanza con abandonar el diccionario neoliberal de las palabras en español para advertir que la propia dinámica de la crisis empuja, como indica Butler, a comprender “salud” y “economía” de un modo nuevo, en la que ya no es posible oponerlas. No se trata de conciliar lo que los neoliberales llaman salud y economía, sino de llegar a captar el sentido que estos términos tienen en las luchas que entretejen la crisis. La recomposición del vocabulario es una premisa fundamental para volver inteligible un principio nuevo de recomposición de las palabras y de las cosas, y entre las cosas y el dinero. En la medida en que toda forma de vida es un modo de producción, reconstruir el andamiaje público de servicios indispensables para crear vida humana bien puede ofrecer las trazas de una economía no neoliberal. Esto implica identificar la fuerza no meramente en el Estado sino en las fuerzas materiales del cuidado, desde la salud a la educación, hasta el conjunto de redes que permiten crear forma de vida, además de nuevos continuos entre vida humana y no humana.

      Por otro lado, está el problema de cómo el lenguaje opera sobre el tiempo. El clamor en favor del “Estado fuerte” ¿Será interpretado de modo restringido a un conjunto de medidas de excepción, destinadas sólo a atravesar la crisis? O, por el contrario ¿se reconoce la existencia de un nuevo tiempo que reclama el diseño de instituciones de gobierno para una nueva época? Si contra el llamado “realismo capitalista”, que no imagina mundo más allá del capital, se ensayara una inspiración no neoliberal, ni apocalíptica, del tiempo de las luchas, tendríamos que responder a la pregunta: ¿cuáles serían, en este caso, las categorías con las que pensar estos nuevos diseños?.

      Además de recomponer una idea no capitalista de la economía, sostenida sobre la producción de servicios que crean forma de vida, la discusión filosófica en curso permite incluir en estos diseños dos distinciones igualmente claves: la del continuo entre vida humana y no humana, que no puede prescindir del cuestionamiento de la actual interfaz capitalista con la vida animal (de la que habla de modo preciso el colectivo Chuang); y la distinción entre control (el paradigma biopolítico reforzado en la utopía occidental de un modelo “oriental” -en los términos de Byung-Chul Han-) y los cuidados públicos, base comunitaria sobre los cuales pueden pensarse de aquí en más las relaciones de gobierno.

      Si algo define la aparente calma del momento es la espera a la activación de nuevas fuerzas. El fin del mundo que hemos conocido y, en general, el deseo de aniquilar las estructuras sobre las que hasta aquí se apoyó la normalidad, llevarían a pensar esas nuevas fuerzas más allá de la idea-Estado hasta aquí conocida, para experimentar con nuevas instituciones comunes, a partir de un reverdecer de la crítica de la economía política tal como la vienen practicando diversos movimientos sociales en lucha. El Estado fuerte activa mecanismos de salvación excepcionales que bien se podrían convalidar como regularidades habituales para el tiempo que viene. Pasando del aislamiento impuesto por el aparato de coerción, al mismo aislamiento, pero regulado por la reflexión comunitaria de los cuidados; del gobierno del miedo a la contemplación de los lenguajes con los que pensar lo que viene; una reflexión que bien puede estar extendiéndose de una imagen restringida a una ampliada de los cuidados públicos (abarcando las formas de producción, circulación y consumos).

      Las fuerzas que esperamos, si no quedan secuestradas en el mito de un Estado salvador del capital, remiten, en términos políticos, a un reencuentro con los fundamentos del poder colectivo y los mecanismos de creación de igualdad que en nuestra historia corresponden con el lenguaje de la revolución. Marx escribió que la revolución opone cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad a los modos de propiedad que en determinada fase lo bloquean. Las revoluciones, sobre todo, son momentos de conmoción general, en las que se agitan las condiciones económicas de la producción. Pero también son tiempos en los que se derriban las formas jurídicas, políticas y religiosas, artísticas o filosóficas con que las personas nos explicamos los conflictos. Se trata de un pensamiento muy riguroso, que combina la dimensión objetiva de la crisis con los modos subjetivos de procesarla. Más aún, la crítica de la economía política tiende a cancelar, como lo vio con toda claridad Georg Lukács, la distinción entre lo objetivo y lo subjetivo, reintroduciendo la subjetividad común como nueva fuerza reorganizadora del conjunto. Marx creía que la humanidad jamás se planteaba enigmas que no pudiera resolver. Quizás sean estas preguntas que nos hacemos el preciso valor de este momento.

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      Diego Sztulwark (Buenos Aires en 1971). Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política. Fue miembro del Colectivo Situaciones de 2000 a 2009 y de Tinta Limón Ediciones. Coeditó la obra de León Rozitchner para la Biblioteca Nacional y es coautor de varios libros, entre ellos Buda y Descartes, La tentación racional (Cactus, 2016), junto con Ariel Sicorski, Vida de Perro y Balance político de un país intenso del 55 a Macri (siglo veintiuno, 2018), basado en sus conversaciones con el periodista Horacio Verbitsky.

      El coronavirus, Argentina y la compresión del tiempo

      Por Vicente Palermo

      He sido invitado a reflexionar sobre una cuestión que, a primera vista, parece de abordaje imposible: la Argentina a la salida de la pandemia. Agradezco profundamente la gentileza, así como la oportunidad de tomar parte en diálogos difíciles y necesarios.

      Creo que hay tres enfoques politológicos relevantes – porque es en ese plano, el propiamente político, que mantendré mi análisis – para pensar la cuestión. Desde luego no son los únicos posibles, pero son los que hoy por hoy encuentro más útiles.

      El primero se relaciona con la presentación real del fenómeno en nuestras vidas: en este caso, la pandemia. Me refiero, por supuesto, a su inmenso poder destructivo, tanto el ya manifestado como el potencial –morbilidad y deterioro económico-, y todos los efectos sociales consecuentes. Aunque no estamos en condiciones, a la fecha (primeros días de abril de 2020), de precisar el daño, sabemos que está siendo y será grande. Esto me permite evocar análisis clásicos sobre la decadencia de las naciones y las condiciones de superación de la misma.

      La Argentina es una nación en declinación desde hace, al menos, 45 años. Ha retrocedido