El futuro después del covid-19. Argentina Futura. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Argentina Futura
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789878010243
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quizás también la más polémica fue la de Giorgio Agamben, para quien la reacción de los Estados contra la pandemia ejemplifica de manera lineal su lección sobre la figura del Estado de excepción como clave de comprensión de los dispositivos de control. A la respuesta escéptica del pensador Jean-Luc Nancy, llamando a tomar en serio la gravedad de la pandemia, siguió la defensa del profesor Roberto Espósito, para quién la filosofía debe advertir sobre el paradigma biopolítico de poder que domina la acción de los estados. El interés académico del diagnóstico se agota en el pesimismo ontológico de los autores. Otro contrapunto resonante fue el de Byung Chul-Han contra Slavoj Zizek. Si el último ve en el colapso sistémico en curso la oportunidad de un nuevo comunismo; el primero, en cambio, lee un capitalismo reforzado por las tecnologías y formas disciplinarias puestas en juego en países del oriente del planeta. En ambos casos lo que falta es la identificación de sujetos de transformación. Tampoco Alain Badiou encuentra novedades subjetivas en la situación. Para él asistimos a la mera repetición agravada del mismo fenómeno (la propagación de epidemias y catástrofes), y el coronavirus se deja explicar con los saberes ya disponibles. Sólo Judith Butler se atrevió a insinuar una posibilidad diferente, en torno a la gestión desigualitaria del aparato sanitario norteamericano podría renacer un nuevo deseo de igualdad, comunicado quizás por el propio virus.

      También tomaron la palabra con notable repercusión una variedad de escritorxs cuya palabra descansa en enarbolar diversas estrategias de subjetivación ligadas a minorías activas, grupos autogestivos y militancias alternativas o movimientos sociales, que aportan descripciones sobre las mutaciones en el plano de la vida ligadas tanto a los afectos que moviliza o bloquea la crisis, como a la reconfiguración de los espacios, el papel de las redes, o las tácticas del pensamiento para encontrar sentido ante lo que se presenta como un nuevo apocalipsis desde una perspectiva emancipadora. Paul B. Preciado, Verónica Gago, Franco Berardi (Bifo), o Amador Fernández Savater, entre otrxs, han narrado en tiempo real la pandemia y en nombre de los diversos movimientos sociales llaman a colocar en el centro nuevas experiencias estéticas, terapéuticas o políticas fundadas en los cuidados, en la suspensión de la sujeción financiera (la deuda), o la huelga de alquileres, la reapropiación de artefactos tecnológicos y de redes sociales y en el acceso común a bienes y disfrutes. Intentan, también, anticipar y desarmar las jugadas con las que podría responder el aparato de control. Su especificidad es la de dar cuenta del desafío de sostener politizaciones ligadas a micropolíticas de la existencia estimuladas y a la vez amenazadas por las condiciones precarias de vida y, ahora, por la formación de bloques de una unanimidad represiva. En esta serie de intervenciones destaca el colectivo Chuang, cuyo texto “Contagio social: guerra de clases microbiológica en China”, ofrece una lectura de las líneas de fuerza y fragilidad, así como de las zonas de emergencia desde las cuales investigar la posibilidad de rupturas y creación de alternativas políticas y subjetivas, a partir de una analítica aguda e informada de las condiciones actuales de producción.

      En el contexto sudamericano hubo, sobre todo, dos intervenciones que valen la pena comentar, por el modo específico en que enlazan la reflexión en torno a la pandemia con los procesos políticos o las coyunturas nacionales.

      Vladimir Safatle da cuenta de que, en Brasil, frente a una izquierda completamente neutralizada, sin estrategia ni disposición al combate, es la derecha la que enfrenta la pulsión demente del neofascismo liderado por Bolsonaro. Safatle afirma que Bolsonaro es capaz de esconder los cuerpos de los muertos por el Coronavirus, encarnando y radicalizando -junto al bloque económico que lo apoya- el inconsciente esclavista del Estado brasileño. El descuido sanitario de la población y la precarización económica de los trabajadores consuma el rasgo suicida que, según Safatle, es la gran novedad del Estado brasileño en su fase actual. El neofascismo no busca gobernar la crisis sino movilizar al país según una racionalidad que proviene de sus estructuras necropolíticas, que considera sujetos a cuya muerte no iría ya ligado el luto ni el dolor. ¿Pesimismo ontológico u oportunidad urgida de pensarlo todo de nuevo?.

      Por su lado el ensayista y profesor argentino Horacio González, retoma y analiza detenidamente el debate filosófico en boga para referirse los modos en que los distintos discursos públicos abordan la crisis trazando transversales que permitan crear un espacio de vacilaciones productivas introducidas por la novedad de las circunstancias -no necesariamente “acontecimientos” a la Badiou- y, al mismo tiempo rescatar el filo crítico (esa función del pensar que Walter Benjamin identificaba con la advertencia de un “aviso de incendio”), amenazado, o directamente ahogado, cada vez que se moviliza la unanimidad salvífica de la población y su ciega identificación con el Estado. Aislado en su casa y desde el acuerdo con la decisión de la cuarentena preventiva, González se pregunta, sin embargo, por ciertas dimensiones de ensayo para leer la barbarie del control total que poseen estos experimentos sociales, abriendo el lugar para distinciones centrales (más próximas a las formuladas por Butler que por Agamben) entre los lazos colectivos -entendidos como cuidados públicos y sanitarios- y aquellos promovidos por la perspectiva securitista y policial, afines a cierta idea de una “guerra al virus”, expresión fomentada por el presidente francés. A esta distinción promisoria entre cuidados públicos y control, González añade la necesidad de distinguir qué máquinas productivas merecen ser reactivadas luego del impasse, si, como cree necesario, se trata de salir de él poniendo en juego nuevos sistemas de traducción o interfaz no capitalistas entre hombre y animal (retomando al colectivo Chuang). Lo cual implica, en el ritmo de su escritura, una tercera distinción -hecha en amable discusión con textos del psicoanalista Jorge Alemán- sobre el destino de la metafísica, que en Alemán resulta inseparable del gran movimiento hacia la muerte de la ciencia, la técnica y la economía capitalista y que en González, al contrario, merece ser rescatada de ese movimiento, para encontrar en ellas ese poder de sustracción del mundo de la física sin el cual el propio pensamiento queda, como diría Henri Bergson, cerrado sobre la faz práctica de la existencia, sin percibir el Todo Abierto de la vida.

      2. El Estado “Fuerte”

      La interrupción de los circuitos de movilidad de tantos millones de personas conlleva una aparente suspensión de la temporalidad. Un examen rápido de la situación, sin embargo, alcanza para comprobar que no estamos ante un mero paréntesis ni mucho menos ante una detención del tiempo: asistimos, en realidad, a un colapso de las estructuras que sostuvieron la “normalidad” previa. La magnitud de la destrucción, aún por determinar, impone nuevas relaciones entre las palabras y las cosas, y entre las cosas y el dinero. El nuevo contexto ya no puede organizarse en torno a un llamado al orden, sencillamente porque las bases de aquel orden han sido seriamente perturbadas. Bajo el apacible paisaje de una ciudad ralentizada se presiente el movimiento hacia los extremos. Y es que tanto los partidarios de sostener a toda costa los esquemas neoliberales de reproducción social, como quienes advertimos su inviabilidad y deseamos su destrucción en beneficio de impostergables reformas radicales, precisamos dar forma a mecanismos de intervención contundentes sobre una temporalidad en descomposición, apenas contenida por la cuarentena.

      La cuarentena es, en este sentido, tiempo retenido o bien de elaboración pasiva, que evita un desenlace violento de las contradicciones presentes. Y, como tal, fue defendida recientemente por el presidente argentino Alberto Fernández bajo la fórmula: “es la hora del Estado”. Una vez más, y quizás esta vez más justificadamente que nunca, el Estado “fuerte” emerge como figura aclamada. Pero se trata de un clamor recorrido por una ambigüedad asfixiante: el Estado “fuerte” no será más que una congestión de demandas contradictorias (salvar bancos y empresas o ponerse al servicio de una economía de base comunitaria), sin ser tan fuerte como para soportar la sobrecarga de una tensión tan insoportable. Es preciso tomar nota de las violentas contradicciones que se incuban en esa consigna e intentar distinguir aquello que permite que por “Estado fuerte” entendamos una cosa (la salvación estatal de bancos y empresas, la extensión e intensificación de poder de control) o todo lo contrario a ella (un incremento de lo público capaz de hacer saltar la forma Estado tal y cómo la hemos conocido hasta el presente). Esta contradicción extrema se hace presente a cada paso, mientras la aclamada fortaleza del Estado está llamada a convertirse en fuerza de rescate de las dinámicas de la acumulación del capital, si es que no se asume desde el comienzo la necesidad de un nuevo lenguaje para asumir los criterios de su construcción.