Sobre el combate. Dave Grossman. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Dave Grossman
Издательство: Bookwire
Серия: General
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788415373858
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amarilla y roja (o, a veces, en una fase roja que se extiende hasta la esfera de la fase gris).

      Algo parecido ocurre con los jugadores de baloncesto profesionales. Recorren la cancha de arriba abajo funcionando en lo alto de la fase roja, a menudo llegando al límite hasta entrar en la zona gris, lo cual está bien para esa fase del juego. Sin embargo, si un jugador se detiene para realizar un tiro libre mientras su corazón bate en su pecho, «lanzará una pedrada», es decir, fallará. Normalmente, un jugador de baloncesto profesional se toma una pausa antes de realizar un tiro libre y de forma intuitiva sabe respirar profundo varias veces. Utiliza todo el tiempo del que dispone para conseguir bajar su frecuencia cardíaca. Rueda sus hombros musculosos lentamente, relaja conscientemente su cuerpo y evita mirar a la muchedumbre mientras se concentra en su tarea. De forma intencionada se arrastra a sí mismo para abajo hasta la fase amarilla, convirtiéndose en un «francotirador» para poder realizar el lanzamiento. Todos los jugadores de baloncesto entienden de forma intuitiva que, si quieren encestar el tiro libre, tienen que alternar entre las fases amarilla y roja.

      Para aquellos que no llegan hasta el límite mediante el ejercicio físico y el entrenamiento repetitivo la fase gris es, por lo general, una esfera en la que las habilidades motoras complejas se colapsan. Una de las cosas que parece que sucede es que se da paso a la simetría bilateral, lo que significa que probablemente lo que haces con una mano lo harás con la otra. Por ejemplo, sobresalta a un bebé y sus bracitos y piernas empiezan a sacudirse, en lo que se conoce como respuesta al sobresalto, siendo el movimiento de ambos lados del cuerpo idéntico. La simetría bilateral puede tener graves consecuencias para un agente de policía en una situación tensa en la que está apuntando a un sospechoso. Pongamos que el sospechoso intenta escapar y el agente de policía lo agarra con su mano libre. En realidad, esta no es una buena técnica táctica y es particularmente mala cuando la frecuencia cardíaca del agente de policía está acelerada por encima de las 145 ppm. Su pulso acelerado causa simetría bilateral con el resultado de que, mientras el agente de policía agarra un trozo de la camisa del sospechoso con una mano, experimenta una respuesta convulsiva de agarrotamiento en la mano que sostiene la pistola, lo cual causa una detonación no intencionada del arma. Esa es mi idea de un mal día para el agente de policía y un muy mal día para el sospechoso.

      La simetría bilateral también te puede ocurrir cuando te ves sobresaltado. Bruce Siddle, en un artículo titulado «El impacto del sistema nervioso simpático en las investigaciones con empleo de la fuerza», escribe:

      Verse sobresaltado cuando uno se encuentra física o mentalmente absorto dará como resultado cuatro acciones involuntarias que ocurren en 150 milisegundos. Primero, los ojos parpadean; segundo, la cabeza y el torso superior se mueven hacia delante; y, por último, las manos empiezan a cerrarse en puños. Si la persona se encuentra bajo un estrés extremo y la adrenalina ha sido introducida en el sistema, la respuesta de contracción de las manos resultante al sobresalto puede generar hasta 11 kilogramos de presión. Esta cantidad de fuerza es aproximadamente dos veces la que se requiere para descargar un revólver de doble acción.

      Ahora bien, hay muchas formas de prevenir esta respuesta convulsiva de agarrotamiento. Una de ellas, que consiste en mantener el dedo fuera del gatillo hasta que llegue el momento de destruir al objetivo, se ha convertido en la estándar para el adiestramiento militar y policial. Pero ni siquiera esta ofrece garantías, porque la respuesta del agarrotamiento puede ser tan intensa que el dedo se vuelva a introducir en el guardamonte causando una detonación no intencionada.

      Mi coautor recuerda una reyerta en la que participó cuando era policía militar (pm) en Saigón:

      Había seis soldados estadounidenses enfurecidos y cinco o seis pm, y estábamos en el fragor de la pelea por toda la acera hasta la misma calle y de nuevo en la acera. En un momento dado, uno de los soldados empezó a desarmar a uno de los pm, así que saqué mi calibre 45, la cargué con una bala de munición y se la pegué al hombre en la cara. Cuando obedeció mi orden de que se tumbara apoyado sobre el estómago, apunté mi calibre 45 hacia el aire y sin darme cuenta oprimí el gatillo, descargando una bala hacia el cielo. Todo el mundo se sobresaltó y dejó de pelear, así que pudimos ponerles las esposas a los sospechosos. Por cierto, recibí una mención del oficial de la pm por mi agilidad mental. Dado que nunca había recibido una mención hasta entonces, la acepté con elegancia y humildad y nunca mencioné que se trató de un error.

      Otra forma de prevención estándar consiste en empuñar el arma en posición de guardia baja con la boca de fuego hacia el suelo. En caso de que se diera una descarga no intencionada, con suerte el disparo impactaría en el suelo o por lo menos alcanzaría la parte baja de la persona que tuviera la desgracia de encontrarse delante del arma.

      Sin embargo, la mayor prevención estriba en no dejar que la frecuencia cardíaca ascienda demasiado. En el momento en que la frecuencia cardíaca se eleva por encima de la fase roja (por lo general, a partir de 145 ppm) vienen los problemas.

      La mayor parte de la gente experimenta ansiedad antes de realizar un examen importante. Existen dos componentes en la ansiedad del examen: el psicológico y el fisiológico. Este último se caracteriza por una frecuencia cardíaca acelerada y una pérdida del control de las habilidades motoras finas. Cuando enseñaba en West Point y en la universidad del estado de Arkansas comprobé que los jugadores de fútbol americano eran los que sufrían más la ansiedad del examen. Claro está que en la mayoría de las universidades los jugadores de fútbol tienen la desgraciada reputación de ser, en palabras de un colega profesor, «más tontos que un zapato», lo cual por lo general no es justo. La verdad es que por regla general no son menos listos que cualquier otro atleta, pero su deporte se puede poner en su contra.

      Con las excepciones del quarterback y el pateador, nadie en un equipo de fútbol americano requiere habilidades motoras finas. Los que bloquean y los que están en el backfield desde luego que no las necesitan, y la mayor parte del tiempo los que se encargan de recibir los pases (agarrando la pelota con ambas manos) sólo necesitan la simetría bilateral. Cuando un jugador de fútbol americano está en el juego, funcionando en lo que a menudo se denomina «momento dulce», su nivel de rendimiento, su fase roja (que puede ser exprimida muy arriba hasta la fase gris), se encuentra en algún punto entre 140 y 175 ppm.

      Un resultado desafortunado de ello es que, como en el terreno de juego ha rendido tan a menudo en su momento dulce, ahora en el aula su nivel de rendimiento en ppm puede desbordarse. Puede ser que haya estudiado toda la noche para un examen, que se sepa la materia y se muera de ganas por demostrarlo. Pero cuando se sienta a hacerlo, su corazón bate en su pecho como en el campo de juego. De pronto, no puede manipular los dedos para usar el bolígrafo, y cuanto más lo intenta más empeora su estado. Así que se queda en blanco. Ni siquiera puede contestar la primera pregunta y a partir de ahí todo va a peor. Cuando suspende el examen, todo el mundo está convencido de que es estúpido y, tristemente, a lo mejor él también lo cree. Pero no es estúpido; se trata simplemente de que su cuerpo trabaja en su contra.

      Durante mi estancia como profesor en la universidad del estado de Arkansas, la mayoría de los entrenadores enviaban a sus estudiantes a mi clase de Introducción a la psicología. No era porque yo fuera un profesor fácil sino más bien porque les enseñaba una formidable técnica de respiración, la misma que ofreceré más adelante. Vigilaba a los estudiantes cuando se examinaban para que nadie copiara pero la razón principal era intentar descubrir signos de ansiedad. A menudo los veía encorvados mientras hiperventilaban. Si tenían la tez clara, sus caras se volvían blancas alrededor de la nariz y los labios, y también sus nudillos. Cuando esto ocurría, sabía que tenía a alguien sufriendo la ansiedad del examen. Así que, periódicamente durante el examen, hacía que todos se detuvieran y dejaran sus lápices, y decía mi mantra: «Es un tiro libre. Es un tiro libre». Entonces hacía que la clase entera hiciera exactamente lo que hace un jugador de baloncesto para prepararse para un tiro libre: respirar para bajar la frecuencia cardíaca. Concretamente, les hacía practicar el ejercicio de respiración táctica de cuatro tiempos que emplean los equipos de élite swat y los soldados de operaciones especiales en todo el mundo. Y funcionaba.

      La respiración táctica es verdaderamente una revolución en el adiestramiento del guerrero y yo soy tan sólo una de las numerosas personas que enseñan esta técnica. El Calibre