Historia del Breviario Romano. Casimiro Sanchez Aliseda. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Casimiro Sanchez Aliseda
Издательство: Bookwire
Серия: Cuadernos Phase
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788491653240
Скачать книгу
(344-357), el cual concedió a los monjes y vírgenes poder reunirse diariamente en la basílica de Antioquía para tener su vigilia nocturna, en la que también tomaba parte el clero.

      13 Confess., 5, 9.

      14 Cf. Peregrinatio Etheriae, n. 55.

      Eteria distingue entre el Oficio ferial y el dominical.

      El Oficio ferial lo celebran los monazontes y las parthenae, ascetas y vírgenes. El Oficio nocturno comienza al canto del gallo. Se cantan himnos, salmos y antífonas, y las oraciones las cantan los presbíteros o diáconos señalados para el caso. Asisten algunos fieles más devotos.

      Cuando comienza a amanecer (los Laudes) se cantan los himnos matutinos. Después llega el obispo con el clero, quien reza varias oraciones y «bendice a los fieles» que están presentes.

      Tercia se dice únicamente en Cuaresma, pero a diario se tiene Sexta y Nona, con sus salmos y antífonas, acudiendo el obispo a la oración final y para dar la bendición.

      Las vísperas, quod nos dicimus lucernare, que en España se llaman «lucernarios», comienzan con encender las velas y cantar los salmos y antífonas. Acude el obispo y se sienta. Terminados los salmos, el obispo y los asistentes se ponen en pie. Un diácono comienza la plegaria litánica o de intercesión, a la que los niños de coro contestan: Kyrie eleison. Acto seguido el obispo pronuncia tres oraciones, pro omnibus, pro cathecumenis y pro fidelibus. Et sic fit missa Anastasi, y de esta manera termina el lucernario en la Anástasis o Basílica de la Resurrección, acompañando la muchedumbre al obispo hasta el vecino oratorio de la Cruz, donde esta es adorada.

      El domingo conserva todavía trazas de la antigua práctica nocturna. Al canto del gallo comienza la vigilia tradicional, con enorme asistencia de fieles e iluminación de muchísimas lámparas. Asiste el obispo y se cantan primero tres salmos y se rezan tres oraciones. Se agitan sin cesar los incensarios, que perfuman gratamente la basílica. El obispo, a la puerta de la cripta del Santo Sepulcro, lee el Evangelio, entre las lágrimas de los circunstantes. A continuación todos se dirigen al oratorio de la Santa Cruz, donde se canta un salmo con su oración, y el prelado bendice a los asistentes et fit missa y se termina la plegaria. Aquí era el Oficio vigiliar antiguo, obligatorio para el clero y fieles. Los laudes matutinos son cantados únicamente por los monazontes o ascetas.

      De lo expuesto se colige –y otros testimonios lo comprueban– que existían ya dos clases de Oficio, el de los monjes o ascetas y el del clero secular.

      Los monjes hacían una vida retirada, libres de cuidados, atentos a la oración y divinas alabanzas. Además de las Horas más antiguas, como la vigilia dominical y las vísperas y laudes diarios, celebraban también las vigilias nocturnas cotidianamente y el Oficio diurno, compuesto de tercia, sexta y nona.

      15 De instit. coenob., lib. 3, cap. 4, 6. Cf. infra Parte III, cap. IV.

      He aquí, pues, ya el número de Horas del Oficio divino definitivamente fijado.

      El clero secular cuidaba de la santificación de los fieles, que no podían ser llevados a la iglesia con demasiada frecuencia. De aquí que en los siglos iv y v se celebrasen públicamente tan solo las Vísperas y Laudes a diario, y las Vigilias nocturnas los domingos y fiestas.

      16 Sl 118, 164.

      17 Sl 118, 62.

      El Oficio Divino en el siglo vi: san Benito

      Resulta innegable, después de lo dicho, el influjo de los monjes en la composición y estructura del Oficio divino. Tanto en Oriente, con los florecientes cenobios de Egipto, Siria y Palestina, como en Occidente, con las Reglas de san Cesáreo, san Columbano y san Benito, dejaron los monjes una huella profunda en la liturgia eucológica.

      No es del caso examinar uno por uno los distintos cursus monásticos. En Oriente distinguimos tres, cuyo conocimiento debemos en gran parte a Casiano, el célebre autor de las Colaciones. El cursus pacomiano, para los monasterios de Tabenna; el cursus egipcio, para los de la Tebaida, donde los monjes celebraban el Oficio diurno mientras trabajaban, y, por último, el cursus siro-palestino, en uno de cuyos monasterios nació la Hora de Prima, según queda dicho. En esta región se llegó a veces a exageraciones que prueban el fervor de aquellos ascetas. En un monasterio del monte Sinaí se cantaban cada noche los 150 salmos del Salterio, divididos en tres nocturnos y acompañados de una letanía con más de 300 invocaciones. En otros monasterios del Éufrates y Constantinopla se instituyó la laus perennis, mediante coros que sucesivamente, día y noche, cantaban el Oficio sin interrupción.

      En Occidente nos interesa detenernos a estudiar el cursus benedictino, como el más importante de todos por su difusión a través de tantísimos monasterios de tan extendida Orden, y porque prestó elementos al mismo Oficio de la Iglesia romana.

      18 San Benito consagra al Cursus officii los capítulos 8-20 de su Regla.

      19 Dialog., 2, 36.

      Así su Oficio es modelo de armonía y equilibrio, prudentemente breve para no gravar demasiado a los monjes y variado para evitar la monotonía. Es norma fundamental del cursus benedictino el rezo íntegro del Salterio en el transcurso de la semana. Su ciclo eucológico es completo. Además de la Vigilia nocturna, conoce todas las siete Horas, que siempre considera como diurnas. Referente a la Vigilia distingue entre el Oficio ferial y el dominical o festivo. He aquí dos esquemas de ambos tipos:

      Oficio nocturno