Historia del Breviario Romano. Casimiro Sanchez Aliseda. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Casimiro Sanchez Aliseda
Издательство: Bookwire
Серия: Cuadernos Phase
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788491653240
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con lo que distingue perfectamente dos reuniones, matutina o eucarística (convenire carmenque Christo dicere), después de la cual se iban a sus casas, y una segunda reunión por la tarde, para el ágape (rursusque coeundi ad capiendum cibum). Epist. ad Trajamum, 96.

      Además de estas Vigilias dominicales, en el siglo ii aparecen también las Vigilias nocturnas que transcurrían junto a las tumbas de los mártires. Así lo comunican los cristianos de Esmirna en su carta circular de 156 al dar cuenta del martirio de san Policarpo, considerando cosa corriente celebrar el aniversario del «nacimiento» del mártir con Vigilia junto a su sepulcro. Estas Vigilias se tenían en los cementerios extramuros, y los calendarios antiguos anotan cuidadosamente, junto al día del martirio, el cementerio en que está enterrado, para facilitar la convocatoria de los fieles.

      Por último, hemos de mencionar una tercera Vigilia en los días llamados de estación o ayuno, que eran los miércoles y viernes. De ella hablan la Didajé (VIII), el Pastor de Hermas, obra escrita hacia 140, y Tertuliano a cada paso.

      4 De Anima, 9.

      5 Ruinart, Acta sincera, pág. 109.

      De las vigilias primitivas sobreviven actualmente las de Pascua y Pentecostés en las funciones matinales de los sábados precedentes a ambas fiestas, y de las vigilias dominicales aún se encuentran rastros en las misas de los sábados de Témporas.

      No deben confundirse las vigilias de que venimos hablando con las vigilias que irían acompañadas de ayuno y preparatorias de determinadas fiestas más solemnes. Estas provienen del siglo v.

      Traza primitiva del Oficio divino

      6 Los romanos se reunían con sus hijos y esclavos por la mañana y por la tarde para hacer una plegaria en común. Y los griegos también en tales ocasiones hacían una libación sobre el altar de Hestia, la diosa del hogar.

      7 Strom., 7, 7.

      8 De orat domin., 34.

      De los textos citados se deduce que tal plegaria matutina y vespertina era más bien de carácter privado, hecha en casa. Lo que no impide para que ciertos días, los domingos, por ejemplo, tales plegarias se tuviesen públicamente, como lo da a entender Hipólito en su Traditio.

      9 De tempore vero non erit otiosa extrinsecus observatio etiam horarum quarumdam. Istarum dico communium, quae diu inter spatia signant tertia, sexta, nona, quas sollemniores in Scriptura invenire est... Tertuliano, De orat. 25.

      10 Vespere, mane et meridie... narrabo et annuntiabo tibi. Salmo 54,18.

      11 Dn 14,3.

      12 Cf. Hechos 2,15; 10,9 y 10,30. Los apóstoles, esperando la venida del Espíritu Santo , «erant perseverantes unanimiter in oratione cum mulieribus et Maria, matre Jesu et fratribus ejus» (Hechos 1,14). Al ser ya constituida la Iglesia de modo definitivo, «todos los hermanos perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión de la fracción del pan y en la oración» (Hechos 2,42). Oraban a horas determinadas (ut oraret circa horam sextam, Hechos 10,9); adscendebant in templum ad horam orationis nonam, Hechos 3,1), etc. Y cuando el ministerio de la caridad les absorbía demasiado tiempo, instituyeron los diáconos, para poder dedicarse ellos desahogadamente, «orationi et ministerio verbi» (Hechos 6,4).

      Resumiendo todo lo dicho, tenemos que desde el siglo ii se hacen públicamente los domingos, en la Iglesia, oraciones vespertinas (con el ágape y el lucernario), y de madrugada oraciones matutinas y la misa. Aquí aparecen ya delineados los Oficios de Vísperas y Laudes, que siempre fueron los más antiguos y solemnes de la Iglesia.

      Consecuencias de la paz de la Iglesia: los monasterios y las basílicas

      A principios del siglo iv, al conceder la paz de la Iglesia el Edicto de Milán (año 313), aumentan el clero y las masas de fieles, se multiplican las iglesias, en las cuales florece el culto de manera pública y regular, y, por último, aparece la vida religiosa organizada.

      Todas estas circunstancias han de influir eficazmente en la formación del Oficio divino. Las plegarias que hasta entonces se hacían en las casas y de manera privada, se convertirán desde ahora en culto público, practicado en las iglesias con asistencia de los fieles y bajo la presidencia del clero.

      Grupos de almas fervorosas, que las persecuciones habían impedido el organizarse, empiezan en la primera mitad del siglo iv a reunirse y relacionarse como en asociaciones de tipo intermedio entre el clero y el pueblo fiel. Tal vez vivían en sus casas, pero con frecuencia se agrupaban en pequeñas comunidades cerca de las ciudades, y estando animados de un riguroso ascetismo, se obligaban a la castidad perpetua y a prácticas especiales de piedad, consistentes en una vigilia nocturna cotidiana y al servicio de la oración en común durante el día, que comprendía laudes matutinas, tercia, sexta, nona y vísperas. Es decir, que a excepción de prima y completas, tenemos ya el Oficio cotidiano completo.

      En Siria, donde posiblemente nacieron primero estas agrupaciones, se llamaban Monazontes, si eran de hombres, y Parthenae, si de mujeres, que correspondían a los ascetas y vírgenes de otras partes.

      Pronto se dio un paso más, al conceder la autoridad eclesiástica que los ascetas pudieran reunirse en la iglesia, con lo que sus prácticas