El sexo masculino gay, como regla general, parte de la presunción de igualdad de poder, sin la dinámica de dominación y negación que tan a menudo impregna las interacciones hombre/mujer. Así, los hombres no tratan generalmente de obtener el consentimiento del otro mediante la manipulación y la presión. Normalmente, la conexión se hace con un acercamiento suave, recibiendo una suave respuesta y sin necesidad de preguntar tres veces. Los hombres gay se fían mucho de su mutua capacidad para decir no, y de que eso es lo que quieren decir cuando lo dicen. Esto hace muy sencillo coquetear, puesto que nunca intentas acercarte por sorpresa y no tienes por qué ser sutil. Se acepta siempre el preguntar igual que se acepta que la otra persona diga no. Esta manera admirablemente directa y simple de aproximarse al consentimiento no podría ser más recomendable.
Por lo general, los hombres han tenido menos razones que sus compañeras para temer la violación. Aunque sea verdad, y terrible, que hay criaturas de las que se abusa y hombres que son violados, los hombres parecen tener más confianza que las mujeres en su poder para protegerse a sí mismos. Los hombres también tienden a obtener mucho apoyo cultural por ser sexuales. Así pues, aunque el tabú de la homosexualidad puede causarle a muchos hombres gay preguntarse sobre si está bien, o si tienen algún problema u otras formas de homofobia internalizada, ello a menudo no se manifiesta en disfunciones sexuales. Los hombres gay como grupo son realmente buenos a la hora de explorar, y encontrar, qué les hace sentirse bien.
Y son los hombres gay quienes han fijado el significado de lo que la mayoría entendemos por sexo seguro. Frente a la epidemia del sida, durante la cual mucha gente podía haberse refugiado en una visión negativa del sexo, la comunidad gay se mantuvo firme y continuó creando ambientes donde se pudiese aprender y practicar sexo excitante, creativo y más seguro.
bisexuales/pansexuales
A menudo estigmatizadas como «homosexuales incapaces de renunciar a las ventajas heterosexuales» o «heteros explorando su lado salvaje», las personas bisexuales empezaron a desarrollar una convincente voz propia y sus propias comunidades a partir de la década de 1970.
Algunas personas prefieren el término pansexual en lugar de bisexual, porque no se sienten a gusto con la etimología de «bisexual», que implica que solo hay dos géneros. Nos gusta la definición de la activista Robin Ochs: «Me llamo a mí misma bisexual porque reconozco en mí el potencial de sentir atracción —romántica y/o sexual— hacia personas de más de un sexo y/o género, no necesariamente al mismo tiempo, no necesariamente de la misma manera, no necesariamente en la misma medida». Usa el término con el que te sientas más a gusto, pero admite que haya otras personas que hayan hecho una elección diferente a la tuya.
Observar la teoría y práctica de los modos de vida bisexuales ofrece la oportunidad de explorar nuestras propias suposiciones sobre la naturaleza de la atracción sexual y romántica y nuestro propio comportamiento. Hay bisexuales que han tenido sexo solo con miembros de un solo género, pero saben que dentro de sí tienen la habilidad de conectar erótica o emocionalmente con ambos géneros, y por eso se consideran bisexuales; mientras que otras pueden estar teniendo relaciones sexuales con el género opuesto a su elección habitual y aun así considerarse heterosexuales o gays. Hay personas bisexuales que prefieren un tipo de interacción con los hombres y otro con las mujeres, mientras que hay otras que no se fijan en el género. Unas pueden ser sexuales con ambos sexos pero románticas solo con uno, o viceversa. Y lo mismo a través de todo el espectro de atracciones y elecciones bisexuales. Las personas bisexuales cuestionan muchas de nuestras suposiciones sobre el género, y muchas de ellas te pueden contar la diferencia entre el sexo con una mujer y el sexo con un hombre. Esta información tan interesante y privilegiada nos puede enriquecer a todos con nuevas historias sobre el sexo y el género.
La creciente visibilidad de la bisexualidad ha llevado al cuestionamiento de algunas definiciones tradicionales de la identidad sexual. En concreto, estamos teniendo que observar el hecho de que nuestras atracciones sexuales pueden decir una cosa, mientras que nuestra conducta sexual puede decir otra, y nuestra identidad sexual decir otra tercera. Preguntas como estas están diluyendo algunos de los límites tradicionales que ponemos en torno a la identidad sexual, para desesperación de puristas de todas las orientaciones. Tus autoras, putones como somos, disfrutamos con este tipo de fluidez y agradecemos la oportunidad para jugar como nos apetece con quien nos guste sin renunciar a nuestras identidades sexuales fundamentales.
El camino de Janet hacia su identidad actual como bisexual ha sido confuso. Fue casi una década después de haber empezado a tener sexo con mujeres cuando empezó a sentirse cómoda empleando el término para definirse a sí misma:
Me repugnaba hasta qué punto estaba de moda la «deseada chica bisexual».** Y al mismo tiempo escuchaba algunas opiniones realmente crueles por parte de heterosexuales y homosexuales sobre las personas bisexuales.
Fruto de todo eso, no fue hasta que supe seguro que era capaz de tener sentimientos sexuales y románticos hacia hombres y mujeres —y hasta que me sentí lo suficientemente fuerte para reivindicar mi identidad frente a todos aquellos comentarios negativos— que finalmente empecé a llamarme a mí misma «bisexual».
Ahora miro atrás en mi vida y veo que generalmente he expresado mis necesidades domésticas hacia los hombres pero mis sentimientos románticos y sexuales tenían las mismas posibilidades de ser inspirados por un hombre, una mujer o alguien entre lo uno y lo otro. La comunidad bisexual también ofrece más apoyo que heterolandia y gaylandia para mi manera tan ambigua de presentar mi género: algunos días me gusta ponerme lápiz de labios rojo y tacones y otros días pantalones de hombre y zapatos de cordones. Por lo que «bisexual» es la identidad que mejor se adapta a mí, y donde espero estar.
heterosexuales
En décadas pasadas había relativamente pocos modelos para las relaciones heterosexuales en la cultura popular. El hogar tradicional, monógamo, patriarcal y centrado en el conformismo y crianza de la prole, se nos presentaba como un ideal sexual y romántico. Tus autoras están muy contentas de haber sobrevivido a esa época.
La heterosexualidad moderna ofrece una plétora de opciones para una feliz promiscuidad, desde tríadas en v a largo plazo —donde dos personas tienen relaciones sexuales con una tercera persona que las conecta, pero no entre sí— a sexo lúdico orgiástico, con muchas posibilidades entre medias, incluyendo relaciones abiertas, parejas secundarias, grupos poliamor y familias extensas íntimamente conectadas que a veces llamamos «constelaciones». (Dicho sea de paso, Janet te ruega que no des por sentada la existencia de una relación heterosexual cuando veas una pareja integrada supuestamente por hombre y mujer. Uno o ambos quizá sean bisexuales, trans o queer en uno u otro aspecto de sus vidas. Como siempre ocurre, si quieres averiguarlo, tendrás que preguntar.)
Se ha producido una importante transformación en la cultura desde la anterior edición de este libro: hoy día, personas de todos los géneros pueden contraer matrimonio con quienes aman y formar juntas una familia si así lo desean. Lo que esto supone es que mucha gente esté hoy buscando inspiración en el saber acumulado de los putones heterosexuales del pasado para reconciliar sus obligaciones parentales con las metas que persiguen en su sexualidad y relaciones.
Cabe señalar, asimismo, que los heterosexuales quizá sean víctimas de una presión basada en las expectativas de género más fuerte si cabe que la que padecemos el resto de personas. Así pues, quienes, entre la grey hetero, han logrado quitarse esos corsés sociales —quienes han logrado formar vidas en las que el hombre se queda en casa con los niños mientras la mujer se dedica a ganar el pan, o la mujer que se corta el pelo y avanza a grandes trancos calzada en unas botas de gruesas suelas mientras el hombre se pavonea enfundado en sedas y terciopelos de vivos colores, o quienes han formado como valientes soldados para proteger a sus hijos cuando estos se muestran al mundo con una presentación de género atípica, pero que, sin embargo, siguen