6. Construyendo una cultura del consentimiento
En todo el mundo la gente está tomando conciencia de la enorme frecuencia con la que se dan los delitos sexuales y otras agresiones sexuales menores. Pero normalmente tomar conciencia de algo sobre lo que hemos estado evitando pensar requiere cierto esfuerzo. Cuando reivindicamos nuestra libertad sexual y comenzamos a construir comunidades donde podemos expresarnos sexualmente de manera positiva, enseguida chocamos con la realidad de que vivimos en una sociedad que defiende unos valores enfermizos sobre el sexo y el consentimiento. Cuando no es seguro, aceptado o bienvenido decir «No, gracias» al sexo, puede ser imposible construir una cultura con una visión positiva del sexo.
Dossie, durante una conferencia sobre el consentimiento a la que acudieron unas doscientas personas, le pidió a quienes no habían sufrido nunca agresiones sexuales que se levantasen. Solo un cuarto de sala se levantó, en su mayoría hombres y algunas mujeres. Había muchos hombres así como mujeres entre quienes no se habían levantado. Es admirable el coraje y determinación para liberarse, incluso sexualmente, de ese gran número de personas que siguieron sentadas, incluso cuando alguien las había herido.
Nuestra tan maravillosa libertad sexual depende de dos condiciones muy importantes: libertad frente al sexismo y libertad frente a las violaciones. Estos cambios deben tener lugar a ambos niveles: individual y comunitario. Llevar a los tribunales las violaciones y abusos sexuales a menores es complicado, por lo que en nuestras comunidades necesitamos trabajar en nuestra propia seguridad. Pocas veces podemos enviar a la cárcel a los agresores, pero podemos dejar de invitarles a nuestras fiestas y eliminarles de los entornos que controlamos, tanto en internet como en el mundo físico.
Las infracciones más graves incluyen drogar a una persona para violarla, la violación violenta, los abusos sexuales a menores y cualquier vulneración intencionada de los límites expresados por otra persona. Todo ello entraña delitos muy graves, aunque sean a menudo complicados de llevar a juicio. Otras infracciones requieren cierto debate, porque a veces la persona acusada no siente que haya hecho nada equivocado. Las infracciones verbales —ligar de manera agresiva, discutir con alguien que ha dicho «no, gracias», cosificar o menospreciar a la gente— pueden causar menos daños que las agresiones físicas, pero pueden suscitar un ambiente de peligro en nuestras comunidades. Forzar los límites de la gente, o probar cosas que no se han acordado explícitamente, puede romper relaciones y tener un efecto dominó que a veces destruye las comunidades en las que esas relaciones tienen lugar.
Gran parte de este conflicto es consecuencia de nuestra absurda exigencia cultural de que en el sexo los hombres deben ser quienes lo inician y las mujeres las que se contienen. Así, algunas personas aprenden que deben ser ellas quienes presionen y otras que decir cualquier cosa que no sea «no» es, bueno, ser un putón. Este patrón lleva a que un «no» sea interpretado como una invitación a presionar más, con el desastroso resultado que era de esperar. A fin de liberar la sexualidad es preciso someter a examen estas creencias culturales sobre qué significa ser una persona de tu género y quizá hacer algunos cambios, a menos que quieras pasar el resto de tu vida viviendo de acuerdo con los estereotipos de tu género. ¿Qué sugeriríamos a las personas de todos los géneros para que aprendieran a comportarse mejor? Ojalá pudiéramos decir que hay una terapia de grupo a la vuelta de la esquina para este tipo de cosas, o una clase a la que poder asistir, pero en el momento en que escribimos estas líneas los recursos siguen siendo escasos. Algunos miembros de la comunidad se han puesto manos a la obra para llevar a cabo este tipo de trabajo. Nos encantaría ver más ejemplos de ese tipo.
Para supervivientes de abusos sexuales
Demasiada gente de todos los géneros, edades y culturas es víctima de traumas sexuales. Agresiones sexuales, violaciones, abusos a menores y a veces incluso traumas médicos, nos pueden plantear obstáculos para disfrutar de nuestra sexualidad. Entre tales obstáculos se cuentan, por ejemplo, los flashbacks, la disociación, el estrés post-traumático y el puro miedo.
Las personas que han sobrevivido al trauma, especialmente cuando eran menores, tienen vulnerabilidades concretas y pueden sentirse inseguras o víctima de abusos más fácilmente que la mayoría. Puede que se trate de una respuesta adquirida, y un individuo puede estar respondiendo a una infracción relativamente leve como si fuese algo terrible que le sucedió en el pasado, o como si fuese todavía la criatura que era cuando sufrió el abuso. El miedo puede parecer irreal o desproporcionado visto desde fuera, pero esa no es la cuestión: el miedo en sí mismo es real, normalmente no es erótico en absoluto y puede dejar a una persona en tal situación de pánico que una discusión, o incluso recibir una disculpa, puede ser imposible en ese momento.
¡No te rindas! Tu autora y terapeuta Dossie está especializada en curar viejas heridas de supervivientes de trauma y le alegra decir que muchas personas encuentran la manera de sobreponerse a su historia de violación, cuidarse a sí mismas y disfrutar de una sexualidad libre y feliz.
A veces todo lo que se requiere es algo de colaboración en relación con la seguridad, estableciendo acuerdos claros sobre límites, creando un espacio seguro y brindando apoyo y comprensión. Supervivientes y sus relaciones necesitan estar dispuestos a manejar las interrupciones que puede haber si la persona necesita