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Síntomas médicamente inexplicables
Desde antiguo, los médicos han entendido que el cuerpo y la mente (otras veces identificada con el alma) interactúan y que las dolencias de uno se propagan a la otra y viceversa. Hay enfermedades psíquicas que se expresan por medio de síntomas físicos. Se llaman por eso psicosomáticas (la psique es la mente y el soma, el cuerpo). Y hay otras que se generan en el organismo y que presentan síntomas psicológicos. Se llaman somatopsíquicas.
Estos síntomas físicos que no tienen una base fisiológica se llaman síntomas médicamente inexplicables o falsos síntomas y son la expresión somática, es decir, corporal, de un trastorno psicológico. Se denominan así porque no aparecen indicios orgánicos que expliquen esos síntomas.
Hay trastornos psicológicos que se expresan a través de la piel que responden a una situación de estrés o de angustia. Muchas personas sufren eccemas, granos, picores, caída del cabello, psoriasis y males parecidos cuando atraviesan un período de malestar psicológico por exámenes, sobrecarga de trabajo, crisis de pareja, problemas con los hijos, enfermedades familiares, etc. No olvidemos que la piel y el sistema nervioso se generan a partir del mismo tejido en el óvulo fecundado.
Otras síntomas psicosomáticos muy comunes son algunas dolencias estomacales, trastornos sexuales, incluso bloqueo sexual, fatiga o malestar general, problemas motores que dificultan la marcha, problemas neurológicos como temblores e incluso amnesia, parálisis, convulsiones o alucinaciones falsas.
En un artículo publicado en 2010 en el 11º congreso virtual de psiquiatría de Interpsiquis, José Manuel Gasulla, del Hospital General de l`Hospitalet de Llobregat, señaló que entre el 25 y el 50 por ciento de las consultas que se realizan en Atención Primaria son trastornos psicosomáticos2.
En cuanto a las enfermedades somatopsíquicas, el proceso es el contrario. Hay enfermedades fisiológicas, por ejemplo, la gripe, que producen síntomas depresivos. La falta de litio genera depresiones graves. Son enfermedades que hay que tratar médicamente.
Daniel Flichtentrei, médico y humanista argentino, publicó un artículo en la revista IntraMed3 con el caso siguiente:
Caso
Una maestra divorciada de 48 años, con dos hijos, acude a la consulta con ansiedad generalizada y dolores corporales que la incapacitan incluso para moverse con normalidad. Camina torcida, padece fuertes dolores lumbares, sufre dolor crónico, insomnio, colon irritable, los analgésicos no la alivian, toma seis medicamentos diarios para sus diversas dolencias, entre ellas, hipertensión. También está en tratamiento psicológico. Pero no encuentra respuesta a su padecimiento. Habla de sus problemas económicos y del agobio que le produce tener que llevar a sus hijos diariamente no solamente al colegio, sino a toda clase de actividades. Le han dicho que su malestar es nervioso, pero nadie le da la receta porque nadie entiende su problema.
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En este caso, no se puede hablar de una enfermedad determinada ni siquiera a través de los síntomas que presenta. No hay lesión orgánica por mucho que el médico busque, pruebe y analice. No existe daño interno que justifique los intensos dolores de la paciente.
Sin embargo, la exposición continuada a situaciones de riesgo, sean reales o imaginarias, agudizan la capacidad del individuo para percibir amenazas, sin duda, pero también lo exponen a enfermedades físicas derivadas de ese exceso de estimulación. Y es que la naturaleza prefiere que enfermemos a que no sepamos defendernos; es decir, para la biología, es preferible enfermar de tanto preocuparnos por señales amenazantes antes que morir por una de esas amenazas. Y esa capacidad para prever peligros reales o irreales es lo que se llama miedo.
Trastornos de síntomas somáticos
Aunque los manuales DSM han eliminado la histeria, muchos profesionales siguen encontrando casos clínicos que reúnen toda la sintomatología propia de lo que antes se denominó histeria.
En enero de 2018, el portal Psiquiatria.com publicó un artículo redactado por los profesionales del Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza con un título que explica lo que acabamos de señalar: Manifestaciones de la “histeria” en nuestro tiempo. En este artículo, se exponen dos casos de trastornos de síntomas somáticos que tienen en común muchos síntomas propios de la histeria y que se están tratando con psicoterapia:
Bloqueo sexual. Incapacidad para el coito a pesar de la intensa búsqueda de relaciones sexuales.
Conversión. El mecanismo que hemos mencionado para convertir el trastorno psicológico en un síntoma físico.
Síntomas médicamente inexplicables como ataques similares a los ataques epilépticos, junto con temblores y pérdida de conciencia.
Insomnio o alteraciones en el sueño.
Belle indiference. Este es un síntoma propio de la histeria, una actitud especialmente tranquila y resignada con la que el enfermo contempla sus síntomas, aunque se trate de una parálisis o una ceguera.
No se aprecian causas fisiológicas en sus síntomas.
A principios del siglo XX, el médico francés Babinski acuñó el término pitiático para denominar estos trastornos físicos que se producen y se eliminan por medio de la sugestión y que incluyen la ceguera, la parálisis y diversas enfermedades. Pero no hay que olvidar que estos síntomas nunca son voluntarios ni simulados y que además van acompañados de la belle indiference. Desaparecen sin tratamiento médico, a veces, remiten cuando ya han conseguido el efecto deseado y, otras veces, con un tratamiento psicoterapéutico.
En el delirio histérico, se producen movimientos agitados y desorientación, el enfermo no sabe dónde está, qué día es o cómo llegó allí. Junto con ello, se producen alucinaciones táctiles y auditivas. El enfermo escucha palabras o ruidos y cree tocar objetos inexistentes, a veces, con total precisión. Pueden presentarse temblores y caída al suelo.
Hay diferencias notables entre el ataque epiléptico y el ataque histérico:
Si se produce un ataque, se produce siempre en público, nunca a solas. Si es a solas, hay muchas posibilidades de que el ataque se haga público.
El ataque epiléptico no persigue una finalidad, mientras que el histérico, sí.
El epiléptico se hace daño al caer, se golpea y puede morderse la lengua, mientras que el histérico cae al suelo sin hacerse daño.
El epiléptico sabe que va a tener un ataque por una señal que percibe, como un olor, una luz, etc. Esa señal se llama aura epiléptica y no se da en la histeria. En la pérdida de conciencia histérica se produce una falta de orientación, en que el paciente se comporta como si estuviera soñando, casi siempre con manifestaciones emocionales. Suele producirse tras una situación traumática, como la muerte de un ser querido.
Recomendaciones
Lo primero que hay que averiguar es si el enfermo padece un trastorno psicosomático o si realmente sufre alguna enfermedad física. Estos trastornos guardan parecidos con otras patologías como la epilepsia en los ataques y la esquizofrenia en la despersonalización y la disociación. Por tanto, es imprescindible conseguir un diagnóstico y luego actuar en consecuencia.
La psicoterapia puede ser muy eficaz. La hipnosis es de gran ayuda para eliminar las amnesias y arrojar luz sobre la situación traumática que ha generado el trastorno. También hay una farmacoterapia específica.
En cualquier caso, siempre hay que tomar al médico de familia como punto de partida. Él sabrá remitir al enfermo al especialista adecuado.
Caso
Fernando era un avaro consigo mismo y con su familia.