El beneficio y enriquecimiento que aporta el canon presente comienzan desde el primer momento en que se realizan los ejercicios, visualizaciones, se responden las preguntas planteadas y se ejecutan las prácticas propuestas. Pero has de darles tiempo para que actúen con mayor profundidad en ti. La utilidad está en tu mano, tómalo con interés, lee y reflexiona, haz de este texto tu inseparable compañero. Cumple los entrenamientos con disciplina, constancia y paciencia, entonces, puedes estar seguro del despertar de ese “gigante” interior que todos llevamos dentro y que es el anuncio de tu transformación.
Para desinstalar los programas condicionadores primeramente debes adquirir la conciencia de ser, que no es ni más ni menos, que abrirte totalmente al aquí y ahora, es el desarrollo óptimo de la capacidad que tenemos todos los seres humanos para percibir el inmenso campo de energías que nos circundan a cada instante. Energías que nos llegan a todos y cada uno de los órganos de percepción –e incluso a otros sentidos mucho más sutiles que se irán desarrollando– y que trasmiten información valiosísima sobre la Realidad.
Cierto discípulo le preguntó un día a su maestro:
—Maestro, ¿cuándo podré alcanzar la iluminación de la que tanto hablan los místicos y santos?
—Ahora mismo si quieres —respondió el maestro.
—¿Qué es lo que tengo que hacer? —preguntó el joven.
—Tan sólo tienes que tomar conciencia y enterarte: ver, oír, sentir, oler y saborear lo que hay aquí y ahora.
Cuando la gente utiliza de manera exclusiva el razonamiento, introduce filtros: distorsiones, eliminaciones y generalizaciones para encajar lo externo a sus respectivos mapas, mientras que al usar la percepción corporal completa, íntegra y limpia, sin pensamientos condicionadores, alcanzamos a saber la naturaleza (esencia) de las cosas y la realidad objetiva. Esto sólo ocurre cuando utilizamos los sentidos de una forma diferente a lo ordinario. El cuerpo, como un sistema global y holístico, tiene su propio modo de conocimiento y memoria. Cada plano de ser, cada nivel de existencia, y en consecuencia cada estado de conciencia, exige el uso de herramientas adecuadas para su conocimiento que unidas permiten una concepción completa de lo observado. El individuo corriente carece de los términos de referencia adecuados para conocer la realidad de las cosas. Es como si alguien que no ha saboreado jamás algo dulce deseara conocerlo, si no prueba un alimento que contenga azúcar no podrá saber nunca lo que es. ¿De qué servirían mil explicaciones teóricas sobre una sensación suave y agradable al paladar si no lo experimenta sensorialmente con sus papilas gustativas? Si no degusta el almíbar, la miel, un caramelo u otra sustancia que contenga glucosa, sacarosa o melitosa, jamás podrá saber lo que es, por muchos razonamientos mentales que haga y muchas teorías que domine sobre el efecto que producen ciertas moléculas orgánicas en las papilas gustativas de la boca. El que prueba sabe.
¿Qué es la felicidad?
En una lejana ciudad donde todos sus habitantes eran ciegos, en cierta ocasión llegó un rey con su poderoso ejército que acampó a las afueras. Entre sus pertrechos las tropas llevaban un gigantesco elefante que usaban para atacar e incrementar el temor a sus enemigos.
Los lugareños estaban deseosos por conocer al elefante, y algunos de la ciega población se precipitaron como locos para encontrarlo.
Cuando lo encontraron, como no conocían siquiera la forma y aspecto del elefante, tantearon ciegamente, para reunir información, palpando alguna parte del cuerpo del cuadrúpedo. Cada uno pensó que ya sabía algo, porque pudo tocar una parte de él.
Cuando volvieron junto a sus conciudadanos, impacientes grupos se apiñaron alrededor de los que habían visitado las cuadras de rey. Todos estaban ansiosos, buscando equivocadamente la verdad de boca de aquellos que se hallaban errados. Preguntaron por la forma y aspecto del elefante, y escucharon todo lo que aquellos dijeron.
El hombre que había tocado la oreja dijo: “Es una cosa grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo”.
El que había palpado la trompa dijo: “Yo conozco los hechos reales, es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo”.
Aquel que había tocado sus patas dijo: “No, no, nada de eso, es poderoso y firme como un pilar”.
Cada uno había palpado una sola parte de muchas. Cada uno lo había percibido erróneamente. Ninguno conocía la totalidad: el conocimiento no es compañero de los ciegos. Todos imaginaron algo, algo equivocado.
Me gustaría, antes de entrar a fondo en el modo de alcanzar ese rincón de nosotros mismos que esconde la felicidad, dar una definición que nos satisficiera a todos de a qué nos referimos cuando hablamos de ella. Si consultamos cualquier diccionario de la lengua nos dirá que se trata de un estado de ánimo placentero, de goce completo. Pero, ¿cómo sabremos que nos encontramos con un estado de ánimo placentero, o, cuándo alcanzamos ese goce completo? ¿Acaso existe un límite?
Ya hemos visto que para cada época y situación el goce puede ser uno. Si profundizamos más en el término encontraremos que filosóficamente hablando se entiende la felicidad como un estado de satisfacción debido a la propia situación en el mundo. Es decir, si estoy satisfecho, y si no existen discrepancias entre lo que quiero y lo que tengo, entonces soy feliz. Pero... ¿quién, hoy en día, está satisfecho con el lugar que tiene en el mundo?
Recuerda la historia del pescador, es tan real como la vida, es un hecho que se repite constantemente en cualquier lugar del planeta. Pero, para llagar a poder decir como el viejo: ¡Yo ya soy feliz!; primeramente hemos de romper las cadenas que nos aprisionan e impiden ser libres. Y me refiero a la libertad de pensamiento, a la libertad de opción, a la libertad de decisión. Estoy seguro de que algún incauto dirá: “¿Pero... yo ya soy libre, puedo elegir, puedo decidir”. Sí, puede elegir entre “huevo frito o tortilla”, ése es el espejismo deslumbrante de la sociedad consumista y amoral. Para ser feliz debes deshacerte de los condicionamientos mentales, de las trampas, de los engaños que social, familiar, educacional, política y laboralmente te han ido inoculando cual droga desde la infancia. Esos condicionamientos que limitan tu libertad con falsas promesas de felicidad, placer y autonomía, cuando en realidad lo que hacen es covertirte en esclavo del sistema. Hipotecas, préstamos, vacaciones, propiedades, modas, etc., te convierten en siervo y prisionero de los mismos que te incitan a ello, con el argumento falaz de que si caes en sus redes serás feliz. Pero no creas que con negarte ya has ganado la batalla de la libertad, no. Si no entras en su maquinaria consumista, si no adquieres, consumes o te empeñas, serás amenazado e intimidado, y te acusarán de inadaptado social, rebelde e incluso sectario al que hay que reprogramar, cuando no, encerrar o eliminar. Los poderes fácticos que controlan la sociedad no quieren que ningún individuo se les escape, se libere y sea feliz, puesto que en el momento en el que unos pocos hombres y mujeres corrientes, como tú y como yo, se den cuenta de que la felicidad jamás se la darán aquellos que mandan, que la felicidad les pertenece desde siempre y que no necesitan de nada ni de nadie para ser felices, ese día los poderosos manipuladores se desplomarán de sus pedestales. Pero esos políticos y magnates saben muy bien que el arma más poderosa de la Tierra es el miedo, que con el miedo dominan y controlan, y es la que ellos manejan con astucia y malas artes. Únicamente es el miedo lo que nos impide que emprendamos la marcha hacia la libertad, hacia la felicidad y hacia la Paz interior.
Creo que ya es el momento de emprender la marcha, de romper las cadenas y de que te dirijas hacia el lugar de la felicidad. No quieras esperar a sentirte seguro para dar el paso, recuerda que cuando niño arriesgaste una y otra vez hasta que aprendiste a caminar, ahora es lo mismo. Las estrategias aprendidas no se olvidan nunca, como montar en bicicleta, tal