Facundo Quiroga. Ramón Torres Molina. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ramón Torres Molina
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789507546839
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mismo trataba de separarme con tiempo y sin perder mis amigos. Burlando la vigilancia de mis enemigos, que de todos modos trabajan en desconceptuarme hasta completar mi ruina, así es que combiné en que se recojan todas las armas.

      Para esto era preciso algún tiempo por las razones que diré. Todos saben la opinión que se ha formado del Comandante mi hermano don Miguel. Su prevención en que todos le suponen contra él a cuyo cargo está el armamento; era preciso que yo me viera con él y lo separaría del mando, pero con honor y dignidad...172

      En otra carta decía: dura cosa para mí tener que perseguir a un hermano y a un primo.173

      El mismo día y también desde La Rioja, Castro Barros escribió a Quiroga apoyando al gobernador Dávila:

      Amigo y dueño de mis afectos: me asiste el placer de nuestras vistas, que fue muy grande especialmente por la plausible circunstancia de haber Ud. cooperado tanto a la pacificación de nuestra Provincia, pero este de día en día se me disipa al ver sus cartas a nuestro Gobernador Dávila, en que manifiesta tanta desconfianza y estampa varias amenazas. Créame que esto llena mi alma de la mayor amargura, tanto más cuanto veo en éste jefe la mayor fe para con Ud. y su total resolución de cumplir todo lo prometido, pero tomándose el tiempo bastante para hacerlo con dignidad y pausa, de modo que no padezca su opinión, ni la de Ud. Ya sabe Ud. cuan sagrado es el juramento, pues yo se lo juro que es así, y que nada, nada se medita contra Ud. ni contra otra persona alguna, y todo el empeño es salvar el honor, y tranquilidad de nuestra Provincia, igualmente que el decoro del Gobierno, y la respetable opinión de Ud. Así pues es necesario que ponga un poco de paciencia y no haga caso de cuentos o hablillas, que le lleven los enemigos del orden pues yo salgo garante del cumplimiento de todo lo pactado, y no regresaré a Córdoba sin que todo se realice. El Comandante Dávila me escribe y significa su deferencia a todo lo dispuesto, y otro tanto hará en comandante Gordillo, pero siempre es conveniente verlos personalmente y hacerles entender todo el interés de la medida. La providencia relativa a Patquía se dio en el concepto que ese era el que venía de Ud., y convenía esa nueva Comandancia sin hacer designación alguna, ya que no es del resorte del Gobierno sino de la Junta Representativa de la Provincia.

      Mucho tengo que decirle pero ahora no me es posible porque además de los ejercicios públicos que estoy dando me ocupan otras atenciones. Lo haré después largamente, pero no puedo dejar de suplicarle que en sus comunicaciones al Gobierno se produzcan con más consideración, consultando a su máxima opinión y buen nombre, según la razón y la Religión lo demandan. Yo no querría que un subalterno mío lo tratase así, y la luz natural nos enseña que no debemos tratar a nuestros prójimos, sino del modo queremos nos traten ellos.174

      En marzo, ante las preparaciones que se hacen en ambas secciones de esa Provincia, el gobernador de San Juan, Salvador María del Carril, intentó una mediación.175 A fines de ese mes, continuando con su apoyo al gobernador, Castro Barros envió una extensa y dura carta a Quiroga, que significó el rompimiento entre ambos. Es la última carta de Castro Barros de esos años que se registra en el Archivo de Quiroga. Entre otras cosas, decía:

      …En esa noche llegó a mis manos su carta del 11 del mismo mes demorada en el camino por causas que ignoro: y en esta ver, contra todas mis esperanzas, su insistencia en la guerra civil, la cual destroza nuestra provincia y que se desentiende de apuntarme medio alguno de paz, no siendo el de la entrega de las armas que ya no es adaptable en las presentes circunstancias. Desde aquella noche ha sido extremada mi tristeza al ver el lastimoso estado de nuestra Provincia y sin arbitrio de remedio. Así pesaroso he aguardado el regreso del Sr. Gobernador, quién llegó ayer noche y me asegura que el Comandante de la Costa con su oficialidad se halla en la misma disposición que el de éste partido y exponen las mismas causas y razones, agregando que solo en el caso de desarmarse todos, y depositar en manos del Gobierno todo armamento, consentirán en semejante medida, a cuya solicitud se ha negado el gobernante. En consecuencia, sin desesperar todavía del remedio y confiado en Dios nuestro Señor y en María Santísima, me he encaminado a reiterarle mis comunicaciones y mis súplicas y me dirijo nuevamente a Ud. hablándole sobre la materia con todo el idioma de la sinceridad, de la amistad y del mejor deseo de la paz de nuestra desgraciada Provincia.

      …La Guerra civil que Ud. intenta es diametralmente opuesta al bien general de la Provincia, a los respetos del Gobierno, al interés particular de Ud. y al de cada uno de todos los ciudadanos… Al presente ya con solo su amago se ha esparcido una general inquietud en todos los pueblos de su comprehensión, y si se realiza se transformará toda ella en una confusa Babilonia, como sucede al presente con la desgraciada Provincia del Tucumán… Sobre todo el motivo sobre el cual Ud. apoya su guerra, cual es que el Gobierno no le entrega las armas que tiene quedándose indefenso y vendido a la voluntad de Ud. es un escándalo muy abultado y que en propios términos anula toda la majestad del Gobierno, abate su decoro y lo deja reducido a una imagen de cartón. Todo esto se conoce al primer golpe de una vista sensata y por lo mismo le contradije semejante solicitud apenas me la indicó.

      …Este fue el plan premeditado por el gobernante en aquella época y cuando para su realización con la mejor fe y sinceridad principiaba a dictar sus providencias, sus cartas intempestivas y llenas de amenazas y desconfianzas todo lo desconcertaron, y fijaron el principio de todas las desgracias que al presente llevamos. Por esta razón se me presenta su empeño tan extravagante y desencaminado que no atino a comprender como su penetración y la viveza de su ingenio no tropieza en semejante despropósito... Y que aun cuando Ud. prevaleciera en su empresa y destruyera la administración presente que Ud. mismo formó no encontrará un sujeto sensato de probidad y de honor que se encargue del gobierno de nuestra Provincia conservándola en paz entre tanta borrasca y dándole crédito como lo ha hecho al presente, en más de dos años que ha presidido. Si en tal caso Ud. mismo no se encarga del Gobierno, lo cual sería contrario a su honor, y a sus intereses, ningún otro ciudadano puede esperar mejor resultado que el actual gobernante, y por lo mismo mirará con horror semejante puesto, y aun cuando lo ocupe por temor o ambición, será un frío espectador de los intereses de la Provincia y solo se conducirá por la vía de complacer a Ud. sin cuidar de otra cosa.176

      En abril, la Junta Representativa de la Provincia intervino en el conflicto citando al gobernador Dávila y a Quiroga para que comparecieran ante ella, en forma personal o designando apoderados.177 Dos días después Dávila pidió la mediación del Gobierno de Mendoza. De ese pedido deriva la misión Corvalán y la intervención de San Martín. No fue iniciativa del Gobierno de Mendoza, o, en todo caso, el pedido de apoyo que solicitó Dávila a las provincias de Cuyo, el Gobierno de Mendoza lo transformó en mediación. En la explicación del conflicto decía Dávila al gobernador de Mendoza:

      …Como el Coronel Comandante de Los Llanos Don Juan Facundo Quiroga fue el principal agente de la libertad de la Provincia y de la presente administración ha merecido justamente mis especiales consideraciones, puedo asegurar a Ud. que su cooperación ha influido poderosamente al objeto de mis expresados votos hasta el próximo pasado diciembre, en que por su ausencia a la Provincia de Cuyo se introdujo en aquél partido el genio de la discordia y suscitó en él una revolución cuya tendencia en su principio apareció en contra de otro jefe y enseguida se declaró contra la autoridad de este Gobierno. Al efecto de sofocarlo, me valí de cuantos arbitrios me dictó la prudencia y mi ardiente anhelo por la paz, sin dispensarme el costoso sacrificio de presentarme en aquél partido, y entregarme a merced de su oficialidad, solo porque esto se me pedía como un precio de la pública quietud.

      Aunque esta medida colmó por aquel entonces la desconfianza que sin fundamento alguno se sentían contra el Gobierno y atrajo desde luego a la Provincia alguna tranquilidad, al presente se halla ésta amenazada por una tempestad mucho peor, resultado de que el mismo Coronel Comandante Quiroga instigado por su oficialidad, y conminando con la fuerza exige al Gobierno General le entregue todos los armamentos que tiene en su poder,