LAS MENTIRAS DE MEDEA El caso de los hermanos Rojo (2008)
No hay peor diligencia que la que no se hace
A nadie le enseñan a ser madre
El recuerdo de lo que nunca sucedió
Hurgueteando el sitio del suceso
81 LUTOS PARA EL BICENTENARIO El caso de la cárcel San Miguel (2010)
LA MUERTE ESPERA EN EL ANDÉN El caso de la balacera en Plaza de Maipú (2011)
Cuidado con el cierre de puertas
Dos homicidios para un suicida
A mi padre, Luis Biernay.
A mi hermano Richard Biernay.
Dos policías que escoltan estas crónicas.
Prólogo
“La ética no es otra cosa que la reverencia por la vida”, señaló alguna vez el médico, ensayista y premio nobel de la Paz Albert Schweitzer. No obstante ello, ese antiguo impulso humano que pretende desconocer sin más la profunda legitimidad del otro en cuanto el otro sigue vigente cual salvaje sin control y, a veces, desatado, termina por quitar el derecho más preciado de toda existencia humana: la vida misma. Es ahí donde el investigador policial entra en escena para contribuir a rescatar la justicia perdida y cimentar los caminos que conducen a la paz social y a la sana coexistencia humana.
En efecto, la historia de la criminalidad es tan antigua como el hombre mismo. Ahí está para ser revisada y aprender de ella, pues sus hechos nos permiten hurgar en lo más profundo de la conciencia humana y desde ahí tratar de entender al hombre en toda su complejidad. Aun con toda la tecnología logarítmica que ofrece hoy la sociedad de la información, los impulsos humanos que decantan en macabros homicidios constituyen un misterio difícil de resolver.
Pero ahí está el detective para escudriñar hasta en los recodos más oscuros del alma y, por medio del saber científico, llegar a la verdad y a la justicia. Por cierto que lo anterior es un reto sublime que jamás se constituye para un investigador policial en una utopía, sino en un desafío profesional siempre posible y necesario. En cada homicidio no solo hay