Tomando estos importantísimos aportes, Julián de Ajuriaguerra y su equipo suman elementos del psicoanálisis y desarrollan el papel de la función tónica no sólo como telón de fondo de la acción corporal, sino también como medio de relación con el otro.
Analiza las relaciones entre el tono y el movimiento, asociando el desarrollo del gesto con el lenguaje, y se transforma en el verdadero artífice de los principios clínicos de la Psicomotricidad, al describir inicialmente los síndromes psicomotores.
En ese interín se establecen los primeros métodos de tratamiento clínico. En tal sentido no debemos dejar de mencionar a E. Guilmain, quien tomando los postulados wallonianos y las concordancias psicomotoras, crea el primer método de evaluación psicomotora (1935).
Por eso, el tercer cuarto del siglo pasado se caracteriza por el proceso autónomo que se inicia en el ámbito de la Psicomotricidad y por la búsqueda de su propia identidad, destacando la figura fundamental de Ajuriaguerra y la de Diatkine. Estos autores consiguen aislar los distintos trastornos psicomotores, relacionarlos con otros síndromes y establecer con una base científica, los distintos tratamientos que se podían llevar a cabo con estos niños.
A partir de estos trabajos aparece en Francia, en el año 1960, la primera Carta de Reeducación Psicomotriz, que aportó la fundamentación teórica del examen psicomotor así como una serie de métodos y técnicas de tratamiento de los diversos trastornos motrices. Todos estos aportes constituyen la base de la disciplina, ya que se empiezan a tratar las disfunciones, se especifican objetivos y se establecen tratamientos.
Han tenido una importancia esencial la figura de Mme. Giselle Soubiran, discípula de Ajuriaguerra, especialista en métodos de evaluación psicomotriz y luego creadora del Instituto Superior de Reeducación Psicomotriz (ISRP), la primera formación profesional en Psicomotricidad en Francia (1967). O las contribuciones de René Zazzo y otros discípulos de Wallon como Irene Lezine, Liliane Lurcat, Tran Thong, continuadores de sus investigaciones, o los aportes de la Psicología Humanística, del Enfoque Centrado en la Persona de Carl Rogers o de la Bionergética de Wilheim Reich.
Se agregan también Louis Picq y Pierre Vayer, Huguette Bucher, Jean Le Boulch (con su método derivado de la Educación Física al que denomina Psicocinética); Bernard Acoutourier (Práctica Psicomotriz), André Lapierre (Psicomotricidad Relacional primero y Análisis Corporal de la Relación luego), Françoise Desobeau, Jean Bergés (con sus test de imitación del gestos y sus técnicas de relajación) y tantos otros, todos ellos investigadores y científicos provenientes de los campos de la Educación, la Reeducación y la Terapia, quienes crean y recrean distintos métodos, técnicas, aplicaciones clínicas y pedagógicas relacionadas con la Psicomotricidad.
También ha tenido notable influencia la presencia de psicomotricistas uruguayos, que con su formación desde hace más de treinta años dejan su huella en cada visita que realizan. Entre ellos el Lic. Juan Mila, las Lic. Claudia Ravera, Ana Cerutti, Mariela Pescelli, Cristina de León, solo por mencionar a algunos de ellos.
En la actualidad existen en distintos países de Europa, América y Medio Oriente, formaciones de postgrado (masters, diplomados, experticias, etc.). Entre ellos España, Francia, Italia, Bélgica, Portugal, Suiza, Alemania, Dinamarca, Brasil, Chile, México, Paraguay y Líbano.
Los orígenes y el desarrollo de la Psicomotricidad en nuestro país
Mientras tanto, en nuestro país, una de las introductoras de la temática fue una discípula de Ajuriaguerra y colega de Mme. Soubirán, la Prof. Dalila Molina de Costallat, quien luego de su formación y al regreso de Francia introdujo los primeros conceptos en nuestro medio, comenzando a formar docentes y profesionales, llegando a publicar sus experiencias a fines de los años sesenta.
Simultáneamente la Dra. Elsa Coriat investigó e instruyó a numerosos profesionales en la observación, evaluación e intervención en la infancia temprana e intentó que las autoridades universitarias se interesaran por la existencia de una formación profesional específica en Psicomotricidad.
Por su parte, el Dr. Bernardo de Quirós y el Dr. Orlando Schrager, durante mucho tiempo concientizaron a los profesionales sobre la importancia de la Psicomotricidad en los tratamientos de niños con problemas neurológicos y de aprendizaje.
En tanto que la Psicomotricista Velia Votadoro, hoy radicada en Francia, logró la emisión de un número de Cuadernos de Terapia Psicomotriz, con el aval de la Sociedad Internacional de Terapia Psicomotriz.
En el año 1977, bajo la iniciativa de la Dra. Myrtha Chockler, Noemí Beneito, Alicia Esparza y Amalia Petroli (estas últimas ya habían publicado sus experiencias en el ámbito educativo) y un grupo de profesionales, se crea la Asociación Argentina de Psicomotricidad, cuyos objetivos centrales son la divulgación de la disciplina y la formación de profesionales en los principios básicos de la profesión. De esta entidad fueron sus primeros presidentes la Dra. Chockler, la Prof. Débora Schojed y el Lic. Miguel Sassano.
Ello condujo poco tiempo después a la creación de la Escuela Argentina de Psicomotricidad, dependiente de la misma Asociación, durante más de veinte años prestigiado centro de formación de postgrado en Buenos Aires, dirigida sucesivamente hasta su desaparición por la Dra. M. Chockler, la Prof. Débora Ortiz, la Lic. Leticia González y la Prof. Celina Marini.
Además, entre los años 1979 y 1981 dicha asociación publicó tres números de la Revista de Psicomotricidad, afirmando el desarrollo de la disciplina en el país.
Mientras tanto, en la provincia de Córdoba, en su ciudad capital, el Instituto Dr. Domingo Cabred obtuvo la posibilidad de formar profesores en Psicomotricidad, siendo la primera institución del país que otorgara certificaciones terciarias con reconocimiento oficial.
A raíz de esta gran inquietud y el movimiento científico, en la década de los años ochenta llegan a Buenos Aires profesionales de la talla de Francoise Desobeau, Ivan Levrun, Bernard Aucouturier, Jean Bergés y Marika Bounes-Bergés a efectuar cursos en forma esporádica, que despertaron gran interés en los concurrentes.
Bajo la iniciativa de Nusha Teller y la Escuela de Técnicas Corporales y con el apoyo de la Asociación Argentina de Psicomotricidad, la Asociación de Musicoterapeutas Universitarios de la República Argentina (AMURA), la Asociación de Profesionales de Técnicas Corporales (APTELEC), el Centro de Egresados de Psicopedagogía de Consudec (CEPCO) y la Primera Escuela de Psicología Social, se logra que André Lapierre y después sus discípulos Anne Lapierre, Nuria Franch y Víctor García realicen durante muchos años una formación que comenzó siendo para profesionales, derivando luego en un proceso terapéutico.
Luego este grupo da lugar a la creación de la Asociación de Psicomotricidad Relacional (APRA), cuya primera presidente fue la Lic. Mirta Correia. Al dejar de existir esta entidad, se encarga de las visitas a Buenos Aires la Sociedad Internacional de Análisis Corporal, que toma esta orientación en consonancia con la evolución del pensamiento de su presidente, el propio Lapierre.
A principios de los años noventa aparece la segunda publicación de la especialidad. Así, durante trece números los Cuadernos de Psicomotricidad y Educación Especial, dirigidos por Miguel Sassano y Pablo Bottini se convierten en un fundamental instrumento de divulgación. Del mismo modo sucede con La Hamaca, publicación de Fundari, dirigida por Mirtha Chockler.
A mediados de dicha década se crea en Buenos Aires la Escuela de Psicomotricidad Relacional “André Lapierre”, bajo la dirección de Mirta Alfano, Teldy Zayuelas y Miguel Sassano, quienes siguiendo las directivas y supervisión del mismo Lapierre, forman una sola promoción de Psicomotricistas Relacionales desapareciendo luego de ello.
Sobre el final del decenio se crean otras