[1] En julio de 1912 Mussolini irrumpió como líder político en el Congreso del Partido Socialista. Meses después, conquistaba la dirección del Avanti!, el periódico partidario. [N. de E.]
[2] Mariátegui alude al sorpresivo episodio de ocupación y creación del Estado Libre de Fiume (en la actual ciudad croata de Rijeka) entre 1919 y 1920 por parte de un ejército irregular que lideraba el escritor italiano Gabriele D’Annunzio. Italia reclamaba esa y otras zonas de las costas del Adriático, negadas en el teatro de negociaciones posbélicas de Versalles. La “aventura de Fiume” concitó gran atención de la prensa mundial, y espoleó a la opinión pública nacionalista y protofascista. [N. de E.]
[3] Referencia al aceite de ricino, sustancia que los grupos fascistas obligaban a tomar a sus enemigos para que “purgaran” sus ideas. [N. de E.]
[4] Asamblea Constituyente, surgida de la reunión del Consiglio degli Ottimi y el Consiglio dei Provvisori del Parlamento de Fiume. [N. de E.]
[5] Véase “Poetas nuevos y poesía vieja”.
[6] La denominada “marcha sobre Roma” fue el asalto al poder del movimiento fascista en octubre de 1922. [N. de E.]
[7] El asesinato del líder socialista Giacomo Matteotti en 1924 representó una escalada en la represión de la oposición al fascismo. Por la conmoción que causó en un principio (momento en que Mariátegui escribió este ensayo), debilitó al régimen de Mussolini, aunque finalmente abrió las puertas a la instauración de un gobierno de tipo dictatorial bajo su mando. [N. de E.]
[8] Alusión a Petrarca (es el final de “Italia mia, benché…”, Canzoniere, 128). [N. de E.]
[9] La batalla de Vittorio Veneto, ocurrida en 1918, marcó el triunfo de Italia sobre el Imperio Austro-Húngaro en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. [N. de E.]
[10] Kurt Suckert se haría célebre con el seudónimo Curzio Malaparte. [N. de E.]
[11] La separación en 1924 del fascista Francesco Giunta del alto cargo que ocupaba en el Parlamento incentivó el accionar del brazo más radical del movimiento. [N. de E.]
[12] El Directorio militar fue un órgano de gobierno instituido en 1923, en la primera etapa de la dictadura de Primo de Rivera en España. [N. de E.]
[13] Alusión al Tartarín de Tarascón del escritor francés Alphonse Daudet. [N. de E.]
[14] Es una variación a partir de Mateo 10,34. [N. de E.]
Hechos e ideas de la Revolución Rusa
Trotski
Trotski no es solo un protagonista, sino también un filósofo, un historiador y un crítico de la Revolución. Ningún líder de la Revolución puede carecer, naturalmente, de una visión panorámica y certera de sus raíces y de su génesis. Lenin, verbigracia, se distinguió por una singular facultad para percibir y entender la dirección de la historia contemporánea y el sentido de sus acontecimientos. Pero los penetrantes estudios de Lenin no abarcaron sino las cuestiones políticas y económicas. Trotski, en cambio, se ha interesado además por las consecuencias de la Revolución en la filosofía y en el arte.[15]
Polemiza Trotski con los escritores y artistas que anuncian el advenimiento de un arte nuevo, la aparición de un arte proletario. ¿Posee ya la Revolución un arte propio? Trotski mueve la cabeza. “La cultura” –escribe– “no es la primera fase de un bienestar: es un resultado final”. El proletariado gasta actualmente sus energías en la lucha por abatir a la burguesía y en el trabajo de resolver sus problemas económicos, políticos, educacionales. El orden nuevo es todavía demasiado embrionario e incipiente. Se encuentra en un período de formación. Un arte del proletariado no puede aparecer aún. Trotski define el desarrollo del arte como el más alto testimonio de la vitalidad y del valor de una época. El arte del proletariado no será aquel que describa los episodios de la lucha revolucionaria; será, más bien, aquel que describa la vida emanada de la revolución, de sus creaciones y de sus frutos. No es, pues, el caso de hablar de un arte nuevo. El arte, como el nuevo orden social, atraviesa un período de tanteos y de ensayos. “La Revolución encontrará en el arte su imagen cuando cese de ser para el artista un cataclismo extraño a él”. El arte nuevo será producido por hombres de una nueva especie. El conflicto entre la realidad moribunda y la realidad naciente durará largos años. Estos años serán de combate y de malestar. Solo después que estos años transcurran, cuando la nueva organización humana esté cimentada y asegurada, existirán las condiciones necesarias para el desenvolvimiento de un arte del proletariado. ¿Cuáles serán los rasgos esenciales de este arte futuro? Trotski formula algunas previsiones. El arte futuro será, a su juicio, “inconciliable con el pesimismo, con el escepticismo y con todas las otras formas de postración intelectual. Estará lleno de fe creadora, lleno de una fe sin límites en el porvenir”. No es esta, ciertamente, una tesis arbitraria. La desesperanza, el nihilismo, la morbosidad que en diversas dosis contiene la literatura contemporánea son señales características de una sociedad fatigada, agotada, decadente. La juventud es optimista, afirmativa, jocunda; la vejez es escéptica, negativa y regañona. La filosofía y el arte de una sociedad joven tendrán, por consiguiente, un acento distinto de la filosofía y del arte de una sociedad senil.
El pensamiento de Trotski se interna, por estos caminos, en otras conjeturas y en otras interpretaciones. Los esfuerzos de la cultura y de la inteligencia burguesas están dirigidos principalmente al progreso de la técnica y del mecanismo de la producción. La ciencia es aplicada, sobre todo, a la creación de un maquinismo cada día más perfecto. Los intereses de la clase dominante son adversos a la racionalización de la producción; y son adversos, por ende, a la racionalización de las costumbres. Las preocupaciones de la humanidad resultan, sobre todo, utilitarias.
El ideal de nuestra época es la ganancia y el ahorro. La acumulación de riquezas aparece como la mayor finalidad de la vida humana. Y bien. El orden nuevo, el orden revolucionario, racionalizará y humanizará las costumbres. Resolverá los problemas que, a causa de su estructura y de su función, el orden burgués es impotente para solucionar. Consentirá la liberación de la mujer de la servidumbre doméstica, asegurará la educación social de los niños, libertará al matrimonio de las preocupaciones económicas. El socialismo, tan motejado y acusado de materialista, resulta, en suma, desde este punto de vista, una reivindicación, un renacimiento de valores espirituales y morales, oprimidos por la organización y los métodos capitalistas. Si en la época capitalista prevalecieron ambiciones e intereses materiales, la época proletaria, sus modalidades y sus instituciones se inspirarán en intereses e ideales éticos.
La dialéctica de Trotski nos conduce