Des/venturas de la frontera. Menara Guizardi. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Menara Guizardi
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789563572018
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libros, tesis y capítulos) y, al revisarlos, constató que la gran mayoría de los estudios socio-antropológicos sobre el tema se había publicado solamente a partir de los años 2000. Observó también otras curiosidades sobre estos trabajos. Por ejemplo, en ellos se repetía muy frecuentemente que no habría existido migración latinoamericana relevante en Chile hasta fines de los 90, y que fue la democratización del país, junto con el ciclo de crecimiento económico que ella detonó, lo que supuestamente lo habría convertido en un destino prioritario de la migración regional4 (Araujo et al., 2002: 8; Erazo, 2009: s/n; Jensen, 2009: 106; Martínez, 2005: 109; Poblete, 2006: 184; Santander, 2006: 2).

      Esta última afirmación, no obstante, parecía algo incierta y desacertada cuando los datos empíricos sobre la migración en Chile eran contrastados con informaciones de otra escala, referentes a los flujos migrantes en el contexto latinoamericano más amplio o, incluso, comparados a las estadísticas migratorias de los países vecinos. Al hacer estos ejercicios comparativos, uno daba cuenta de que Chile no se había configurado como un destino migratorio prioritario: ni en América Latina, ni tampoco en Sudamérica. En 2015, Chile ocupaba el quinto lugar entre los países sudamericanos en proporción de migrantes, detrás de Guyana Francesa, Surinam, Argentina y Venezuela (Rojas-Pedemonte y Silva-Dittborn, 2016: 10-11). Contabilizando la migración en números absolutos, el cuadro era semejante. Chile era el cuarto país en cantidad de migrantes en Sudamérica (con 469.000 personas) (UN, 2015b). El primer lugar lo ocupaba Argentina (con 2.086.000 migrantes), seguida de Venezuela (1.404.000 personas) y Brasil (713.000) (UN, 2015b). Según datos del último censo, Chile cuenta con 746.465 migrantes, lo que equivale a un 4,35 % de su población (INE, 2018) y sigue sin ser el principal destino en Sudamérica (posición aún ocupada por Argentina).

      Si bien los migrantes aumentaron significativamente en Chile en números absolutos entre 1990 y 2016, diversificándose también sus orígenes nacionales, la migración sigue siendo proporcionalmente modesta en el país. Chile presentó un porcentaje de migrantes internacional del 2,3 % sobre el total poblacional en 2014 (Rojas-Pedemonte y Silva-Dittborn, 2016: 10), por debajo de la media internacional del 3,3 % en aquel año (UN, 2015a: 1), y por debajo de la media en los países autoproclamados “desarrollados” (que giraba alrededor del 11,5 %) (Rojas-Pedemonte y Silva-Dittborn, 2016: 10). Es solo en 2017 que el país supera la media internacional de migrantes en el mundo.

      Según el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de la Dirección para la Comunidad de Chilenos en el Exterior y del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 2004 había 857.781 chilenos emigrados (Dicoex, 2005: 11). Estos mismos organismos proyectaban que este número bordearía los 900.000 en 2016. Contrastando los datos numéricos sobre la entrada de extranjeros con los de salida de chilenos, llegamos a un cálculo matemático bastante clarificador: para cada migrante internacional en Chile, había aproximadamente dos chilenos afuera. Actualmente, esta proporción es de uno para uno.

      En los trabajos revisados, se afirmaba reiteradamente, además, que esta nueva migración (notoria en Chile de los 90 en adelante) sería transfronteriza y andina (principalmente peruana), que estaba feminizada y que se dirigiría casi exclusivamente al centro del país (a la capital, Santiago). Las dos primeras de estas afirmaciones son efectivamente respaldadas por datos contrastables. En Chile, los peruanos aparecen en los censos como el colectivo nacional predominante desde 2002, correspondiendo en 2016 al 31,7 % de la migración registrada (Rojas-Pedemonte y Silva-Dittborn, 2016: 14). Por otro lado, de acuerdo con la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional de Chile [Casen] (2013: 7), entre 2009 y 2013, la composición de la población migrante internacional femenina pasó del 51,5 % al 55,1 %.

      Pero la tercera afirmación, aquella que retrata a la migración como un fenómeno capitalino, parecía bastante cuestionable por dos razones. La primera de ellas, debido a su incoherencia con la experiencia de Guizardi y otros miembros de nuestro equipo de investigación, que vivían y hacían trabajo de campo en el norte de Chile, donde la presencia de migrantes peruanos y bolivianos era un hecho histórico y cotidiano ineludible. La segunda de ellas, debido a que, de los setenta y seis trabajos revisados, setenta y dos se apoyaban o bien en informaciones censales, o bien en estudios de caso realizados solamente en Santiago. Solo cuatro estudios habían efectivamente llevado a cabo investigaciones cualitativas o cuantitativas en otros espacios del territorio chileno. Pese a lo anterior, en estos setenta y dos trabajos se presentaban con increíble vehemencia a los resultados como válidos “nacionalmente”, “en Chile” (Guizardi y Garcés, 2014a: 231).

      Ellos operan una transvaluación, es decir, asumen que los elementos observados en el estudio de caso –que dependen marcadamente de un contexto específico, con su específico set de relaciones, movimientos y ubicaciones– son representativos de realidades, relaciones, territorios y fenómenos más amplios de lo que realmente pueden representar, definir o significar […]. Paradójicamente, esta generalización compulsiva de lo que ocurre con la migración peruana en Santiago –la nacionalización metonímica de las conclusiones obtenidas en este contexto social determinado– termina provocando el proceso de progresivo encubrimiento, condensación y aglomeración de las particularidades contextuales del fenómeno estudiado, lo que le hace perder su riqueza particular (Appadurai, 2000: 150). En otras palabras, la contribución más pertinente de estos estudios –su capacidad de apuntar la configuración localizada, particular y única en Santiago de un fenómeno globalmente generalizado, observado en incontables ciudades del mundo, como lo es la migración internacional– es oscurecida por un mecanismo incoherente de generalización, incurriendo en otra distorsión a la que Appadurai (2000: 150) denominó focalización (Guizardi y Garcés, 2014a: 234).

      Paralelamente a estas distorsiones, también producía algo de inquietud el hecho que la mayoría de los trabajos llevados a cabo en Santiago estuvieran centralmente dedicados a aspectos específicos de la dimensión femenina del fenómeno. Que no nos malinterpreten lectoras y lectores: la centralidad atribuida a la cuestión femenina está lejos de ser un problema. No solamente estamos de acuerdo con este énfasis, sino que, además, lo endosamos en nuestro estudio. Lo que nos causa cierta suspicacia con relación a estos estudios son más bien las prácticas discursivas relacionadas a las formas de enunciar a las migrantes. La mayoría de los trabajos se centraba en las peruanas que trabajaban en los servicios domésticos en Santiago, pero reiteraba los santiaguismos metodológicos al retratarlas como “las mujeres migrantes en Chile”.

      Por otro lado, es posible argüir que este énfasis en las mujeres peruanas expresaba