Orígenes y desarrollo del fútbol en el Uruguay. Juan Carlos Luzuriaga. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Carlos Luzuriaga
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789974877108
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mismo tiempo que apoyaba leyes sociales y favorables a los trabajadores en su conjunto, como fue la de las 8 horas, en 1915. Su propuesta fue conocida al poco tiempo como batllismo, y sus seguidores, como batllistas. La prédica de sus adversarios, los blancos o nacionalistas, logró el anhelado voto secreto.

      La Compañía del Ferrocarril

      Para los años ochenta, en el mundo se había consolidado el predominio económico de Gran Bretaña.

      En el Uruguay, el gobierno de Lorenzo Latorre había afianzado las buenas relaciones entre los intereses económicos británicos y los círculos dirigentes del país. Santos había continuado esa política con la solicitud de empréstitos en Londres. En 1865 se formó la Compañía del Ferrocarril Central, con capitales nacionales aportados por orientales y, entre otros extranjeros, británicos residentes. El mayor accionista de la empresa fue el propio gobierno, que así manifestaba su interés en el tema. A fines de 1877 los títulos y concesiones de esta empresa se transferían a la Central Uruguay Railway Company of Montevideo, Limited, que a partir del 1.o de enero de 1878 sería presidida por Francis Parish.

      El ferrocarril en manos británicas aportó de forma relativa a los intereses del Uruguay. La inversión de capital beneficiaba mayormente a Gran Bretaña, donde se compraban locomotoras, vagones, rieles, maquinaria diversa y carbón. Se aseguraba una rentabilidad mínima del 7 % anual a unos inversores que en su país no podían aspirar a más de un 3 %. Aunque ambos países se beneficiaban, el que más lo hacía era Gran Bretaña. El desarrollo ferroviario era en muchos sentidos el paradigma del futuro.

      Según el periódico británico The Economist en 1884, la inversión británica en el Uruguay era, en relación con la población y la superficie, la mayor de América del Sur.

      La comunidad británica

      Los años de la Guerra del Paraguay y los siguientes afirmaron el poderío de los comerciantes británicos en el Uruguay. Su prosperidad se evidenciaba en las quintas que edificaban y en su sentido gregario. En 1857, con el aporte de la colectividad, se inauguraba el Hospital de Extranjeros, que con el tiempo se conocería como Hospital Británico.

      Las colonias extranjeras pequeñas pero poderosas, como la alemana y particularmente la británica, exhibían el orgullo de su nacionalidad y creaban cámaras de comercio y diversos tipos de asociaciones —como The English Club, fundado en 1868— que en la práctica excluían a los criollos. Eran sociedades marcadamente endogámicas. Los inmigrantes británicos y sus descendientes, aunque se insertaran en la sociedad uruguaya, no se fundían con ella; continuaban exhibiéndose como británicos, con características distintivas.

      Para 1875 la colectividad británica en el Uruguay contaba con su cementerio, su iglesia, su hospital, varias sociedades benéficas y diversos clubes —uno social, uno de críquet y uno de remo—, además de una pista de carreras. Existían otras instituciones, como la logia masónica Acacia Lodge, a la que pertenecía lo más selecto de la comunidad. Tenía sus medios de prensa, como el Montevideo Times y el Uruguay News, y cada tanto armaba conjuntos de actores de teatro y músicos aficionados.

      Sin embargo, más allá de los oropeles de los comerciantes y de los emprendimientos culturales, era en la Asociación Rural del Uruguay donde más se destacaban los británicos; un quinto de los miembros fundadores eran de ese origen. Sus propiedades se ubicaban preferentemente en Río Negro y Paysandú, las tierras más fértiles y valiosas del litoral oeste. En Montevideo los lugares clave se concentraban en la Ciudad Vieja: muy cerca de la costa estaba el Templo Inglés; en Treinta y Tres entre Buenos Aires y Reconquista, la Legación Británica; en Sarandí e Ituzaingó, el Hotel Pyramides, lugar elegido por muchos británicos para sus actividades y celebraciones.

      Gran Bretaña era por entonces un modelo de civilización. Tanto su filosofía económica como sus formas de vida y cultura suscitaban respeto y admiración entre los uruguayos, no solo en las elites ilustradas, sino en todos los grupos sociales. Los ingleses eran muy conscientes de esta situación privilegiada.

      Además, la sociedad británica de fines del siglo XIX y la Belle Époque exportaban una imagen que devendría clásica: el inglés flemático y puntual. Es Phileas Fogg, el caballero gentil al que Jules Verne dio vida en La vuelta al mundo en ochenta días, y tras él la presencia imponente del imperio.

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      III

      EL SURGIMIENTO DE LOS CLUBES:

      LA MATRIZ BRITÁNICA

      Los primeros clubes: críquet y remo, 1860-1890

      La práctica de los deportes modernos partió de la colectividad británica. Su difusión en la sociedad uruguaya siguió la misma lógica que en Gran Bretaña y en otros países: desde las elites, en cascada, hacia el resto de la población.

      En tiempos de la Guerra Grande se registraron los primeros intentos de actividad deportiva a través de residentes ingleses en Montevideo, pero se debió esperar hasta la década del sesenta para ver el surgimiento de las primeras entidades estables.

      El Monte Video Cricket Club (MVCC), fundado el 18 de julio de 1861, tuvo un papel clave en el desarrollo de los deportes en el país. Formado por sportsmen británicos, se dedicó al críquet, aunque no desdeñó la práctica del rugby y del fútbol. Fueron sus colores amarillo y azul a franjas horizontales en críquet, fútbol y rugby, con la variante de camisa amarilla con mangas azules. En los años ochenta adquirió para sus actividades un campo al que sus propietarios denominaron The English Ground, ubicado donde hoy está el Hospital Militar, zona conocida como La Blanqueada. Ese campo —una hectárea rodeada de cercos— fue mejorado con un rancho y un pequeño palco. En los alrededores había numerosas quintas y chacras.

      El 8 de mayo de 1874 surgió una nueva institución deportiva de residentes británicos, un club de remeros: el Monte Video Rowing Club. Algunos de sus fundadores estaban relacionados con las actividades del mar y del puerto, y otros eran ya socios del Cricket Club. Este último había importado, por la época de la aparición del Rowing, elementos para la práctica de rugby y fútbol. Como muchos recordarían décadas después, el primer partido entre estas instituciones se jugó en 1878.

      En diciembre de 1880 una publicación interna del Rowing Club informó que el 14 de ese mes se disputarían en La Blanqueada unos Juegos Atléticos. Incluían carreras de 120 y 130 yardas, cinchadas de cuatro contra cuatro y finalmente se llamaba a patear el football (dropkicking the foot ball), lo que sugiere que jugarían rugby. En junio del año siguiente se anunció en el Eco del Rowing un partido para las tres de la tarde del jueves 16, entre los socios del Rowing y del Cricket. El clima de camaradería y el propósito social son claros en toda la nota.

      La revancha de este match fue disputada dos semanas después, el 29 de junio. Las noticias señalan la presencia de numerosa concurrencia femenina pese al mal tiempo, así como la jerarquía de los árbitros, «el honorable ministro de S. M. Británica y el simpático caballero Mr. Chevallier Boutell». (En todas las citas se ha actualizado la acentuación.)

      El MVCC venció al Rowing por 1 a 0 en el primer cotejo y por 2 a 0 en el segundo. El score corresponde a un partido de fútbol actual y también al que se estilaba en el rugby de esos años, distinto al de nuestros días, tal como lo señaló oportunamente Ceibal Regules, historiador de ese deporte en nuestro país.

      La agenda se adecuaba al clima y la comodidad de los players. El críquet se jugaba de diciembre a marzo, y el fútbol, de febrero a octubre. Estas actividades estaban circunscritas a los británicos, fueran residentes o visitantes.

      Los colegios ingleses, el tiempo de los gentlemen

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