Honorables. Rossana Dresdner Cid. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rossana Dresdner Cid
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789560012821
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      –Bien… él fue muy atento.

      –O sea que eso se arregló.

      –Sí… o sea, más o menos. Me envió la información, pero a mi juicio sigue estando incompleta: no se entienden los gastos del Canal.

      –Ya veo. Déjame verlo con él. Le voy a pedir que te ayude en lo que pueda. Pero déjame verlo yo. Acá la gente se pone muy quisquillosa cuando se empieza a pedir información. No están acostumbrados. Y menos si se la pide alguien que no conocen, como tú. He sabido que estás haciendo una revisión acuciosa de información en la Dirección de Comunicaciones. Me parece muy bien, pero probablemente habrá cosas que no entiendas o que creas que hay que mejorar, o incluso cambiar…

      –Bueno, he estado revisando papeles….

      – Mmm… ¿Me pregunto si será necesario hacer todo eso de inmediato? Puede ser percibido como un poco agresivo… como una suerte de investigación. Y generarte malos ratos. Te sugeriría que vayas de a poco, conozcas a la gente primero, sobre todo que los diputados te conozcan… y luego lleves adelante tus planes.

      Tanto Bernardo como el Prosecretario me habían dicho que debía hacerme conocida entre los diputados. Presentarme, ponerme «a su disposición». Preguntarles si necesitaban ayuda en algo especifico. Y, en lo posible, lograr que me dieran un encargo lo suficientemente simple como para cumplirlo de manera rápida, y lo suficientemente importante para ellos como para que se sintieran agradecidos. Como eran 120, la sugerencia era priorizar a aquellos honorables con influencia y que podían hacer la diferencia a la hora de necesitar apoyo. Yo no entendía esta necesidad de buscar «apoyos». Me sonaba como una lógica electoral. En mi óptica, el apoyo a mi gestión debía ser el resultado de los logros de la misma, que yo presentaría cada tres meses ante la Comisión de Comunicaciones.

      –¿Tú crees que debo esperar para proponer cambios? –pregunté–. Porque eso fue lo que pedían en el proceso de selección…

      –Javiera… debes entender que acá no todo es tan absoluto. Por ejemplo, una cosa es lo que algunos diputados dicen que se debe hacer, porque es de sentido común, como por ejemplo, mejorar las comunicaciones. Pero otra es lo que se hace. Y no siempre coincide. Porque lo correcto no siempre es prioridad. Algo así trató de decirte el diputado Dalmazzo cuando te fue a ver a tu oficina.

      Lo quedé mirando, incrédula.

      –¿Tú sabías que fue a mi oficina?

      –Por supuesto que lo sé. Pero no te lo tomes a pecho. El diputado puede ser bastante impetuoso, eso todos lo sabemos, pero no es una mala persona. Él solo está preocupado porque hay gente dentro de Comunicaciones, de la que él es amigo, que a su vez está preocupada por la forma en que estás entrevistando a todos y pidiendo información. Y él, seguramente no de la mejor manera, quiere ayudarlos.

      –¿Ayudarlos? ¿A qué? Pero si solo quiero interiorizarme de cómo funciona todo. Entre otras cosas porque hay muchos temas que no entiendo, algunos de los cuales tienen que ver con mi gestión. No entiendo que alguien se preocupe por eso.

      –Ya lo entenderás. Esto es política… Yo coincido en que hay cierto desorden. Pero te pido que antes de sacar conclusiones, lo veas conmigo primero. No te quepa duda de que solucionaremos todo. Pero juntos. Y de a poco. Y quiero que sepas que cuentas con todo mi apoyo, Javiera, porque es muy importante que tengas éxito en tu labor. Mi oficina está siempre abierta: ven cuando quieras. Sé que harás una gran labor; leí tu currículum y de verdad es un honor para nosotros contar con una profesional de tu nivel. Serás un gran aporte. Ahora te pido que me disculpes porque me esperan en la Sala.

      Volvió a su escritorio mientras llamaba a su secretaria. Comenzó a sonar el timbre que anunciaba el inicio de la sesión.

      –Tenía varios puntos que quería ver contigo –contesté–. Aspectos técnicos de mi contrato y otros de funcionamiento.

      –Velos con el Fiscal, o con Carmen, o con Bernardo… ¿no le dije a Bernardo que te contara cómo funciona todo? No me digas que no lo ha hecho, porque lo llamo de inmediato. Ése es muy bueno para sacar la vuelta y no hacer nada.

      –No, no Bernardo ha sido de gran ayuda…

      –Bueno, lo otro velo con el Fiscal, o con Carmen. Ella te dirá con quién debes resolver cualquier duda. Y por supuesto, si necesitas conversar conmigo de nuevo, por favor, estoy a tu disposición. Pero tenme paciencia, porque los honorables siempre me mantienen muy ocupado.

      Me quedé de pie unos segundos. Luego pregunté:

      –¿Y tú sabes lo que me dijo el diputado Dalmazzo? ¿Y cómo lo dijo?

      –Supongo que lo sé. O me lo imagino. Mira, te reitero, no lo tomes a pecho. Él es así. Algunos te podrán haber dicho que es una situación de maltrato, que hay que llevarlo a la Comisión de Ética y esas cosas, pero no te lo recomiendo. Porque vienes recién llegando y los diputados pueden hacerse la idea de que eres una persona problemática. Y eso no es bueno. Además, para eso necesitas tener testigos.

      –Bernardo es testigo. Estaba en mi oficina.

      Se puso serio. Muy serio. Diría que se molestó.

      –Bernardo no es testigo de nada. Tiene una larga historia de descrédito en la Cámara, entre los diputados y entre sus propios compañeros. No te lo recomiendo como aliado. Debes acercarte a gente que te convenga, que te pueda abrir puertas. Ya aprenderás.

      Se puso de pie, tomó unos papeles y me dio un beso en la mejilla. La reunión había terminado.

      Salí al pasillo.

      Abajo, en el hall El Pensador, se comenzaba a juntar la gente de la prensa en torno a lo que serían las pautas del día.

      No supe si me había ido bien o mal. Pero pensé que efectivamente tenía que comenzar a generar alianzas. Y conseguir apoyos. Hacer una lista con los diputados a los que debía hacer una visita. Quizás Bernardo me podía ayudar.

       4. Necesitamos logros, eventos y titulares

      Javiera Koch

      –Pase, Javiera. Y disculpe la espera, pero los diputados siempre quieren que uno vea sus temas de inmediato. Pero eso usted lo sabe mejor que yo.

      El Presidente Cruz me recibió ayer. No porque le estuviera solicitando una reunión desde hace un mes, sino porque quería que lo apoyara con la denuncia de El Mirador sobre los diputados que adeudaban las cotizaciones de sus trabajadores, noticia donde él era protagonista. Me lo dijo Francisca Reyes, su jefa de gabinete, cuando me llamó. Con un tono imperativo.

      –El Presidente quiere que venga a su oficina dentro de media hora para hablar un tema de comunicaciones.

      –¿Podrá ser un poco más tarde? Tengo una reunión de trabajo con todo mi equipo a esa hora.

      –Pues tendrá que cambiar su reunión. La esperamos a las tres y media.

      Era coherente con lo que Pesutic había dicho de ella: que tenía mal carácter, era ambiciosa y estaba enamorada del Presidente. Y que había sufrido la misma metamorfosis que todos los asesores de diputados que llegaban a la Presidencia: «por un año, son los empleados más importantes y con más poder de toda la institución. Es su minuto de gloria y lo hacen valer. Y, como son unos pobres peleles, se ponen insoportables y manduquean a todo el mundo».

      Así es que cambié mi reunión y subí a Presidencia.

      –Usted dirá en qué lo puedo ayudar, Presidente –le dije después de presentarme y confirmar que no tenía idea de quién era yo.

      –Me dice Francisca que usted es la nueva Directora de Comunicaciones y que ve los temas institucionales. Pues bien, necesito que me ayude, porque, como habrá visto en la prensa, me acusan de algo que no es verdad. Y creo que debemos responder como Corporación. Para que no queden dudas de las responsabilidades.

      La oficina de la Presidencia se suponía elegante.