Jerónima. Ana María del Río. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana María del Río
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9789561234536
Скачать книгу

      Viento Joven

      I.S.B.N. edición impresa: 978-956-12-3283-9.

      I.S.B.N. edición digital: 978-956-12-3453-6.

      2ª edición: junio de 2019.

      Editora General: Camila Domínguez Ureta.

      Editora Asistente: Camila Bralic Muñoz.

      Director de Arte: Juan Manuel Neira Lorca.

      Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.

      © 2018 por Ana María del Río.

      Inscripción Nº 293.231. Santiago de Chile.

      Derechos exclusivos de la presente edición reservados para todos los países.

      Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

      Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.

      Teléfono (56-2) 2810 7400.

      E-mail: [email protected] / www.zigzag.cl

      Santiago de Chile.

      Diagramación digital: ebooks Patagonia

      www.ebookspatagonia.com | [email protected]

      El presente libro no puede ser reproducido ni en todo ni en parte, ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-Rom, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción, sin la autorización escrita de su editor.

      Índice

       Primera parte

       Segunda parte

       Tercera parte

       Cuarta parte

       Quinta parte

       Sexta parte

       Séptima parte

       Octava parte

       Novena parte

       Décima parte

       Undécima parte

      PRIMERA PARTE

      1863

      1

      La calle se ve negra en esta noche del año 1863. Es el aniversario de la apertura del Teatro. Una ocasión solemne.

      Estoy en el centro del universo, infinitamente pequeña, en medio de la noche. Siento a mi solo corazón en el punto medio de algo, no sé, tal vez en el centro del miedo, de la felicidad, todo junto.

      Lustrosos, como bichos oscuros, los coches se mueven lentos bajo el aire helado. No sé por qué hace tanto frío. Hay tantos coches que apenas se puede circular en esta noche. Calesines, forlones, todos cerrados, parecen cucarachas grandes. Los caballos se mueven, con las narices húmedas, inquietos.

      Todos se han dado cita en el Teatro Municipal. Veo el coche de los Valdés, el de la Martina Barros, el de los Amunátegui, el coche viejo de los Egaña, el de los Urmeneta, el de los Vial, los Subercaseaux, los Echaurren, los Errázuriz, los Eyzaguirre. El Teatro estará repleto, pienso.

      Que estén todos, qué importa. Lo único que sé es que voy atrasada. Y que esta noche es demasiado importante para mí. Ojalá que no haya sonado el tercer gong. Juan Pino, el cochero, no se apura. Va a tranco lento, sin importarle mi agonía.

      –Juan, por favor, ¿podrías ir un poquito más rápido? –le digo con mi voz más encantadora.

      Pero ni siquiera se da vuelta a mirarme. Sé por qué. Está enojado. Tuvo que salir de la cama para venir a dejarme al Teatro Municipal. Tuvo que sacar el coche grande y enganchar de nuevo los caballos, bajo el frío. Aunque tampoco debería estar tan enojado. Venir a dejarme al Teatro es una excusa perfecta para él. Lo conozco. No se quedará esperándome en el pescante. Va a ir a tomarse uno, dos, cinco vasos de pipeño, allá, al garito de la calle Matucana. Llegará, después de la ópera, a buscarme, rojo como tomate, moviéndose lento como un buzo en el fondo del mar, rezongando. Juan Pino siempre está rezongando por algo.

      Me subo un poco el escote, hundiendo los hombros. Pero después cambio de idea, me enderezo y me subo los pechos, resaltándomelos. Ya que el traje es escotado, que me vean escotada. Que digan lo que quieran. Igual lo harán. Ya he pasado por la inspección moral de mi casa. Las tías Ovalle me miran con el vestido puesto, el pelo suelto, con la orquídea que me ha regalado el Tata y se llevan las manos a la cabeza.

      –Esta niñita es un desastre, Pedro –dicen–. Mírale el pelo, desmelenado. Y ese escote, por Dios. Si parece no sé qué. De todo, menos una niña como debe ser.

      Fantástico. No quiero parecer una niña como debe ser. Sé que el Tata no les hace caso. Porque las tías Ovalle no fallan: encuentran que todo es una indecencia. Con ellas, una va a la segura.

      Pero yo no transo. Será este vestido y ningún otro. Es el único que quiero llevar esta noche. Mi mejor vestido. El que me trajo Elisa de París.

      Elisa, pienso en un relámpago. Ojalá estuvieras aquí. Por qué tuviste que irte. Pero tenías razón. Siempre la tuviste. En realidad, no podías quedarte.

      Juan Pino huasquea con rabia a los caballos. Los trata horrible. Más bien, los maltrata. Sé que ellos lo detestan. Cualquier día lo matarán a coces mientras los esté herrando. Pero esta noche, ah, esta noche necesito que vuele. Apúrate, por favor, ruego en silencio. Que no me oiga. Si me ve ansiosa, frenará los caballos. Él es así.

      Me paro y me siento dentro del coche. Huele a hule viejo y está heladísimo. De verdad es una noche fría. El corazón salta como un animal escapado de mi cuerpo. Voy a verte. Sé que estarás ahí. Tienes que estar, amor.

      Sé que todo Santiago estará ahí. Dentro del Teatro Municipal, recién refaccionado. Familias conocidas, en los palcos con nombre. Los otros se agolparán en el gallinero, allá arriba, desde donde los cantantes se ven enanos, gritando, entusiasmados, coreando las arias de ópera que todos se saben: La donna è mobile, La traviata, El barbero de Sevilla de Rossini.

      Mierda, Juan Pino, por favor, corre más ligero, pienso.

      Al fin llegamos. Antes de detenernos me tiro a la vereda con el coche andando. Juan Pino se asusta.

      –Niña de porquería –rezonga.

      Me da lo mismo. Entro corriendo. No hay nadie en el hall. Han subido todos. Corro. Me tropiezo, me tomo el vestido con una mano, y me lo subo. No hay nadie en la gran galería de espejos ovalados. Corro a todo chancho por las inmensas baldosas blancas y negras. Tengo un calor horrible, mi cuello arde bajo el pelo suelto. Transpiro bajo el vestido de Worth traído por Elisa; mi pulso salta como un corzo y entro.

      Estoy sola en mi palco. Sin mamá, papá, hermanos. Soy hija única. La mamá se murió cuando yo nací. Mi papá se fue de la casa del Tata esa misma noche. Nunca quiso conocerme. Pasó toda su vida en Punta Arenas administrando tierras del Tata. Murió el año pasado. Me encogí de hombros cuando me lo dijeron. Hoy se termina el luto y es mi cumpleaños.