3. Esta situación corresponde a diferencias culturales y niveles de vida que se pueden registrar según sea la población indígena o ladina, aunque el registro de las diferencias no puede practicarse exclusivamente entre la población que habla lenguas indígenas y la que no las habla, en virtud de que una gran parte de la población campesina cercana, no indígena, tiene niveles de vida tan bajos como aquélla.[7]
Así, se advierten entre las comunidades indígenas hechos como los siguientes: economía de subsistencia predominante, mínimo nivel monetario y de capitalización; tierras de acentuada pobreza agrícola o de baja calidad (cuando están comunicadas) o impropias para la agricultura (sierras) o de buena calidad (aisladas); agricultura y ganadería deficientes (semillas de ínfima calidad, animales raquíticos, de estatura más pequeña que los de su género; técnicas atrasadas de explotación, prehispánicas o coloniales (coa, hacha, malacate); bajo nivel de productividad; niveles de vida inferiores a los de los campesinos de las regiones no indígenas (insalubridad, alta mortalidad, alta mortalidad infantil, analfabetismo, raquitismo); carencia acentuada de servicios (escuelas, hospitales, agua, electricidad); fomento del alcoholismo y la prostitución (por los enganchadores y ladinos); agresividad de unas comunidades contra otras (real, lúdica, onírica); cultura mágico-religiosa y manipulación económica (que es la realidad del tequio y de la economía de prestigio) y también, como veremos, manipulación política.
Todos y cada uno de estos fenómenos corresponden a la esencia de la estructura colonial y se encuentran en las definiciones y explicaciones del colonialismo desde Montesquieu hasta Myrdal y Fanon; todas ellas se encuentran dispersas en los trabajos de los antropólogos y viajeros de México, y constituyen el fenómeno del colonialismo interno, característico de las regiones en que conviven el indígena y el ladino, y de la sociedad nacional, en la que hay un continuum de colonialismo desde la sociedad que reviste íntegramente los atributos de la colonia hasta las regiones y grupos en que sólo quedan resabios. Por ello, si el colonialismo interno afecta a tres millones de indígenas —con el criterio lingüístico—, a siete millones con el criterio cultural, a casi doce con el Índice de la Cultura Indocolonial Contemporánea que ideó Whetten,[8] en realidad abarca a toda la población marginal y penetra en distintas formas y con diferente intensidad —según los estratos y regiones— a la totalidad de la cultura, la sociedad y la política en México.
El problema indígena sigue teniendo magnitud nacional: define el modo mismo de ser de la nación. No es el problema de unos cuantos habitantes, sino el de varios millones de mexicanos que no poseen la cultura nacional, y también de los que sí la poseen. De hecho este problema, relacionado con el conjunto de la estructura nacional, tiene una función explicativa mucho más evidente que las clases sociales, en una sociedad preindustrial, donde éstas no se desarrollan aún plenamente con su connotación ideológica, política y de conciencia de grupo, de clase.
MARGINALISMO, SOCIEDAD PLURAL Y POLÍTICA
El marginalismo social y cultural influye y es influido por el marginalismo político. Para entender la estructura política de México es necesario comprender que muchos habitantes son marginales a la política, no tienen política, son objetos políticos, parte de la política de los que sí la tienen; pero no son sujetos políticos en la información, ni en la conciencia, ni en la organización, ni en la acción.
Vamos a tomar dos indicadores de este problema: la información y la votación, dejando para más tarde el análisis del marginalismo respecto de la afiliación en partidos y sindicatos.
1. Las tres principales ciudades de México, que en 1964 tienen aproximadamente el 19% de la población, poseen el 56.3% del tiraje de periódicos; a la Ciudad de México, que tiene el 14.9% de la población, le corresponde el 47.8% del tiraje, o para decirlo de otra forma: de 4’229,413 ejemplares que tiran los periódicos en el país, 2’384,703 corresponden a la Ciudad de México, a Guadalajara y Monterrey. Nada más en la Ciudad de México se tiran dos millones de ejemplares. Al resto del país, con el 81% de la población, corresponde el 43% del tiraje (Tabla 10).
Y si bien es cierto que los grandes periódicos de la capital circulan en el interior de la república, su circulación en provincia es, por término medio, una cuarta parte del tiraje total, que es la más alta proporción de periódicos de mayor circulación en el interior: Excélsior y Últimas noticias, Novedades, El Universal, La Prensa, El Sol (edición matutina y vespertina) y El Heraldo (Tabla 11).
Tabla 10. Las tres principales ciudades y los periódicos (1964)
Ciudad | Habitantes | % Pob. nal. | Tiraje | % tiraje nal. |
Ciudad de México | 5’890,204 | 14.9 | 2’019,703 | 47.8 |
Guadalajara | 1’016,784* | 2.6 | 172,000 | 4.1 |
Monterrey | 785,784* | 2 | 193,000 | 4.6 |
Total | 7’692,560 | 19.4 | 2’384,703 | 56.3 |
México | 39’642,671 | 100 | 4’229,413 | 100 |
Resto del país | 80.6 |
* Cálculo aproximado.
Fuente: Medios Publicitarios Mexicanos, 1965.
Tabla 11. Principales periódicos de México y su circulación en el interior de la república (1964)
Periódico | Tiraje | Interior | % |
Excélsior | 139,291 | 46,388 | 33.3 |
Novedades | 120,000 | 36,728 | 30.6 |
El Universal | 139,252 | 21,196 | 15.2 |
La Prensa | 185,361 | 51,406 | 27.7 |
El Sol, 1ª ed. | 135,000 | 41,420 | 31.7 |
El Sol, 2ª ed. | 113,000 | 48,000 | 42.5 |
El Heraldo | 75,000 | 36,000 | 48.0 |
Últimas Noticias, 1ª ed. | 93,090 | 3,908 | 4.2 |
Últimas Noticias, 2ª ed. | 48,754 | 0,866 | 1.8 |
TOTAL | 1’048,748 | 285,912 | 27.3 |
Fuente: Medios Publicitarios Mexicanos, 1965.
Como es natural, la circulación se limita fundamentalmente a la población urbana, con lo que el 50% de la población, o más, carece de la información periodística que es básica para estar enterado, para tener el tipo de información —nacional e internacional— que es característica de la política del siglo XX. Y aunque algunos piensen, como Lerdo de Tejada, que entre la prensa que tenemos y el pueblo, lo mejor es el desierto, la verdad es que el aislamiento, la falta de comunicación y la ausencia de los males de una moderna enajenación sólo dan pábulo a un tipo de enajenación y de ignorancia política propios de la sociedad cerrada, tradicional o aldeana, e incluso arcaica, y plantean el problema de la lucha por el conocimiento político a un nivel mucho más bajo y rudimentario.
El problema del marginalismo en la información periodística es todavía más serio de lo que puede deducirse por las cifras anteriores. Si consideramos que cada periódico va por lo menos a una familia —como es costumbre calcular en los medios periodísticos—, vemos que de los 8 millones de familias que hay en México en 1964 (Tabla 13), sólo 4’229,413 tienen periódicos, mientras que 3’699,181 no lo tienen; o sea, el 53.3% sí tienen y el 46.7% no tienen periódico. Naturalmente, estas proporciones varían de una entidad a otra porque, mientras en el Distrito Federal —altamente urbanizado— hay un promedio de cinco periódicos por cada tres familias, en Campeche, Hidalgo, Oaxaca y Zacatecas, por ejemplo, más del 90% de las familias