Estas escuelas, según Wang, son las escuelas de Feng Shui más antiguas, y durante siglos lucharon entre sí, incluso en guerras sangrientas y combates de artes marciales, para establecer sus criterios.
Este libro sigue los pasos de la Escuela de Feng Shui Después del Cielo, con la puerta o bagua Khan en el Norte, y con la puerta o bagua (pa’kua) Li en el Sur.
Por supuesto, y sobre todo hoy en día que el Feng Shui se ha occidentalizado, hay muchas más escuelas, que si bien ya no luchan y se matan entre ellas para ver cuál es la más poderosa y cuál es la que tiene la razón, sí confunden al lector o al estudiante al no referir sus bases y sus fundamentos, y ni siquiera el nombre de la Escuela de Feng Shui en la que se sustentan, entre otras cosas, porque la diletancia y el aprender de oídas las cosas, o el querer compararlas con los conocimientos o desconocimientos esotéricos de Occidente, acaban por crear un verdadero galimatías o un punto de caos dentro del orden del verdadero Feng Shui, llevando a sus seguidores a errores básicos donde el Feng Shui no les sirve para nada.
La Escuela Después del Cielo puede parecer compleja por su sencillez, una contradicción más, y por su apuesta al transversalismo dentro de un orden, algo que muchos estudiosos occidentales consideran un sesgo “comunista” porque no premia a un solo individuo y lo coloca sobre los demás, como fantasea el capitalismo, ni establece jerarquías opresoras, sino un orden jerárquico donde todo el mundo puede vivir con salud, felicidad y abundancia, en lugar de que sean solo unos pocos los que vivan como reyes mientras el resto se muere de hambre.
Pensar en el bienestar personal sin afectar ni menoscabar el bien común es el espíritu de la Escuela Después del Cielo, pues es una escuela con consciencia y con conciencia humana, que alienta a enriquecer al individuo sin denostar ni empobrecer a los demás.
El prestigio propio no puede ni debe basarse en el descrédito ajeno.
La riqueza propia no debe basarse en la pobreza de otros.
Tras tres siglos de explotación irracional del planeta, y tras quinientos años de explotación irracional de los animales y de otros seres humanos, parece que por fin nos estamos dando cuenta de que lo que llamamos progreso positivo nos está llevando a nuestra propia destrucción, y que no podemos basar nuestra comodidad y nuestro bienestar occidental en la pobreza, hambre y sufrimiento de los países menos desarrollados, sin que por ello nos llamen extremistas, radicales, comunistas o cualquier otra denominación nacida del prejuicio y del abuso.
Las creencias y las ideologías, sean de la tendencia que sean, izquierda, centro, derecha, tiránicas o demócratas, solo sirven y han servido para quienes detentan el poder y creen que así dominan y manipulan a las masas, que se rebelan o se acomodan a lo que sea, a cualquier sistema o a cualquier creencia, por clara o absurda que esta sea, y a su vez intentan medrar dentro de ella.
Tengo la suficiente edad y he viajado lo suficiente como para ver que muchas de nuestras pequeñas “guerras” se repiten, y que cada colectivo vela por sus propios intereses sin importarle la realidad ni los problemas de los otros colectivos; defendiendo tanto absurdos como identidades, fronteras, políticas, religiones, estilos de vida y maneras de “pensar”, queriendo imponer sus ideas, sus intereses y hasta su autoridad moral por encima de los demás, sin detenerse a pensar que con un poco de orden, como propone el Feng Shui, todos y cada uno de nosotros podríamos vivir como verdaderos reyes en este hermoso y fabuloso planeta, enriquecidos no solo en bienes materiales, sino también anímica, mental y espiritualmente, sobre todo ahora que contamos con todas las herramientas y elementos para hacerlo.
Es cierto que nos hemos portado muy mal en los últimos diez o doce mil años, que nos hemos hecho mucho daño unos a otros, y que tanto “buenos” como “malos”, débiles y poderosos, amos y esclavos, creyentes y no creyentes, hemos jugado a engañar al otro y a medrar dentro de nuestras posibilidades, porque hasta en la miseria hemos concertado un orden de apariencias y fingimientos para sacar el mejor partido de nuestras condiciones.
El patrón hace como que paga, y el empleado hace como que trabaja; la religión finge salvar almas, y el creyente finge cumplir con las normas religiosas; las escuelas engañan a los estudiantes, y los estudiantes engañan a las escuelas; los hombres dicen que por ser fuertes y proveedores protegen a las mujeres, y las mujeres se rebelan y fingen debilidad para que los hombres sigan cumpliendo la falsedad de su papel dominante a través de la culpabilidad. Todo un poema de fingimientos y subterfugios que han funcionado durante miles de años, con sus puntas de conflicto, muerte, guerra y violencia cuando se rompen los esquemas habituales y una de las partes no cumple con su aparente papel de poder y riqueza, o de debilidad y dependencia.
El mundo de los negocios es un claro reflejo de la vida cotidiana, donde todo, aunque se diga lo contrario, es personal, tanto que hasta una gran empresa es capaz de quebrar e irse a la ruina antes que atender las demandas de sus esclavos, mal llamados empleados u obreros.
La necedad y la estupidez humanas parecen infinitas, pero no lo son, porque sin duda acabarán una vez que desaparezca la especie.
Somos seres emocionales y la razón rara vez nos asiste, y aunque cosas tan sencillas como el orden que propone el Feng Shui estén al alcance de la mano, nos dejamos llevar por nuestras pasiones e intereses sectarios, sin tomar en cuenta que todos, absolutamente todos, navegamos por el espacio en el mismo y único barco, la Tierra, y no nos importa hundir la nave con tal de mantener privilegios o con tal de que otros no gocen de plenitud, paz, armonía, riquezas y libertad.
Tenemos que aprender a perdonar y a perdonarnos. No hay inocentes en este desconcierto concertado entre todos. La vida puede ser mucho mejor para todos, cada quien en su lugar desarrollando sus propias capacidades y habilidades sin menoscabo de los otros, ya que a pesar de nuestros múltiples defectos contamos con un sinnúmero de virtudes y somos una especie muy joven en este planeta (cualquier tiburón nos lleva millones de años de ventaja), especiales a nuestra manera y con todas las posibilidades que nos ofrece este universo, y donde el humilde y milenario Feng Shui puede servirnos de herramienta para lograrlo. Esto es lo que propone la Escuela de Feng Shui Después del Cielo, y a lo que me sumo y comparto con usted.
Puedo ser un soñador, pero sin sueños la realidad sería inamovible, y la verdad es que todo se transforma, que los cambios se suceden, y que el mundo seguirá girando y viajando por el espacio alrededor de la galaxia con o sin nosotros.
La vida, la existencia misma, es un negocio, y nosotros, todos y cada uno de nosotros, podemos hacer que sea rendible y próspero, ya que el Feng Shui puede darnos las claves del orden que debe seguir para alcanzar y mantener el éxito.
Los trigramas
¿Qué son los famosos trigramas?
Para algunos, los trigramas (tres rayas) son la forma de escritura más antigua que existe en el mundo: un punto y línea sobre el plano que significa o simboliza algo de manera gráfica, no jeroglífica (como la escritura egipcia), y tampoco ideogramática, como lo será más tarde el chino mandarín.
-Una simple línea horizontal significa Yang, lo masculino, el hombre, la luz, la punta de las montañas.
-La misma línea trunca, es decir, una línea horizontal que se convierte en dos líneas o en una línea discontinua, significa Yin, lo femenino, la mujer, la sombra, los valles y las vegas entre montañas.
Y a partir de aquí se crea todo un lenguaje, primero en bigramas o dos líneas horizontales, una sobre otra, que indican nuevos significados escritos.
Después, los trigramas con los que se definen a los baguas:
Y más tarde los trigramas y los hexagramas bajo un radical ideográfico que componen el chino mandarín escrito.
En otras palabras, el lenguaje escrito del Feng Shui sería anterior al chino mandarín, y por tanto precursor de las más de ochenta lenguas orientales