Un libro para las damas: Estudios acerca de la educación de la mujer. María del Pilar Sinués de Marco. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: María del Pilar Sinués de Marco
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Учебная литература
Год издания: 0
isbn: 4057664114150
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en una mujer.

      La prefiero sentimental, romántica; prefiero uno de esos figurines atrasados, del tiempo de los poetas melenudos y llorones; una de esas mujeres que se rodeaban el rostro de tirabuzones (propiamente dicho) y bebian vinagre para palidecer.

      Á lo ménos aquéllas lo amaban todo, todo lo lloraban, todo lo compadecian; y ésa es la mision de la mujer, ya sienta con mesura, ya exagere la expresion de sus sentimientos.

      El chiste lo materializa todo, y el tomar la vida por su lado material es odioso tratándose de nuestro sexo. La mujer debe vivir sólo por el sentimiento y para el sentimiento: una mujer chistosa es una triste anomalía en su especie: más simpática es á mis ojos, como he dicho ántes, la romántica, y más lo es tambien la marisabidilla, porque ésta ama, como la otra, alguna cosa: ama el estudio y tiene la noble ambicion de poseer talento; pero las mujeres chistosas se inmolan á lo más prosaico, á lo más miserable de la tierra, sin mirar jamas al cielo, patria del alma.

      II.

      Yo amo á la mujer sonriente; pero me disgusta mucho riendo á carcajadas, porque la risa destemplada, brutal, por decirlo así, está siempre inspirada por el ridículo, es decir, por la muerte moral de alguno ó quizá de muchos seres.

      Y ademas, ¿qué ternura puede existir en el corazon de una mujer que se burla de todo?

      ¿Qué hay para ella de sagrado, de noble é interesante?

      La reputacion de chistosa es mortal para una jóven, porque se halla en completa oposicion con todas las leyes del pudor, de la dulzura y de la reserva.

      El amor y la amistad huyen de ella asustados, porque el amor busca las almas que le ofrecen un nido de bellas y perfumadas flores, y la amistad no tiene la abnegacion que impide ver los defectos y que los perdona aunque los vea.

      Reconveníase en cierta ocasion á una madre porque en vez de moderar la excesiva sensibilidad de su hijo, la excitaba, llevándole á socorrer á los pobres y á los enfermos y contándole historias tristes, y le decian que lo haria desgraciado afinando así las fibras más delicadas de su alma.

      --Prefiero,--respondió aquella tierna madre,--el que mi hijo sea bueno á que sea feliz.

      Admirable respuesta, y que prueba el temple de alma de aquella mujer superior.

      III.

      Se oye algunas veces decir:

      «¡Qué alegre y animada es la señora A. ó la señorita X!...»

      Es decir, ¡qué burlona, qué franca en sus modales, qué propensa á la hilaridad, qué chistosa, en fin!

      ¡Libre Dios á las amigas de mi alma de semejante elogio!

      ¡Líbreos Dios de él, mis amadas lectoras! El pudor, la decencia, la cortesía, la amable y santa benevolencia, tienen reglas fijas, é infringirlas es muy perjudicial y muy triste.

      Ningun hombre valiente, generoso, dotado, en fin, de cualidades sérias, es chistoso.

      Ninguna mujer suave, dulce, modesta, digna y bien educada lo es tampoco.

      Hay, sí, en algunas almas una cierta alegría serena y pura que jamas ve negro en los horizontes de la vida, que mira cada cosa por su lado mejor, y que no se deja abatir por las penas pequeñas y mezquinas; pero estas bellas almas están dotadas de una esperanza, de una resignacion, de una tranquilidad, de una dulce alegría que no excluye el sentimiento, y que está muy léjos de la grosera y vulgar alegría que produce el chiste. Yo he dicho en una Plegaria á la Vírgen, que acaso conoceréis algunas de vosotras...

      La vida es buena: si en el bien se emplea,

      Resbala alegre en la modesta casa;

      Risueña corre en la pajiza aldea,

      Vuela feliz si en la opulencia pasa.

      Sí; la vida es buena para el que trabaja, para el que piensa, para el que ama, sobre todo; y el que se burla de cuanto conoce, ni ama, ni espera, ni es feliz, porque la burla deja en el alma un sabor amargo.

      IV.

      Triste tarea es buscar en todo el ridículo, que es como si dijéramos, el padre del chiste: verdad es que hay gustos tan puros y tan nobles, que al instante le advierten; mas tambien la amable benevolencia de carácter trae la indulgencia consigo y suaviza todo lo que es desagradable á los otros. El chiste, no solamente nota el ridículo, sino que lo busca donde no existe, y ridiculiza todo lo que hay de más noble y más santo en la tierra, sin que los espíritus celestes escapen siempre de su tijera envenenada.

      Yo veo siempre al chiste envuelto en un vapor de sangre, porque sé que un chiste ha costado la vida á muchas personas y la felicidad á muchas familias.

      Así, pues, mis amables lectoras, reprimid todo lo posible la propension que sintais á reiros de algunas cosas y á ridiculizar otras; respetadlo todo, excusadlo todo, admirad lo bello, que esto hace bien al alma, y cuando veais al mal, llorad en vez de reiros.

      Sólo una cosa ahoga el ridículo, la sangre; la persona de figura más risible, si al entrar en un salon dispara un tiro al primero que vea se burla de él, adquiere en el instante la terrible majestad del crímen y de la venganza.

      Un chiste puede traer un ridículo incurable, y por lo mismo puede causar la muerte de alguno.

      Que vuestros puros labios no se manchen jamas con la risa burlona y con las chanzas atrevidas: todos los seres de la creacion merecen nuestro respeto, y el más abyecto merece nuestra consideracion, nuestra simpatía, nuestra compasion siquiera.

      El ridículo no está en lo que miran los burlones: existe, á mi ver, en su perversion interna; hay aberraciones en el espíritu, como en el cuerpo hay dolencias; pero si provocan una sonrisa no deben hacer que nos cebemos con malignidad en los que las padecen.

      Sobre todo, jóvenes lectoras, á las que amo tanto y cuya felicidad tanto me interesa, huid de la reputacion de chistosas; y si vuestro carácter es alegre, que sea el rayo de sol que todo lo embellezca y fecundice, y no el relámpago de cárdena luz, que dé á los objetos tintas lívidas y sombrías.

       Índice

      Lo primero, lo indispensable

      es amar: no importa á quién, no

      importa qué: amad, y estais

      salvados...

      (Dumas hijo.)

      I.

      --¿Para qué?

      Ved aquí la terrible palabra que, como el soplo helado del cierzo, pasa sobre las flores tronchando sus verdes tallos, destruye la sávia de las ilusiones y seca todas las flores del corazon.

      ¿Para qué? es decir, ¿á qué conduce eso? ¿Qué beneficio ó qué placer me reporta? ¿Qué me importa la opinion ajena? ¿Qué el bien parecer? ¿Qué la dicha de los otros?

      La primera vez que oí aquella terrible pregunta, un temblor doloroso se apoderó de mí, porque adiviné que salia de un corazon yerto y sin calor.

      El que las pronunciaba era un hombre; un hombre que ya entraba en el otoño de la vida, y cuyas sienes estaban prematuramente coronadas de cabellos blancos.

      Hablábale yo de su talento, que hacía tiempo no producia obra alguna, á pesar de ser universalmente reconocido; me quejaba de lo que llamaba su pereza, y le instaba para que trabajase como en otro tiempo.

      --¿Para qué? me preguntó, encogiéndose de hombros con tristeza.

      --¡Para qué! repetí; ¡para complacer al público y á sus amigos de usted!

      Volvió á repetir el mismo triste y desolado movimiento.

      --¡Para tener gloria ó aumentar la que ya ha alcanzado!

      --¡La