Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Vincent Bugliosi
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788494968495
Скачать книгу
baile de los vampiros, pero Ransohoff hizo el montaje, para gran disgusto del director polaco, que renegó del corte final. Aunque la película era más una bufonada que arte, Polanski reveló otra faceta de su talento poliédrico en el retrato cómico del inepto joven ayudante de un docto cazador de vampiros. Una vez más, Sharon estuvo muy guapa y tuvo menos de una docena de frases. Es víctima del vampiro al principio de la película, y en la última escena muerde a su novio, Polanski, para crear otro monstruo más.

      Antes de que finalizara el rodaje, y después de lo que fue para Polanski un cortejo muy largo, Sharon y Roman también se convirtieron en novios fuera de la pantalla. Cuando Sebring voló a Londres, Sharon le dio la noticia. Si le afectó mucho, tuvo cuidado en no mostrarlo, porque se acostumbró muy rápido al papel de amigo de la pareja. Entre los socios se comentaba que Sebring esperaba que Sharon acabara cansándose de Roman, o al revés, por la suposición de que cuando ocurriera tal cosa él pensaba estar cerca de ella. Los que afirmaban que Sebring seguía enamorado de Sharon solo especulaban —aunque Sebring conocía a cientos de personas, al parecer tenía muy pocos amigos íntimos de verdad y se guardaba mucho sus sentimientos profundos—, pero era prudente suponer que aunque la naturaleza de aquel amor hubiera cambiado, perduraba un hondo cariño. Después de la ruptura, Sebring tuvo relaciones con muchas mujeres, pero, como pusieron de manifiesto las conversaciones del LAPD con ellas, en la mayor parte de los casos dichas relaciones fueron más sexuales que emocionales, principalmente «rollos de una noche».

      Paramount pidió a Polanski que dirigiera la versión cinematográfica de la novela de Ira Levin, La semilla del diablo. La película, en la que Mia Farrow interpretaba a una joven que tenía un hijo con Satán, se finalizó en 1967. El 20 de enero de 1968, para sorpresa de muchos amigos a los que Polanski había jurado que no volvería a casarse, Sharon y él contrajeron matrimonio en una ceremonia mod en Londres.

      La semilla del diablo se estrenó aquel junio. Ese mismo mes los Polanski alquilaron la casa de la actriz Patty Duke, ubicada en el 1600 de Summit Ridge Drive, en Los Ángeles. Fue cuando ya vivían allí que la Sra. Chapman empezó a trabajar para ellos. A principios de 1969 se enteraron de que el 10050 de Cielo Drive podía estar disponible. Aunque no se conocían en persona, Sharon habló por teléfono con Terry Melcher varias veces a fin de hacer los arreglos necesarios para asumir el contrato de arrendamiento, que no había vencido. Los Polanski firmaron un contrato de alquiler el 12 de febrero de 1969 por mil doscientos dólares al mes, y se trasladaron allí tres días más tarde.

      Aunque La semilla del diablo fue un exitazo, la carrera de Sharon no acababa de despegar. Había aparecido semidesnuda en el número de marzo de 1967 de la revista Playboy (el propio Polanski había hecho las fotografías en el plató de El baile de los vampiros), y el artículo que las acompañaba empezaba diciendo: «Este año el acontecimiento será Sharon Tate». Pero ese año la predicción no se cumplió. Aunque varios críticos hicieron comentarios sobre su impresionante belleza, ni esta ni otras dos películas en las que actuó —No hagan olas, con Tony Curtis, y La mansión de los siete placeres, con Dean Martin— la acercaron mucho más al estrellato. Su papel más importante llegó en una película de 1967, El valle de las muñecas, donde interpretaba a la actriz Jennifer, que, al enterarse de que tenía cáncer de mama, tomaba una sobredosis de pastillas para dormir. No mucho antes de su muerte, Jennifer observaba: «No tengo talento. Lo único que tengo es un cuerpo».

      Hubo críticos que pensaron que la frase resumía bien la actuación de Sharon Tate. Para ser más justos, hasta aquel momento no le habían dado un solo papel que le brindara la oportunidad de sacar a relucir la capacidad interpretativa que tuviera.

      No era una estrella, aún no. Su carrera parecía vacilar al borde del gran salto, pero podía haberse quedado perfectamente estancada o haber cambiado de rumbo.

      Sin embargo, por vez primera en su vida, la ambición de Sharon había pasado a un segundo plano. El matrimonio y el embarazo lo eran todo para ella. Según las personas más íntimas, parecía ajena a todo lo demás.

      Hubo rumores de problemas en el matrimonio. Varias amigas de ella dijeron al LAPD que antes de revelar a Roman que estaba embarazada había esperado hasta que fuera demasiado tarde para abortar. Si a ella le preocupaba que incluso después del matrimonio Polanski siguiera siendo un mujeriego, lo ocultaba. La propia Sharon solía contar una historia que corría por entonces entre la gente del cine. Roman iba conduciendo por Beverly Hills cuando, al ver a una chica guapa que caminaba unos metros por delante, gritó: «Señorita, tiene usted un culo pre-cio-so». Solo cuando la chica se dio la vuelta, vio que era su mujer. No obstante, era evidente que ella esperaba que el bebé uniera más el matrimonio.

      Hollywood es una ciudad insidiosa. Al hablar con conocidos de las víctimas, el LAPD encontraría una cantidad increíble de veneno. Curiosamente, en los montones de hojas de conversaciones nadie que conociera de verdad a Sharon Tate dijo nada malo de ella. Encantadora, algo ingenua… esas fueron las palabras más utilizadas.

      Aquel domingo, un periodista de Los Angeles Times que había conocido a Sharon la describió como «una mujer de una belleza asombrosa, con una figura escultural y un rostro de gran delicadeza».

      Pero, claro, no la vio como el coroner Noguchi.

      Causa de la muerte: múltiples heridas de arma blanca en el pecho y la espalda que atravesaron el corazón, los pulmones y el hígado y produjeron una hemorragia masiva. La víctima recibió dieciséis puñaladas, cinco de ellas mortales de necesidad.

       Jay Sebring, 9860 de Easton Drive, Benedict Canyon, Los Ángeles, varón blanco, treinta y cinco años, un metro y sesenta y siete centímetros, cincuenta y cuatro kilos, pelo negro, ojos marrones. La víctima era estilista y tenía una empresa llamada Sebring International (…)

      Había nacido en Detroit, en Michigan, con el nombre de Thomas John Kummer, y se lo había cambiado por el de Jay Sebring poco después de llegar a Hollywood, tras un periodo de cuatro años de peluquero en la Marina, tomando el apellido de la famosa carrera de coches deportivos que se celebra en Florida, porque le gustaba la imagen que proyectaba.

      En su vida personal, como en su trabajo, las apariencias eran importantísimas. Conducía un deportivo caro, frecuentaba los clubs «de moda», tenía hasta chaquetas Levi’s hechas por encargo. Empleaba a tiempo completo a un mayordomo, daba fiestas espléndidas y vivía en una mansión «maldita», en el 9860 de Easton Drive, en Benedict Canyon. Antaño el nido de amor de la actriz Jean Harlow y el productor Paul Bern, había sido allí, en el dormitorio de Harlow, donde Bern se había suicidado, dos meses después de casarse. Según conocidos, Sebring había comprado la casa por la fama que tenía de ser «muy extraña».

      Se divulgó mucho que un estudio cinematográfico se había traído en avión a Sebring hasta Londres solo para que le cortara el pelo a George Peppard, por veinticinco mil dólares. Aunque el rumor tuviera probablemente la misma base que otro que también corría, que era cinturón negro de kárate (Bruce Lee le había dado algunas clases), sin duda alguna era el estilista masculino más importante de Estados Unidos, y el responsable de la revolución del cuidado del pelo masculino, más que ninguna otra persona. Además de Peppard, entre sus clientes se contaban Frank Sinatra, Paul Newman, Steve McQueen, Peter Lawford y muchas otras estrellas de fuera del mundo del cine, muchas de las cuales habían prometido invertir en su nueva empresa, Sebring International. Manteniendo la peluquería original en el 725 de North Fairfax, en Los Ángeles, planeaba abrir una serie de franquicias y comercializar una línea de artículos de perfumería para hombres que llevarían su nombre. La primera franquicia había abierto en San Francisco en mayo de 1969, y a la fiesta de inauguración habían asistido, entre otros, Abigail Folger, el coronel Tate y la señora de este.

      El 9 de abril de 1968, Sebring había firmado una solicitud de póliza de protección ejecutiva con Occidental Life Insurance, de California, por medio millón de dólares. Una investigación de los antecedentes personales, realizada por Retail Credit, calculó su patrimonio en cien mil dólares, de los cuales ochenta mil correspondían al valor tasado de su domicilio. Sebring Inc., el primer negocio, tenía activos por valor de ciento cincuenta mil dólares y pasivos por valor de ciento quince