Crear un futuro implica el reto de marcar nuestra propia ruta de navegación, conseguir los recursos que vamos a precisar, construir la nave necesaria y empezar a navegar en un mar plagado de incertidumbres. Pero, sobre todo, el deseo ferviente de desear hacer lo que estamos haciendo y vamos a hacer.
«Yo no sé quién fue mi abuelo; me importa mucho más saber quién será mi nieto».
Abraham Lincoln
Si hojeamos los manuales de estrategia o de marketing, observaremos que suelen tratar sobre la competencia dentro de mercados existentes, el análisis de clientes conocidos, la estructura del sector industrial actual y la cadena del valor que se está generando. Estos conceptos son útiles en un mercado definido y conocido, pero ¿sirven cuando aún no existe un mercado?, ¿sirven cuando el mercado está inexplorado? Aún no disponemos de la perspectiva suficiente para saberlo pero muy posiblemente la respuesta sea que no.
Abrir un camino es más gratificante que tomar el camino de otros como referencia, porque no se llega primero al futuro dejando que otro marque el rumbo con su brújula. Pero también es más duro y difícil abrir la senda que transitar por la que otros han abierto. En este camino la rapidez es buena y la prisa mala. La velocidad adecuada se convierte en algo esencial cuando constatamos que:
Los ciclos de vida son más cortos en productos y servicios
Se produce una rápida obsolescencia de la tecnología
Los tiempos de desarrollo de un producto son mucho más ajustados
Los clientes buscan una atención y respuesta instantánea, personalizada y a medida
En un mercado conocido, las reglas están establecidas y de algún modo siempre podremos seguirlas, cambiarlas o adecuarlas. Pero en áreas de nuevas oportunidades, las reglas están por escribir, lo que complica la toma de decisiones estratégicas.
«El futuro no pertenece a nadie. No hay precursores, no existen más que rezagados».
Jean Cocteau
Se pueden señalar cuatro factores necesarios para llegar primero a las costas del futuro:
1 Comprender con extrema claridad los requisitos de diferenciación con la competencia. Y agrandar en lo posible esa diferenciación. Según Michael Porter, la diferenciación consiste en «crear algo que sea percibido por el mercado como único», y para conseguirlo podemos recurrir a diversas prácticas:Identificar los deseos específicos del consumidorEncontrar nuevas formas de vender lo mismoOfrecer una variedad en productos o en serviciosDiseñar nuevas presentaciones… y, por descontado, innovar, innovar, innovar
2 Buscar, crear y diseñar oportunidades futuras atractivas, tanto si el cliente las pide para solventar una necesidad presente como si esa necesidad aún no existe, siendo nosotros quienes debemos presentirla e intuirla
3 Ser capaces de infundir, en todos los departamentos de la organización, el valor para aceptar el desafío de embarcarse en el largo viaje al futuro, sembrando ilusión, esperanza y motivación. Rodearse de personas que compartan el proyecto, no solo por una retribución económica, sino porque trabajando codo a codo con él se realizan plenamente como personas libres y responsables
4 Siempre hay que correr un cierto grado de riesgo, eso es indiscutible, pero procuremos que sea el menor posible, pues la prudencia es el límite de los valientes para no acabar haciendo el ridículo o caer en incongruencias. Hay un abismo entre ser innovador y ser «rarito».
Lo que distingue a un líder de los demás, es que tiene una concepción propia y original del porvenir. Imagina con todas sus fuerzas un futuro posible y deseable… y posteriormente lo crea, poniendo en ello toda su fuerza de voluntad.
«Me puedo caer, me puedo herir, puedo quebrarme, pero con eso no desaparecerá mi fuerza de voluntad».
Madre Teresa de Calcuta
Planificación estratégica
Karl Clausewitz20 profundizó en el significado para hacer de ella el medio por el que un estado consigue sus objetivos, logrando la supremacía sobre el adversario, según una estrategia previamente elaborada y puesta en práctica mediante diversas acciones militares. Su parte ejecutiva es la táctica, siendo la logística aquella que se encarga de atender las necesidades materiales de la tropa para que no falten los recursos necesarios. Toda estrategia se basa en unos principios básicos para obtener la máxima eficiencia: mando unificado, economía de fuerzas y situación de constante alerta.
El pensamiento estratégico y la planificación estratégica no son lo mismo ya que el primero se refiere a un proceso mental característico de ciertos individuos, y el segundo a un proceso estructurado aplicable a organizaciones con el fin de mejorar en forma metódica y controlada su desempeño futuro.
La planificación estratégica tiene dos connotaciones diferenciadas, pero al mismo tiempo entrelazadas: realizar un «mapa» de las probables decisiones futuras de una organización (ya sea una empresa privada, una ONG, una Institución pública…) o diseñar una ruta de acción personal para el futuro, en la que suele incluirse un plan de vida, un plan de formación, un plan de carrera, un plan de crecimiento personal, etc. En ambos casos nos enfrentamos a la incertidumbre de qué pasará en el futuro y cómo actuaremos de manera conveniente para cumplir nuestros propósitos fundamentales. Al final la dimensión personal y la de la organización se entretejen de tal modo que el rumbo que elegimos para nuestras organizaciones influye en las personas y viceversa.
«Es injusto que una generación sea comprometida por la precedente. Hay que encontrar un modo de preservar a las venideras de la avaricia o inhabilidad de las presentes».
Napoleón
Aplicando lo anteriormente expuesto al mundo empresarial, nos referiremos al diseño del plan de acción dentro de la organización para el logro de sus metas y objetivos, como resultado de una visión o sueño de un líder que se materializa, día a día, en una misión concreta y previamente definida.
La planificación estratégica es pues un proceso de evaluación sistemática de la naturaleza de un negocio, definiendo los objetivos a largo plazo, identificando metas y objetivos cuantitativos, desarrollando tácticas para alcanzarlos y localizando los recursos que necesitaremos emplear para llevar a cabo dichas tácticas. La planificación estratégica también observa con detenimiento las posibles alternativas de los itinerarios de acción para el futuro y, al escoger unas determinadas, abandona otras posibilidades, aquellas se convierten en la base para la toma de decisiones en el presente.
«Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado».
Miguel de Unamuno
En toda organización se toman decisiones por acción u omisión y las mismas pueden ser planificadas o no. La importancia de planificar radica en la necesidad de organizar de manera coherente lo que se quiere lograr.
Toda planificación estratégica es una poderosa herramienta de diagnóstico, análisis, reflexión y toma de resoluciones colectivas en torno al quehacer actual y al camino que debe recorrer la organización, tanto para adecuarse a los cambios y a las demandas que le impone el entorno, como para lograr el máximo de eficiencia y calidad en sus prestaciones, sacando con ello una ventaja substancial a la competencia.
Planificar ayuda a «ver el futuro» a través de la racionalidad; es un medio, no un fin en sí mismo. El plan es un conjunto coherente de acciones, de intervenciones en las causas relevantes y priorizadas del problema, siendo su objetivo principal el de cambiar el estado o la situación actual. Estas acciones, para ser eficaces, deben procurar tener impacto en las causas principales de aquello que produce la dificultad a través de su encadenamiento lógico.
«Lo futuro ha de ser la razón de ser de tu hoy».
Friedrich Nietzsche
Una manera de examinar el trabajo del líder21 consiste en agrupar las actividades que realiza en categorías básicas o funciones interdependientes,