âQuédate aquà un momentoâ, dijo Steven. âNecesito hablar con el sacerdoteâ.
Nick se encogió de hombros y se apoyó en uno de los bancos para esperar.
âHola, Steven.â Una voz salió de la nada.
Nick saltó y Steven gritó de sorpresa antes de tropezar sobre sus propios pies y caer. Nick parpadeó cuando un hombre con el pelo oscuro salió de las sombras sonriendo locamente a Steven.
â¡Maldita sea, Dean!â, gritó Steven mientras se levantaba del suelo. âDeja de intentar matarme del sustoâ.
Dean sonrió y se apoyó en uno de los pilares junto a los bancos y cruzó los brazos sobre su pecho. âDesafortunadamente no tengo que intentarloâ.
â¡Púdrete!â, gruñó Steven. âVoy a hablar con el cura, ya vuelvoâ.
âAsegúrate de devolver la túnica del coro que tomaste prestadaâ. Dean se burló de él. âOdiarÃa ver que algún pobre muchacho no pueda vestirse para la iglesiaâ.
Steven se quedó inmóvil cuando Dean dijo esas palabras y giró para mirar a los caÃdos.
â¿Túnica del coro?â, preguntó Nick y alzó las cejas casi hasta la lÃnea del cabello. â¿Te pusiste una túnica del coro?â
âCambié, fue una emergencia. Tuve que salvar a esta chica de ser drenada por un maldito vampiroâ, Steven se defendió.
âSÃ,â dijo Dean. âLa misma chica que estaba presente cuando te patearon el traseroâ.
âComo si a ti nunca te hubieras pateado el traseroâ, respondió Steven.
Dean se detuvo y pensó por un momento. âNo, nadie me ha pateado el trasero, pero le han dado golpecitos.â
â¡Arrr!â, rugió Steven levantando sus brazos, y luego siguió sigilosamente por otro pasillo.
Nick miró a Dean, â¿Alguna idea de dónde escondió la túnica?â
âBajo su camaâ, contestó Dean.
Nick sonrió, âmaterial de chantaje perfecto, graciasâ.
âClaro, me gusta verlo sufrir... eso y que pareciera que él cree que constantemente voy a patearle el trasero o algo asÃâ.
âSádicoâ, dijo Nick con una risita.
âEstoy caÃdoâ, dijo Dean. âNo tenemos mucho con qué mantenernos entretenidosâ.
Steven se acercó a la puerta de la oficina del sacerdote y levantó la mano para golpear cuando oyó voces del otro lado. Una que él reconoció como la del sacerdote, la otra era una voz femenina. Bajando la mano, puso su oreja en la puerta para poder escuchar.
Jewel paseaba de un lado a otro tratando de mantenerse enfocada, pero era difÃcil. Lo primero que le vino a la mente cuando entró en la oficina fue cuando ella habÃa sido atacada por vampiros y habÃa visto desnudo a un hombre o cambiante... fuera lo que fuera. HabÃa pasado los últimos cinco minutos contestando las preguntas del sacerdote acerca de la otra noche pero en este momento tenÃa problemas más grandes que esos.
âNo deberÃas andar merodeando por acá en medio de la nocheâ, dijo el sacerdote. âEs peligroso. ¿Y qué pasarÃa si tu padre o tu prometido se dan cuenta?â
Jewel se dirigió hacia él y dio un puñetazo en su escritorio. âNo, ellos son los que lo hacen peligroso... saliendo por mi propia ventana y pasando sigilosamente por donde están los guardias armados que me están manteniendo prisionera y tratando de regresar sin que me atrapenâ.
âTu padre solo está tratando de protegerte.â Trató de calmarla pero él sabÃa que lo que ella estaba diciendo era cierto. Su padre venÃa cada semana a confesarse... a lavarse la sangre de sus manos y su conciencia.
â¡No, él está tratando de obligarme a casarme con su socio de negocios para pagar una deuda! Una deuda con la que yo no tenÃa nada que ver. ¿No hay una ley contra la esclavitud en este paÃs?â
âPero cuando tú y Anthony vinieron aquà a la reunión, dijiste que lo amabas con todo tu corazónâ. El sacerdote señaló. âEse no es el tipo de cosas sobre las que debes mentir. Es una desgracia a los ojos de Diosâ.
âSÃ, los dos guardaespaldas que estaban de pie detrás de nuestras sillas... ¿te acuerdas de ellos? El que estaba detrás de mà estaba clavando el cañón de su arma en mi espalda. Nunca podrÃa amar a un bárbaro egocéntrico, como Anthony. Prometió matarme a mà ya mi padre si no sigo con la boda. Y temprano esta noche, cuando traté de decirle a mi padre que no querÃa nada con Anthony, me golpeó tan fuerte que ahora sé dónde están las estrellas, porque pude contarlasâ.
Tanto Jewel como el sacerdote se sobresaltaron cuando la puerta de la oficina se abrió tan fuerte que golpeó la pared haciendo que varias fotos y una cruz chapada en oro se cayeran.
Steven se paró en la puerta y los miró a los dos. Sin embargo, el moretón en la mejilla de Jewel hizo que Steven se enfureciera. âAmbos necesitan venir conmigoâ.
Las rodillas de Jewel se debilitaron al ver al misterioso hombre todavÃa vivo. HabÃa pensado muchas veces que él habÃa sido asesinado por vampiros, desde que huyó de él. Varias veces incluso se habÃa arrepentido de haber corrido hasta el punto de llorar. Ahora que podÃa respirar más fácilmente, querÃa gritar.
¿Por qué cada vez que venÃa a hablar con el sacerdote en confianza, tenÃan una emergencia? Estaba menos asustada de este cambiante de lo que estaba de su novio con pistolas, y hasta que oyera alarmas de incendio o viera una cara con colmillos, ella no iba a ninguna parte.
âNo esta vezâ, le informó Jewel cruzando sus brazos sobre su pecho.
âNo puedo dejar la iglesia desatendidaâ empezó el anciano, pero Steven lo interrumpió rápidamente.
Caminó decididamente hacia escritorio mientras hablaba: â¿Acaso ha hecho un trato con el diablo y ha decidido alimentar a los vampiros con los miembros de su parroquia? ¿Está usted quemando sus cuerpos en el cuarto de calderas?â Cuando el sacerdote abrió la boca pero no dijo nada Steven continuó: â¿O son los pecadores a los que usted predica que han cometido asesinatos en masa en su sótano y han excavado un túnel para Escapar por ahÃ?â
âOh, cielosâ, el viejo dio a Steven una mirada sombrÃa. âSi dejo la iglesia, ¿cuánto tiempo tendré que esperar hasta que pueda regresar?â
âDeme su número de teléfono. Lo llamaré dentro de un par de horas. No vuelva hasta que hayamos despejado todoâ. Suspiró sabiendo que habÃa ganado la discusión cuando el anciano empezó a hurgar en sus cajones tomando cosas que consideraba lo suficientemente importantes como para llevarse con él.
Jewel trató de permanecer perfectamente tranquila mientras se dirigÃa hacia la puerta todavÃa abierta. Libertad... ¿por qué estaba huyendo de hombres locos siempre?
âNo me hagas perseguirteâ,