El incremento del precio de los inmuebles hipotecados debido a las burbujas inmobiliarias permitió contratar segundas hipotecas. Estos préstamos se utilizaron para refinanciar los créditos al consumo y para comprar bienes y servicios. El porcentaje de hipotecas no destinadas a la compra de inmuebles en EE UU lo pone claramente de manifiesto: en 2003 se produjo un «pico» de más de 15 millones de hipotecas destinadas a refinanciar deudas, frente a poco más de 6 millones cuyo objetivo era la compra de una vivienda57. Antes de la crisis, las familias norteamericanas consideraban la vivienda como una especie de stock option, es decir, decidían comprar o no una determinada casa en función de sus perspectivas de revalorización58.
Otra forma de financiarizar a las familias ha sido el fomento de la llamada «ciudadanía financiera», una expresión acuñada por los laboristas de Blair en Inglaterra (no se sabe si con un cierto regusto sarcástico)59. La ciudadanía financiera significa que todo el mundo debe tener acceso a los servicios bancarios, y empieza por que todas las personas tengan una cuenta corriente o libreta de ahorro. El sobre con el salario semanal o el cheque pasan a la historia. Los recibos de suministros o las cuotas de la hipoteca también se pagan a través del banco. No es necesario ya ir a la oficina de la compañía del agua o la electricidad a abonar los recibos. Las compras se abonan crecientemente mediante tarjetas de débito y especialmente de crédito. Hace una década podía encontrarse en las tiendas un cartel advirtiendo que no admitían tarjetas (especialmente en época de rebajas). Hoy en día es difícil encontrar una tienda de ropa en París donde admitan efectivo. En el mundo de la banca online, de Paypal y Bizum, parece increíble que hace poco más de veinte años muchos británicos no tuvieran una cuenta corriente. Hoy en día quien no usa tarjetas de crédito o no está devolviendo un préstamo al banco es considerado una persona sospechosa.
3.9. Balance de la financiarización
Hay suficientes evidencias de que el funcionamiento del sistema financiero desregulado resulta enormemente ineficaz y profundamente peligroso. No ha conseguido llevar a cabo una asignación eficiente de los recursos. Buena parte de su actividad ha sido meramente especulativa. El sistema financiero se ha mostrado enormemente inestable y sus crisis se han ido sucediendo de manera continuada, culminando en el crack de 2008. Después de esa fecha han tenido lugar otras crisis en Europa y en China, a las que seguirá la que se produzca como consecuencia de la epidemia de coronavirus.
No se ha establecido una regulación estricta como la que se implantó tras el crack del 29. A pesar de las innumerables voces que se alzaron en favor de la regulación financiera tras la crisis de 2008, no se han impuesto límites sustanciales a la actividad del sector, ni a nivel global, ni a nivel europeo, ni a nivel estatal. Las tímidas medidas adoptadas por la Administración Obama fueron derogadas por Trump inmediatamente después de su llegada al poder. Angela Merkel impuso una política de austeridad a los países de la eurozona, con el objetivo de que Grecia, España e Italia saldaran sus deudas con los bancos alemanes. Estos hechos ponen de manifiesto lo que Varoufakis denominó la «quiebrocracia»60. A pesar de las bancarrotas y de los rescates, el sector financiero fue capaz de imponer sus intereses sobre los del resto de la sociedad. Y las evidencias señaladas ponen de manifiesto que las entidades financieras siguen realizando el mismo tipo de operaciones de alto riesgo que condujeron a la gran crisis.
4. FÁBRICAS MUNDIALES: LAS CADENAS GLOBALES DE VALOR
4.1. Cadenas globales de valor: caracterización y funcionamiento
La producción manufacturera se ha mundializado como consecuencia de la disgregación de las unidades productivas características del modelo fordista que eran «grandes fábricas donde trabajaban millares de personas con una organización taylorista o “racionalizada” del trabajo para componer analíticamente, en el plazo más breve posible, toda su actividad»61. Las compañías fragmentan la producción mediante procesos de externalización o subcontratación y deslocalizando o trasladando parte de sus tareas a otros países.
Para entender el concepto de «cadena global de valor», hemos de introducir previamente la definición «cadena de valor agregado». En un texto de 1985, Kogut caracterizó así ese tipo de estructura productiva: «La cadena de valor agregado es el proceso mediante el cual la tecnología se combina con insumos de materiales y mano de obra, y luego se ensamblan, comercializan y distribuyen los insumos procesados»62. Del conjunto de su texto puede extraerse una noción más compleja que identifica los distintos eslabones de la cadena con las diferentes fases que atraviesa el proceso productivo de un determinado bien: la investigación, el diseño, las tareas de ingeniería, la obtención de las materias primas necesarias, la fabricación de los componentes, el ensamblaje y empaquetado del producto final, su distribución comercial y el servicio posventa (hoy en día se incluiría también la recogida y reciclaje del producto una vez finalizada su vida útil). El «valor» que «añade» cada eslabón de la cadena se calcula teniendo en cuenta su aportación al precio final del producto.
Hablamos de cadenas globales de valor (CGV) cuando las diferentes fases de la elaboración del producto se encuentran diseminadas por un amplio conjunto de países pertenecientes a más de un continente. Las distintas tareas pueden ser realizadas por filiales de una sola compañía o por empresas independientes entre sí. Pero esas cadenas siempre están sometidas, aunque en grado variable, a la dirección de una firma transnacional que coordina y gobierna todo el proceso. De hecho, las CGV se han erigido en el modelo productivo dominante de las grandes multinacionales63.
La multinacional a cuyo servicio está la cadena puede ser una compañía productora de bienes (como Apple), pero también una empresa distribuidora, como sería el caso de los almacenes Walmart, que, como se ha señalado aparece en el ranking Forbes de 2019 como la primera compañía del mundo en ventas, con un volumen de transacciones que supera los 485 mil millones de dólares.
La organización interna de las cadenas presenta múltiples variantes. Los vínculos entre la empresa dominante y los demás integrantes de la CGV pueden ser de diverso tipo, configurando distintas formas de enlace entre los eslabones de la cadena y entre estos y la empresa rectora. Las relaciones pueden consistir meramente en contratos de compraventa, como suele ocurrir en el caso de componentes genéricos que pueden conseguirse fácilmente en el mercado. El suministro de componentes especialmente diseñados para un producto concreto requiere una conexión más intensa entre el eslabón y el gestor de la cadena, pues debe asegurarse un flujo continuo de información entre ambas compañías y resulta mucho más costoso para una y otra romper su relación mercantil. La revolución informática ha sido clave para hacer viable la coordinación de la actividad de empresas muy distantes físicamente entre sí. En el extremo opuesto de las relaciones estrictamente de mercado se situarían los vínculos existentes entre la empresa matriz y sus subsidiarias en otros países, supeditadas a la primera por una relación jerárquica.
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