El binario víctima/victimario también ha marcado las reflexiones sobre las economías morales del daño en el marco de las legislaciones anticrímenes de odio y su relación con las políticas queer y trans. Desde esa perspectiva, Dean Spade (2018) releva la importancia del discurso de las organizaciones LGBTIQ+ sobre la necesidad de hacer público el daño sufrido y exigir que esto importe, incrementando la vigilancia y el castigo a los crímenes de odio. Sin embargo, Spade también problematiza el carácter paradójico de la defensa de esa lógica carcelaria: “¿Qué significa reclamar justicia y reconocimiento a ese sistema?” (2018, pp. 22-23). Trasladando las preguntas de Spade (2018) al campo de la cultura popular, también cabría preguntarnos por la idealización o sobrevaloración de las instituciones culturales de las que se espera reconocimiento. ¿Cómo salir de ahí? De acuerdo al trabajo de Alabarces ya citado, uno de los problemas fundamentales en el estudio de la cultura popular ha sido la creencia en su falta de continuidad. Cuando lo que hay es una continuidad que no es solo temporal, sino también de contaminación, préstamo (en el ritmo, la lengua o la imagen), desplazamiento espacial, migración, mitos o desplazamientos entre géneros culturales de espectáculo (cine, música popular, teatro, deporte).
Una de las maneras de salir de esta idealización es, por lo tanto, analizar su historicidad eliminando “la categoría de hibridación” para buscar bajo qué tipo de mezclas y relaciones de poder produjo dicha mixtura (Alabarces, 2012, p. 16), en el entendido de que la cultura popular es una dimensión simbólica de la cultura que designa lo dominado (2012, p. 32). Se trata entonces de repolitizar empíricamente las categorías de análisis de manera no necesariamente ilustrada y prescriptiva para evitar la naturalización de la asociación de lo popular con los estudios de pobreza y saber “quién es el que habla” de la cultura popular o, más precisamente, “Quién habla, quién representa. Qué es lo dicho y qué es lo representado. Y muy crucialmente, quién administra, autoriza, disemina esa representación y esa voz” (Alabarces, 2012, pp. 30-31). De este modo, concluye, pueden revisarse las políticas culturales latinoamericanas para que sean efectivamente democratizadoras (p. 33).
La vigilancia epistemológica a la que nos interpela el presente libro en relación a la posible idealización de nuevas subjetividades o formas de expresión entendidas como populares, por un lado, y en relación a la comprensión de la identidad popular como inscripción de daño por el otro, nos deja algunas preguntas abiertas: ¿Qué ha permitido y qué no ha permitido esa representación estratégica en el marco de lo audible como “popular”? ¿Qué implica reclamar reconocimiento por parte de las políticas culturales que demandan y reproducen la herida o el daño como autenticidad? ¿Qué conflictos, disensos, discontinuidades o fracasos de “la cultura popular” se eliminan por esta lógica identitaria e idealizadora? ¿Es posible abrir un debate crítico desde estas vigilancias epistemológicas o todo sucede como si la crítica fuese sinónimo de “traición”, reproduciendo una vez más el binario teoría v/s práctica?
En el Chile neoliberal actual, que no termina de morir, mientras se escuchan vientos de cambio constitucional, este libro nos invita a pensar entonces cómo desde las políticas culturales y de patrimonialización podrían emerger ciertas “demandas de autenticidad” (Vera, Aguilera y Fernández, 2018) hacia las y los sujetos populares que, en una relación de poder no necesariamente elegida, podrían reproducir ciertos discursos, prácticas y estéticas fetichizadas de “lo popular” o los binarismos de “lo alto” y “lo bajo”, “lo auténtico” y “lo falso”, y otros, que obstaculizan un análisis desde la materialidad de “lo popular ausente” como histórica y subjetivamente situado. Por último, la idea del carácter interpelador de la cultura popular también remite a la idea de que el modo en que se aborde o se omita esta discusión también es un espejo de la sociedad en la que vivimos.
En este sentido, los textos que presentamos a continuación nos hablan de nuevas aproximaciones y también de nuevos temas, pero además observamos un cierto desacoplamiento con la reflexión teórica aportada por textos ahora clásicos sobre cultura popular en el ámbito latinoamericano publicados en los ochenta (Martín Barbero, Sunkel, García Canclini), así como con sus sucesores y sucesoras actuales. Falta, en este sentido, mayor audacia para pasar de los casos a una reflexión teórica más amplia respecto de los temas de estudio, que a su vez dialogue con esta tradición. Esta deuda pesa notoriamente en la academia chilena. Muchos de los trabajos abrazan de manera implícita la idea de la capacidad de resignificación de los productos y expresiones culturales en nuevos contextos temporales o geográficos y, en este sentido, retoman la senda de los clásicos. Otros se hacen cargo de temas menos abordados previamente y sobre los que poco a poco se van estableciendo entrecruzamientos epistemológicos, como es el caso de la teoría decolonial; varios trabajos también vuelven a la reapropiación de una memoria popular profunda vinculada a las expresiones culturales de los pueblos originarios. Pero también percibimos que aún se trata de búsquedas a tientas, desde ciertas intuiciones fragmentadas, pero que no se encuentran en una misma comunidad académica. ¿Hacia qué y hacia quién se dirige el componente crítico de la cultura popular hoy? ¿hacia qué y hacia quién se dirige la investigación crítica sobre cultura popular en el presente? ¿la cultura popular dentro o fuera de los procesos de movilización política? ¿dentro de la movilización política con sus propias contradicciones o apropiándose de aquellos aspectos menos contradictorios o más acordes a determinados relatos de la izquierda en términos morales y materiales?
Estos son los nudos de discusión que hemos identificado en esta aproximación a la discusión actual sobre comunicación y cultura popular en América Latina y El Caribe. El presente libro se inscribe en un programa de investigación que esperamos seguir desarrollando en próximas publicaciones.
Santiago de Chile, octubre de 2020
Bibliografía
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