El cuerpo en la experiencia psicoanalítica. Noemí Lustgarten de Canteros. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noemí Lustgarten de Canteros
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441554
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de destrucción vuelta hacia la persona propia. Esta idea también puede haber influido en Lacan al relacionar la angustia con el deseo y con el goce (satisfacción masoquista).

      Para sintetizar: la última teoría de la angustia en Freud sostiene que la angustia es testimonio del desvalimiento del yo, de su falta de recursos frente a los estímulos, especialmente los pulsionales, así como también el último recurso, que logra ser implementado como señal, para defenderse de esa sobrecarga libidinal (trauma, más allá del principio del placer, tendencia masoquista), poniendo en marcha en ese caso el proceso de la represión.

       La angustia en Lacan

      Lacan retoma la idea freudiana de que la angustia de castración aparece ante la castración de la madre. A partir de su idea de los tres registros: Simbólico, Imaginario y Real, elabora la idea de falta simbólica, de castración simbólica, como la falta en el Gran Otro representante del orden simbólico. El orden simbólico se instituye a partir de la existencia de una falta. Mientras exista esta marca de una falta, que sería el falo simbólico, está garantizado el deseo y su movimiento de sustitución. Este orden simbólico garante de la falta se correspondería en Freud con el padre de la ley. En Tótem y tabú, Freud nos describe al protopadre, el padre de la horda primitiva, arbitrario y caprichoso, la anti-ley, al cual le sobreviene la muerte en manos de la horda fraterna y la instauración del Tótem, Falo Simbólico, Padre Muerto garante de la ley. De ahora en más, su desmesura, el goce en términos de Lacan, queda interdicto. Hay prohibición del incesto y con esto instauración de la ley y del deseo. El objeto incestuoso debe quedar irremediablemente perdido como objeto de satisfacción pulsional, y el deseo va a estar referido a una falta que va a garantizar su perdurabilidad.

      Desde este modelo y tomando elementos del estructuralismo y la lingüística, Lacan reformula el trabajo analítico como el trabajo con el significante, el deseo y su falta: el trabajo con el inconsciente reprimido. Ahora bien, sabemos que en la clínica el “tranquilo” trabajo con la palabra y la asociación muchas veces se interrumpe y es en estas situaciones donde puede emerger la angustia.

      Para acceder al enigma de la angustia como fenómeno clínico, Lacan retoma del recorrido freudiano —que ya hemos transitado—, las ideas de Lo Ominoso y de Más allá del principio del placer. La referencia a que algo que debía permanecer oculto, extrañado, se asoma provocando una forma de lo angustioso y lo siniestro, así también la idea de la angustia como testimonio de un más allá del principio del placer.

      ¿Qué nos dice Lacan? Que ese Gran Otro simbólico, constituido por el deseo ley, el Gran Otro de la falta simbólica, es estructuralmente fallido. Entonces, el motivo de la angustia es que ante la falla —la barradura del Gran Otro simbólico pacificante— vuelve a emerger una amenaza innombrable, representada por la emergencia de lo que Lacan denomina un Deseo en estado puro, sin mediación simbólica. Lacan formula esta amenaza utilizando la expresión “¿qué me quiere?”, donde el me alude a quedar reducido a objeto ante el enigma absoluto del Deseo del Otro.

      Por otro lado, Winnicott indica que la conducta intrusiva materna ejemplificaría a la madre que no introduce una falta simbólica, al no ausentarse en un adecuado interjuego presencia-ausencia. Esta hiperpresencia generaría el inquietante “¿qué me quiere?”, el Deseo en estado puro, y la angustia como ese sentirse ser objeto a merced del Deseo del Otro. Esta sería la versión desde Lacan del desvalimiento en el trauma freudiano. Estamos en el más allá del principio del placer, en la emergencia de algo de lo real según Lacan, ante la posibilidad de quedar a merced de la pulsión masoquista según Freud.

      Si los padres tienen un deseo de un hijo le otorgan un lugar en lo simbólico. Para Lacan ingresamos como objeto en el campo del Otro, pero ese cuerpo real del recién nacido inmediatamente queda “alojado” en el deseo y comienza a recibir el efecto del significante, de la palabra que lo va tornando sujeto del lenguaje. Se le da un nombre, es alguien para alguien y entra en la cadena significante. Lo siniestro, el asunto de la angustia, es cuando se presentifica ese real alojado en la estructura, al que Lacan llama objeto “a”.

      Quiero mencionar un ejemplo clínico que toma Lacan de una paciente de Margaret Little, analista que a su vez fue paciente de Winnicott. La paciente, llamada Frida, era una mujer que no tuvo lugar en el deseo de sus padres, vicisitudes de su historia dejan en ella la huella de no haber significado nada para su padre. Del lado materno, Frida tampoco se siente deseada, más allá del usufructo que la madre puede obtener de ella. Esto la condena a ser ese objeto caído, ese resto, a quedar identificada con el objeto “a”. Usualmente, los padres con su deseo rescatan al hijo de esta posición de quedar identificado al objeto, pero esta operación sólo se produce si a los padres ese hijo les “hace falta”.

      Lacan nos muestra cómo, en este caso, es la analista, Little, la que toca la angustia. Ella también se encuentra en situación de desvalimiento, dado que no le son suficientes sus recursos simbólicos, aquellos que les brindó su formación como psicoanalista. Ella entra en contacto con ese desvalimiento inicial, que sería la verdad última en el ser humano. No importa tanto lo que dice, su formulación desde la palabra, lo que importa es desde dónde lo dice, su posición subjetiva. Es en ese momento que se produce un viraje en la situación transferencial, que es interpretado por Lacan como que a partir de esa angustia del analista, angustia que “no miente”, la paciente registra que hay deseo, deseo en tanto lugar en el Gran Otro, donde ella puede alojar su objeto “a” para dejar de serlo. Se anida en el deseo y recupera su condición de sujeto: la angustia se torna portadora de la autenticidad del deseo.

      En sus ideas sobre la angustia encontramos en Lacan desarrollos en torno al acto, al acto analítico, al acting out y pasaje al acto. Estos desarrollos permiten indicar, dentro del quehacer del psicoanalista, algo que va más allá del desciframiento del inconsciente, a partir de poner en relación angustia, capacidad de contactar con el desvalimiento y acto como respuesta singular, irrepetible e inédita ante este contacto. Esta secuencia sería también una aproximación a sus desarrollos en relación a la dirección de la cura.

       La angustia en Winnicott

      El concepto del desvalimiento del que partimos para observar las perspectivas de cada uno de los autores, adquiere un nuevo sentido en Winnicott si lo relacionamos con su concepción del estado de inmadurez y su lógica consecuencia, la necesidad del medio ambiente facilitador como punto de origen del comienzo y desarrollo de la subjetividad.

      Madre medio ambiente, que permite la experiencia de “omnipotencia primaria”, base de la capacidad de ilusionar, crear y de confiar, de sentirse mago y hacedor de su mundo, y de que la vida se torne real y merecedora de ser vivida. Valor estructurante de la omnipotencia que vela la indefensión. Si hay fallos ambientales en estos tiempos fundantes de dependencia absoluta, donde la posibilidad de ser depende de la posibilidad de depender, hay aniquilamiento en vez de integración, y el bebé se ve mandado a reaccionar ante los estímulos externos y pulsionales que se tornan intrusivos y traumáticos. La intrusión, el reaccionar y el aniquilamiento serían a mi entender la reformulación del desvalimiento y el trauma en Winnicott.

      En este estado de desvalimiento por fallas primarias de sostenimiento, la idea de trauma se torna emergencia de las angustias inconcebibles: “caer para siempre”, “despedazamiento”, “falta de relación con el cuerpo”, “falta de orientación”. Winnicott nos aporta la perspectiva de lo que el Gran Otro primordial, la madre, puede hacer para velar el desvalimiento y el trauma en los primeros momentos postnatales. Nos brinda así un modo de pensar las condiciones de posibilidad de constitución del velo simbólico-ima-ginario