El cuerpo en la experiencia psicoanalítica. Noemí Lustgarten de Canteros. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Noemí Lustgarten de Canteros
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441554
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del marco que tiene en cuenta la debilidad del ego. Se trata de un “saber hacer” sensible que sabe del dolor, del trauma y que sabe cuándo introducir los conflictos vinculados al deseo, cuándo atender a lo que Winnicott llama la necesidad.

      La detección diagnóstica de rasgos esquizoides y de falso self permite que el analista evite reiterar la falla primaria, imponer el propio gesto, en este caso el de la técnica analítica aplicable a la de la neurosis clásica. El falso self responde reiterando su acatamiento, pero se refuerza su desesperanza y su sentimiento de futilidad.

      Para el abordaje de la patología correspondiente a fallos y defensas primarias, la propuesta de Winnicott apunta a: 1) confiabilidad del marco que permita regresión a la dependencia y deponer la defensa primaria. A partir de los fallos del analista, trabajar los fallos primarios. ¿De qué modo? En transferencia el paciente puede reaccionar ante los fallos del analista, y de este modo hacer que entren bajo el dominio de la omnipotencia. Puede adueñarse de ellos en lugar de quedar a merced de fallos que lo aniquilan.

      Otro aporte de Winnicott lo constituye su clasificación de conducta antisocial. Esta clasificación no admite comparación directa con otro tipo de diagnósticos como neurosis y psicosis, ya que no depende del tipo de organización defensiva. Se lo puede encontrar en diferentes cuadros cuando se lo “depriva” de ciertas características esenciales de la vida hogareña, cuidado y protección, si esto sucede cuando ya hay un suficiente desarrollo del ego que permite tener conciencia de la dependencia. Las manifestaciones sintomáticas cuyo denominador común es el “valor de la molestia” aluden a un elemento de esperanza con relación al reconocimiento y resarcimiento de la deprivación. Lo esencial ante un paciente con conducta antisocial es el manejo adecuado. Crear las condiciones que permiten soportar y sostener los embates de agresividad y molestia sin respuesta retaliativa. Aquí, resulta interesante la relación entre esta descripción en Winnicott y el concepto de acting según Lacan.

       El diagnóstico en Lacan

      Lacan nos aporta un modelo estructural, a partir del estructuralismo y la lingüística intenta una redescripción de los postulados freudianos. Así, retoma la idea freudiana acerca de que la angustia de castración es ante la castración materna, pero en desarrollos posteriores llegará a la idea de castración simbólica o falta simbólica.

      Esta teorización se inscribe dentro de su teoría de los tres registros: Simbólico, Imaginario y Real. El orden simbólico se instituye a partir de la existencia de una falta. La marca de esa falta es el “falo simbólico” que garantiza el deseo y su movimiento de sustitución. La función que instituye el orden simbólico es el “Nombre del Padre” a través de la operación que llama Lacan la “Metáfora paterna”.

      El “Nombre del Padre”, que instituye el sistema simbólico, se correspondería con el padre de la ley, el padre muerto de Tótem y Tabú. En ese sentido es pacificador, instala la prohibición del incesto y protege del exceso, del goce y su sufrimiento. Nos dirá Lacan que, tras la “falta simbólica” pacificante se encuentra el objeto “a”, algo de lo real. Esta función simbólica pacíficamente se ejerce de modo fallido. Esto no es contingente, es condición estructural. Lacan planteará entonces que el “Gran Otro”, el “Orden simbólico” es estructuralmente fallido.

      Diremos con Freud, detrás del padre de la ley subyace siempre su prehistoria, el padre gozador. Esta idea Lacan la formaliza planteando que el “Gran Otro” simbólico, el “Gran Otro” de la Ley, deviene un “Gran Otro” Barrado. A su vez, el “Gran Otro” Barrado puede emerger como “Gran Otro” deseante (-A-). La emergencia del “Gran Otro” deseante, del inquietante “Deseo en estado puro” se presentifica a través de la angustia. Aquella angustia que en Freud nos remite a lo siniestro, a cuando lo heimlich deja de serlo.

      Bajo mi percepción, una manera de ejemplificar esta idea es con la “madre intrusiva” que describe Winnicott. La madre que no introduce su falta, un adecuado inter-juego presencia-ausencia; que no va creando ese hueco necesario para la constitución del deseo. Ese exceso de presencia materna generaría el inquietante “Que voi”, “que me quiere”, emergencia del “Deseo del Otro”, amenaza innombrable donde la heimlich madre medio ambiente, que supuestamente reconoce al otro como semejante, se torna umheimlich, enigma absoluto, amenaza de quedar en posición de objeto de satisfacción pulsional, a merced de ese Gran Otro y su goce.

      Volviendo al tema diagnóstico, Lacan diferencia tres estructuras como modos de respuesta posible ante ese “Deseo del Otro”. Represión en la neurosis, desmentida en la perversión, y forclusión del “Nombre del Padre” en la psicosis. Diferentes intentos de cubrir la falla simbólica, la falla del “Nombre del Padre”.

      El neurótico, dice Lacan, pone la castración de su lado. Él se siente en falta y de esa manera la castración queda velada del lado del “Gran Otro” simbólico. El obsesivo tapa la falta ofreciéndose como garante. La histeria tapa la falta ofreciendo su impotencia. El neurótico cede ante su deseo, no adviene al suyo y se ofrece como objeto, en el fantasma del Otro. Es a través de su posición de objeto en el fantasma que “vela” la falta del “Gran Otro”. En tanto, el perverso le “da de gozar al Otro”, y de esa manera lo restituye como “Gran Otro”, completo. El psicótico es el que sabe, tiene certeza de la castración del “Gran Otro” (-A-).

      Tanto en la neurosis como en la perversión hay “Nombre del Padre”. La falla del Gran Otro, como decíamos, se recubre de un “velo” fantasmático “simbólico imaginario”, “velo” que protege, acota el goce y permite que rija el principio del placer. La forclusión del “Nombre del Padre” apunta a un agujero en lo simbólico que padece el psicótico y que lo deja a merced del goce, de las angustias innombrables, diríamos con Winnicott.

      Podemos pensar que la “ilusión”, la experiencia de omnipotencia primaria, el “ser uno con la madre”, y la “transicionalidad” dadas por la identificación sensible con el estado de desvalimiento, son condiciones estructurantes que posibilitarían subjetivar la experiencia. Con Lacan, sería lo que otorga la construcción fantasmática como antídoto relativo a caer en la posición de objeto de goce y su sufrimiento. Antídoto frente a la posición de desamparo en el trauma según Freud.

       Correlaciones y diferencias

      Podemos decir que entre ambos autores hay diferentes lógicas y diferentes acentos. En Winnicott encontramos una teoría del desarrollo, mientras que en Lacan una teoría estructural. Winnicott resalta el valor estructurante de la ilusión para evitar el trauma en situación de desamparo como condición de salud mental, en tanto Lacan acentúa el carácter estructural del fallo. Winnicott nos habla de ilusión fundacional como protección ante lo imprevisible y del proceso de “desilusión paulatina”. Por su lado, Lacan nos habla del “fantasma” como “velo” protector frente a lo “real”, lo traumático, lo que arroja al más allá del principio del placer. En la dirección de la cura postula llevar al paciente a atravesar el fantasma, a saber de la falla estructural de lo simbólico. Winnicott, con sus ideas acerca del “gesto espontáneo”, verdadero self, tendencias heredadas, subraya el respeto a lo que la criatura humana trae en su encuentro con el otro. Retomando, a mi entender, el concepto de series complementarias freudiana. Mientras que Lacan enfatiza el efecto del “Gran Otro”, del “Orden simbólico”, su precedencia y su incidencia sobre la cría humana al constituirlo como sujeto del lenguaje. Esta posición corresponde a una etapa de su enseñanza, la etapa que privilegió el registro simbólico. A lo largo de su recorrido, fue reconsiderando el tema de los tres registros, Simbólico, Imaginario y Real, y modificando el modo de enlace de estos registros, reconsiderando el peso tanto de lo imaginario como de lo real.

      Si volvemos a destacar los criterios de ambos autores para establecer el diagnóstico, podemos decir que Winnicott toma en consideración el tipo de defensa correlativo al grado de maduración del ego, distinguiendo entre defensas ante los fallos en la dependencia y defensas ante los conflictos personales, que implicarían otros grados de maduración, de constitución del yo. Mientras que para Lacan se establece en base al tipo de respuesta ante el fallo estructural del orden simbólico.