Arte y hostilidad. Iván Trujillo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Iván Trujillo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789569441431
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del que depende el aparecer del arte. Y es que el aparecer del arte, para Trujillo, tiene la forma de este “entonces” que interrumpe, pero que también marca el paso, de la frase: “El aparecer del arte entonces no va a depender de un texto que se sabe que falta”. Escribe algo adelante Trujillo que “ya no perderemos de vista este adverbio de tiempo ‘ya’, que nos viene acompañando una y otra vez mientras comentamos este texto de Hegel/ Hotho, como un tipo, en este diagnóstico del fin del arte que, si bien no se circunscribe a la cultura moderna, parece especialmente marcado por ella”.

      Ya, ya no, “ya pasaron”, “ya no satisface”, “ya no podemos”, etc., podría ser la marca y/o el tono, si no acaso también el ritmo, de cierta temporalidad con la cual acaso tendríamos que reconocer un rasgo tipo o típico de lo moderno, uno en todo caso que señalaría cierto “fin de los tiempos” o cierto “signo” de los tiempos.

      “Entonces”. Es una figura opaca −adverbio de tiempo, como el “ya” y el “ya no” que nos acompañan en la lectura de Hegel−, pero con doble faz: le hace cara al pasado, al aquél entonces prístino o traumático que sí se sabe que falta; y al futuro, al “entonces” que llega, que se sabe que llega porque nos lo anuncian los que promulgan un mesianismo escatológico, teologal. “Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que entienda”, o en palabras de la Vulgata, “tunc justi fulgebunt sicut sol in regno Patris eorum qui habet aures audiat”. Y también el “entonces” es una figura de la necesidad o de la sintaxis lógica, que remite, no al devenir de tal circunstancia, sino a lo que se sigue de una demostración. Dado A, si A implica B, entonces B (no nos puede extrañar este recurso a la sintaxis lógica, desde la metafórica temporal-histórica. La escuchamos en el mismo Hegel, en las frases de la Estética que cita Trujillo: “Damit hat sie für uns auch die echte Wahrheit und Lebendigkeit verloren und ist mehr in unsere Vorstellung verlegt, als dass sie in der Wirklichkeit ihre frühere Notwendigkeit behauptete und ihren höheren Platz einnähme”, “Considerado en su determinación suprema, el arte es y sigue siendo para nosotros, en todos estos respectos, algo del pasado. Con ello ha perdido para nosotros también la verdad y la vitalidad auténticas, y, más que afirmar en la realidad efectiva su primitiva necesidad y ocupar su lugar superior en ella, ha sido relegado a nuestra representación”. La expresión “mehr… verlegt”, “más que… relegado” según la traducción de Muñoz, expresa a la vez una variación semántica sometida a la sintaxis “primitiva” de la expresión −el “más que” equivalente al “más bien” o el id est− y una variación de grado, énfasis en el mehr, que escapa a la lógica sintáctica: esto es más que aquello; entre la necesidad primitiva del aparecer del arte, y la mera Vorstellung, se da una diferencia de grado numérica, un “más” o un mehr que serán, en todo caso, diferencias relativas, y nunca absolutas. Hegel instala en esta contradicción todo el juego de la dialéctica).

      Entiendo que la frase de Trujillo, “El aparecer del arte entonces no va a depender de un texto que se sabe que falta”, precisamente no ofrece una determinación positiva de las condiciones bajo las cuales aparecen, ni el arte, ni “el pensamiento que se resta del pensamiento”. Entiendo, sé, que este pudor o disciplina, que esta ascesis es coherente con la definición del arte, del texto, y del pensamiento que ofrece como performáticamente Arte y hostilidad. Sé, entiendo, que la tesis que condensa la frase se ofrece bajo estos aspectos irreconciliables (y por tanto sujetos, posiblemente, tan sólo al pensamiento violento en el segundo sentido, no metafórico, que venimos intuyendo, y que sería un pensamiento que se resta al pensamiento que buscaría la otra violencia que es la reconciliación metafórica): “El aparecer del arte entonces”: cuando, en aquel entonces, en algún momento de la historia remota, el arte pudo aparecer, cuando se dio arte como destello repentino del relámpago: Schein; “El aparecer del arte entonces”, en algún momento de los venideros, cuando se abra el velo que encubre y oculta el futuro, entonces, roto el último sello, aparecerán, se darán, el arte y “el pensamiento que se resta del pensamiento”. Y entonces: dado el texto que no se sabe que falta, entonces y por consiguiente aparece el arte.

      No sabíamos que nos faltaba este texto, el que nos ofrece Iván Trujillo en Arte y Hostilidad: La estética hegeliana y la precipitación de la violencia. Ahora, entonces, posiblemente, en consecuencia, algo podrá aparecer.

       Nota Preliminar

      ESTIMAD@ LECTOR@:

      Lo que usted tiene ante sus ojos es un libro y el problema del libro. Desde que nos ponemos a leer, no es seguro que estemos ya sólo en el libro. De un mismo libro, puede haber infinitas lecturas. Porque un libro no puede prever su lectura, hay siempre una cierta falta de libro que habita en toda lectura. En este sentido, ver el libro que leemos no es leerlo. Para interrumpir la lectura no nos sirve otra lectura, que no hace más que prolongarla, sino una representación del libro. Y esta representación, además, difícilmente se la encontrará en el libro que leemos. Este problema congénito del libro a la vez se vuelve patente y se oculta cuando, por ejemplo, sucede que se viene leyendo durante mucho tiempo un libro que se dudaba fuera de un autor al que no obstante se lo atribuía y que ahora se sabe positivamente que su autor era otro. Este es el caso de las Lecciones sobre la Estética del filósofo alemán G. W. F. Hegel, cuya versión fue siempre la de sus discípulos, sobre todo de Heinrich Gustav Hotho.

      Se vuelve patente, porque la lectura del libro de Hegel durante más de un siglo no era la lectura de su libro. Se oculta, porque la falta de su libro sobre estética no depende solamente de que se sabe que falta. El problema de la falta del libro de Hegel, relacionado con sus lecciones de estética ofrecidas en Berlín hacia 1820, ha sido en primer lugar puesto de relieve por su lectura, que lo habría echado en falta. Y se podría intentar mostrar leyendo a Hegel, es lo que consigno aquí, que la falta de su filosofía del arte se debe nada menos que a su pensamiento del arte. En todo caso, que la preocupación por este asunto pueda tener que ver con el celo con el que se suele abordar un pensamiento en filosofía, por ejemplo, al querer distinguir las ideas y conceptos estéticos de Hegel de las ideas y conceptos plasmados en la edición de sus discípulos basada en sus propios apuntes de clase, no parece en principio disociable de los celos generados por una cierta falta de libro en toda lectura y que, para tranquilizarnos, llamamos “interpretación”.

      Quizá se pueda decir que no hay cómo interrumpir la lectura cuando, por una cierta falta de libro en ella misma, éste puede no cerrarse. Por mi parte, es lo primero que debo reconocer aquí tras leer tardíamente, en mi actual estadía en Irvine, el seminario “La représentation”, realizado por Derrida en 1980-1981. Este seminario está dedicado centralmente a la problemática de lo sublime en Hegel en las Lecciones sobre la estética. Visto desde este seminario, el título del presente libro, “Arte y hostilidad”, podría ser leído como “Arte y sublimidad”. Si no me he resuelto a modificarlo no es en todo caso sólo por el tardío conocimiento que tengo del mismo, sino porque el concepto de enemistad u hostilidad (Feindschaft), muy importante en la noción de forma artística en sus lecciones, adquiere un relieve muy particular en la forma artística llamada “romántica” y sobre todo bajo la suposición de la tesis del fin del arte. Sobre la posibilidad de leer la hostilidad como sublimidad me limito entonces a hacer algunas anotaciones a pie de página.

      Un segundo reconocimiento atañe sobre todo a la introducción del presente libro y está vinculado con otro seminario de Derrida: “Nationalité et nationalisme philosophiques”, comenzado a partir de 1984-1985. Los posibles efectos de este seminario sobre lo que he dicho aquí se pueden explicar como sigue: lo que desde ya hace algún tiempo se viene llamando “crisis de la representación” (estética y política), ha sido también lo que nos ha dejado el movimiento de su astucia. Dando su crisis por consumada o por efectivamente realizada ya desde siempre, la representación, ahora más inaparente, se capitaliza entre la alteridad y la hegemonía absolutas. Si en la introducción comienzo con el retroceso del habermasianismo en los años 80, en medio de lo que fue su denegación nacionalista al identificar como pensamiento francés el “neoestructuralismo” o el