A lo largo de algunos años, la Universidad de Lima apoyó los varios proyectos sobre los que se sostiene este trabajo. Creo que esta es la ocasión propicia para expresar mi agradecimiento a sus autoridades por la confianza recibida; no obstante, todo lo escrito es responsabilidad del autor. El apoyo familiar fue esencial: a Constanza, María Eugenia y Ela les agradezco por ayudarme a sobrellevar las dificultades que conlleva toda investigación.
Los sismos históricos y las fuentes
1. Ocho décadas de noticias locales: la Gaceta de Lima (1743-1826)
En enero de 1744 aparecía en Lima la Gaceta de Lima, que se convertiría en una de las principales publicaciones periódicas de la época virreinal. Aun cuando ciertos autores plantean la idea de que la Gaceta surgió años antes (Temple 1965), no se conoce de manera directa ningún ejemplar que así lo pruebe, y los esfuerzos desplegados para hallarlo han sido infructuosos. Se trata de una publicación oficial que se extendió hasta la década de 1790 y que luego apareció con el nombre de Gaceta del Gobierno de Lima, entre 1810 y 1813, a la cual siguió la Gaceta del Gobierno del Perú (1967), publicada en la época bolivariana, entre 1823 y 1826. De nuestra revisión de los ejemplares originales y de las ediciones facsimilares de esta última, apenas hemos hallado una sola referencia a eventos sísmicos, casi escondida en la información y planteada de manera indirecta, tal como se puede apreciar en la referencia correspondiente al año 1823. Antes bien, es voluminosa la cantidad de referencias que se desprenden de la consulta de las reproducciones facsimilares de la Gaceta de Lima correspondientes al periodo 1756-1765, debidas a la iniciativa de José Durand.
2. Periódicos
En las últimas décadas, los historiadores han ido entreviendo cada vez más la importancia del uso de los periódicos para reconstruir la época republicana, y algunos trabajos (Glave 2004) dejan testimonio de lo extendido y productivo de aquel uso. La primera mirada de conjunto sobre el periodismo peruano la ofrece Raúl Porras Barrenechea (28 de julio de 1924), cuando, con apenas 24 años, publica un extenso artículo en las páginas de Mundial. Para Porras, los periódicos peruanos de inicios del siglo XIX son portadores de consignas políticas. En la misma línea están las reflexiones que provienen del historiador mayor de la República, Jorge Basadre: son numerosos los comentarios sobre ideologías adoptadas por periódicos, que inserta en su Historia de la República del Perú, su obra magna.
Dado el sesgo abiertamente político que encarnaban dichas publicaciones, no es extraño que otro grupo de historiadores haya dedicado trabajos a la identificación de la línea política que un diario enarbolaba: en ese rumbo se encuentran los de Ella Dunbar Temple, sobre El Investigador; José Agustín de la Puente, sobre la Abeja Republicana (1971); Raúl Zamalloa (1964a y 1964b), acerca de los periódicos de la Confederación Perú-Boliviana, y —los más recientes— Ascención Martínez (1985), sobre el periodismo de la Independencia, y Luis Miguel Glave, acerca de las características del periodismo regional cusqueño. Cada trabajo logró su objetivo, ofreciendo una imagen extensa y clara de las tendencias y preferencias que cada diario adoptaba.
Muchas de las investigaciones citadas testimonian la deuda contraída con los catálogos de periódicos que se fueron publicando en el país desde fines del siglo XIX. El primero de ellos fue el que publicó Mariano Felipe Paz Soldán en las páginas de la Revista Peruana, la cual fundó en 1879 y que era administraba por su hermano Carlos. A pesar de su extensión, el catálogo distaba de ser completo. Un trabajo posterior (San Cristóbal 1927) entrevió varios títulos ausentes, los que formaron un breve listado que fue publicado en 1927.
Otras contribuciones fueron enormemente importantes, pues presentaron colecciones de periódicos depositadas en bibliotecas o archivos. En ese grupo se encuentran los trabajos de Manuel de Odriozola relativos a la colección que se hallaba depositada en 1879 en la Biblioteca Nacional del Perú —utilísima, pues brinda un panorama previo al incendio de la biblioteca en 1943—, y el de Pedro Mañaricua (1944), bibliotecario del Convento de San Francisco de Ayacucho, que ofrece una síntesis del primer siglo de periodismo cultivado en esta ciudad. Muy completo es el que dio a luz Alejandro Tumba Ortega (1945) sobre la colección que custodiaba la Universidad de San Marcos hacia 1940. Un trabajo más reciente (Glave 1999a) es el útil ordenamiento de las colecciones de la Biblioteca de la Universidad San Antonio Abad y del Archivo Departamental del Cusco.
Otro tipo de catálogo es el que se aboca a identificar un tipo específico de publicación; es el caso de la lista de periódicos oficiales dada a luz por Enrique Dammert en 1928. El mismo carácter temático tienen publicaciones que se circunscriben a reseñar el desarrollo del periodismo en una sola localidad: valiosa es la de Félix Denegri Luna (1962), sobre el temprano periodismo cusqueño, o una más reciente, de Glave (1999b), sobre el mismo tema. Una cronología de mayor amplitud es la que se ofrece en el trabajo de Fructuoso Cahuata (1970), para el mismo departamento. El texto de Carrasco Apaico (1988) es pertinente para Ayacucho (véase también Carrasco Apaico 1991).
La búsqueda de noticias sísmicas en los periódicos que circularon en el Perú en la primera mitad del siglo XIX es ingrata. A lo largo de la investigación, los diarios que hemos revisado son:
Los resultados de nuestra búsqueda nos dejan en la misma situación que se presentó en México en la década de 1980, cuando un equipo de historiadores expresó su inconformidad por el escaso hallazgo de dichas noticias (García Acosta 1996).
Sabemos que no hemos agotado la revisión de periódicos peruanos de esa época. De la consulta de varios catálogos de estos periódicos del siglo XIX, fácilmente accesibles (Paz Soldán 1879; Odriozola 1929), puede advertirse la ausencia de varios diarios en las bibliotecas que hemos consultado en Lima.
Las posibilidades para profundizar en un solo caso pueden darse si existe un registro exhaustivo de los diarios publicados en cada ciudad. En realidad, se trata de una empresa de gran envergadura, que puede acometerse si se cuenta con un equipo de trabajo. En el siguiente ejemplo se observa que 16 diarios hacen una información voluminosa para una sola ciudad, Ayacucho, los que, por añadidura, se publican en la primera mitad del siglo XIX. Ellos son, según su orden de aparición:
1823 | La Aurora Austral |
1833 | La Oliva de Ayacucho* |
1834 | El Alambique |
1835 | El Nueve de Diciembre |
1835 | La Voz del Morochuco* |
1835 | El Ayacuchano |
1835 | El Victorioso* |
1835 | El Cadete en Jefe |
1842 | El Desmentidor |
1842 | La Estrella de Huamanga |
1843 | Ayacucho Libre |
1844 | El Restaurador de Ayacucho |