Gracias a los travelogues, los catálogos fílmicos se colman de imágenes hechas por camarógrafos extranjeros a los lugares registrados. Los operadores al servicio de los hermanos Lumière marcan la pauta fil-mando lugares ubicados en varios continentes. Pero también lo hacen los operadores de las primeras cintas de actualidades, empleados de las empresas francesas Gaumont y Pathé. Ellos cumplen la misión de mostrar su trabajo al mundo: entregan vistas fílmicas de parajes y costumbres locales que circulan sin fronteras.
Antes de llamarse documentales, estas películas de no-ficción cumplen el papel de informativos de actualidades, noticiando los hechos políticos o bélicos que van ocurriendo. Así, de modo progresivo, ganan en presencia y complejidad: los travelogues trascienden la condición de simples vistas para organizarse de un modo distinto y superior, articulando encuadres sucesivos y organizando una continuidad de orden narrativo para cada una de las películas. La sociedad francesa Pathé Frères se distingue por la producción de travelogues que son, al mismo tiempo, filmes de actualidades. Los camarógrafos europeos filman, en los territorios visitados, aquellos hechos de rasgos singulares que colman atención. Ello siembra las bases del exotismo como componente de la mirada fílmica inicial, lo que genera una profusión de clisés y visiones simplificadas, pero estimula también la curiosidad de las audiencias por conocer la vida de los “otros”, reforzando la difusión internacional de los aparatos cinematográficos.
Los operadores de las primeras empresas de filmaciones viajan con la misión de registrar fisonomías, internarse en lugares alejados, obtener imágenes de lo extraño y lo distante, e ir al encuentro de prácticas culturales acaso chocantes, sorprendentes o repugnantes para las burguesías occidentales que colman las precarias salas o los lugares dispuestos para exhibir las películas venidas de lejos. O, por el contrario, para intentar difundir una visión deslumbrada por las rústicas delicias de un pasado de colorido primitivismo que subsisten aún en las sociedades preindustriales. Así se consolida en el campo fílmico un exotismo derivado de las nociones de lejanía geográfica y distinción étnica. Las vistas cinematográficas de los primeros travelogues anuncian exhibiciones de imágenes provenientes de tierras “extrañas” y remotas. Vistas desde la perspectiva occidental, ellas parecen llegar de las antípodas para mostrar, por primera vez, prácticas culturales distintas. O para difundir, en las llamadas “escenas de vulgarización científica”, las diversidades del mundo zoológico, como ocurre en Les reptiles (1913), que muestra a la serpiente acuática de América del Sur, motivo del Ciné-Journal n.o 242, del 12 de abril de 1913 (Fondation Jérôme Seydoux-Pathé a, s.f.). Lo mismo que sucede con la “escena instructiva” Mammifères américains: paca, coati, tatous, maras (1914), incluida en el Ciné-Journal n.o 307, del 11 de julio de 1914 (Fondation Jérôme Seydoux-Pathé, s.f.b).
Los travelogues se exhiben en diversos contextos institucionales. Ilustran conferencias científicas; se muestran en reuniones de socialidad; están presentes en las funciones regulares de las carpas donde se instalan los proyectores o de las salas de cines recién construidas. Las informaciones geográficas se combinan con el ilusionismo; los movimientos de las cámaras, en travelín, sobre soportes móviles, crean la ilusión de una mirada abarcadora y omnipotente. El nuevo medio justifica su existencia con esos viajes por el planeta convertidos en objetos de contemplación y medios para la enseñanza y el espectáculo5.
Los travelogues, por eso, hacen las veces de espejos y telescopios. El cine se convierte en reflejo de la realidad tangible, instrumento de conocimiento y ventana abierta hacia el mundo. Pero también en un lente que percibe y reproduce realidades deformadas por las ideologías y los prejuicios de los que miran y registran.
A partir de 1904 empieza la filmación intensiva de travelogues por el Perú. Peterson (2005, p. 222) señala que es recién por esos años que los travelogues se establecen como productos de un género fílmico –es decir, como productos de una práctica planificada y estable de la producción cinematográfica, lo que trae consigo modos formales de apelación reconocibles por el público–, y ello coincide con la apertura de los nickelodeons, locales de exhibición de películas breves del cine de los orígenes, que se proyectan agrupadas en programas o tandas.
En febrero de ese año se exhibe en Lima un conjunto de vistas filmadas por la empresa propietaria del aparato llamado The Automatic Biograph, de Estados Unidos. El promotor de tales producciones, el español Juan José Pont, participa de una gira fílmica por Brasil, Argentina, Chile y Perú, donde muestra las películas registradas por sus operadores. No todos los títulos de su catálogo son travelogues. Algunos de ellos intentan capturar el interés de las audiencias, sobre todo de las clases altas, proyectando los rostros de las damas y caballeros más encumbrados de las ciudades en las que desembarca con sus equipos de filmación.
El diario limeño La Prensa, en su edición del 18 de febrero de 1904, detalla los planes de la empresa filmadora en el territorio peruano y la distribución itinerante de las vistas registradas. En el programa limeño de exhibiciones de Pont encontramos un travelogue llamado *Viaje a Buenos Aires por la Cordillera de los Andes. El resto de películas son filmaciones locales: *Salida de misa de la Iglesia de San Pedro de Lima; *Inauguración del tranvía eléctrico de Lima a Chorrillos; *La High Life limeña en la calle de Mercaderes; *El Paseo Colón y *La Plaza de Armas.
Esas experiencias iniciales constituyen el punto de partida de más vistas locales y películas de viajes filmadas en el Perú. Algunas realizadas por operadores peruanos; otras, por empresas visitantes. Consignamos algunas de las producidas por sociedades con sedes en el extranjero o filmadas por camarógrafos foráneos.
En 1910, la Peruvian Corporation, empresa constituida en Londres que administra los ferrocarriles del centro y del sur del Perú, produce un travelogue de larga duración denominado *Viaje al interior del Perú. Con tres mil pies de extensión, la película se exhibe dividida en cinco partes: *Sección Callao-La Oroya (I parte); *Sección Jauja-Huancayo (II parte); *Sección Tarma, Chanchamayo y Perené (III parte); *Sección Cerro de Pasco-Morococha (IV parte); *Sección de La Oroya al Callao (V parte).
La filma el camarógrafo C. L. Chester. A esas alturas del desarrollo del negocio de la exhibición de películas, los filmes de viajes no solo dan cuenta de exploraciones o travesías individuales; empiezan a perfilarse políticas de filmación de travelogues de promoción turística.
En los primeros años del siglo XX, el cine de Estados Unidos también emprende la ruta viajera en forma simultánea con la formación de Hollywood. Lo impulsa la nueva y masiva demanda mundial por las imágenes en movimiento.
Al llegar el último recodo del siglo XIX, Estados Unidos ha culminado su expansión hacia el Oeste y la colonización de las últimas tierras vígenes. El país inicia a partir de entonces la búsqueda de nuevos mercados en el exterior que, bajo el paraguas ideológico de la doctrina Monroe (formulada en 1823) y del “destino manifiesto” (término acuñado en 1845) pretende extender (siguiendo los “designios” de la Providencia) la “nueva frontera” fuera de su territorio. La épica de la conquista del Oeste pronto se convierte en leyenda de la mano del cine mientras exploradores y aventureros deben viajar fuera de Estados Unidos si quieren vivir nuevas experiencias. (Santamarina, 2015, p. 17)
En 1915, los camarógrafos de la estadounidense Paramount Pictures, para su división de travelogues recorren y filman el Perú. Esas imágenes se distribuyen luego para su exhibición comercial en diversos países a la manera de filmes breves de complemento. La incursión peruana de Paramount da origen a los siguientes episodios: *Paramount Travel Pictures n.o 13: Arequipa, Peru. (1915); *Paramount