El trabajo examina al Perú fílmico como imagen cultural, producto de la ficción. Es decir, construida en el curso de los años y de las prácticas cinematográficas. Por ende, ajena a cualquier noción de lo “esencial” o lo “auténtico”.
Se trata, por supuesto, de un acercamiento selectivo y no exhaustivo. Y abierto a futuras incorporaciones. No solo de las películas que vengan, sino de aquellas que no han podido ser rastreadas, sea porque no se pudo tener acceso a ellas o porque sus referencias al país no aparecen consignadas en los archivos y fuentes documentales.
Acercamiento que incluye a un conjunto de títulos de la producción internacional realizados tanto en el período del llamado “cine mudo” como en el sonoro, hasta hoy. Si bien se menciona un buen número de cintas documentales, se ha privilegiado la incorporación de películas de ficción. No porque los documentales no “imaginen” el país; lo hacen de un modo decidido y potente, a despecho de cualquier proclamada objetividad o afanes testimoniales. La razón es la otra: la mayoría de los documentales con “motivos” peruanos son películas de corta duración o destinadas a la exhibición televisiva. También se consignan títulos de producción extranjera filmados en el Perú.
Los criterios para la incorporación de las películas han sido los siguientes:
1. Que los títulos hayan sido filmados o grabados fuera del país, siempre que contengan incidentes ambientados en el Perú.
2. Que siendo filmes de producción foránea (íntegramente o bajo régimen de coproducción), incluyan menciones al país, sea en los diálogos o en las imágenes representadas, aunque no se hubiesen realizado en el territorio peruano.
3. Que involucren la participación o mencionen a personajes de la historia, la cultura o la política del país.
Para facilitar la identificación de las películas que contienen referencias al Perú o a peruanos, cada uno de los títulos está precedido por un asterisco (*).
No forman parte de este trabajo las películas dirigidas en el país o fuera de él por cineastas peruanos. Se incluyen, en cambio, algunos títulos realizados en coproducción con empresas peruanas, pero solo en los casos en que la inversión de la empresa extranjera hubiere sido mayoritaria. Tampoco se consideran los títulos dirigidos, en diversas épocas, por cineastas de otras nacionalidades, pero radicados en el Perú durante la época de la realización, recurriendo a producción local. Son los casos de la polaca Stefanía Socha, del italiano Pedro Sambarino, del chileno Alberto Santana, del español Manuel Trullen, del chileno Sigifredo Salas, en las postrimerías del cine silente, en los inicios del sonoro y después.
Solo a título de ilustración se mencionan episodios de algunas series televisivas. Algunas de las alusiones al país contenidas en los filmes son breves, puramente incidentales. Pueden hallarse en los diálogos o aparecer, de modo gráfico, dentro de algún encuadre. La fugacidad no ha sido impedimento para incluirlas.
Este trabajo no tiene una pretensión crítica. Las películas que figuran no conforman un canon de excelencia ni todas lucen logros expresivos destacados. Al lado de títulos excepcionales (El río; La carroza de oro; Solo los ángeles tienen alas; Aguirre, la ira de Dios; Dr. Cyclops; Dark Passage; El Dorado XXI y algunas pocas más) se mencionan filmes de explotación que exhiben una nulidad sin atenuantes. En cualquier caso, si bien puede hallarse alguna expresión valorativa, ni el desdén, ni la mofa, ni la irritación nacionalista, ni el “escándalo” ante las infidelidades históricas o las rupturas del realismo han motivado este acercamiento a las películas, que ha estado guiado más bien por un afán informativo.
La investigación se sustenta en la revisión de filmografía y bibliografía de los siguientes archivos y repositorios de información: Filmoteca de la Pontificia Universidad Católica del Perú, British Film Institute, Fondation Jérôme Seydoux-Pathé, American Film Institute, Canopé, entre otros que se consignan en el texto del trabajo; información online de International Movie Database (IMDB), Mojo Box Office, Turner Classic Movies, Film Affinity, Cinencuentro, publicaciones o catálogos virtuales de cinematecas y filmotecas, como La Cinémathèque Française, American Film Institute, Filmoteca Española, la Cinémathèque Royale de Belgique, Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México, Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
A lo que hay que añadir la colaboración de compañeros memoriosos, como Enrique Silva Orrego, Helen Sánchez Pajuelo, Isaac León Frías, Alberto Servat, Federico de Cárdenas, Edward Perales, Ana Carolina Quiñonez Salpietro, Samantha Chau, Fernando Vivas Sabroso, Emilio Bustamante, a los que expreso mi reconocimiento. También agradezco a Xennia Forno y a Rodrigo y Ricardo Bedoya Forno.
Al inicio (era silente)
Para hallar las primeras imágenes del Perú difundidas por el cine internacional, es preciso remontarse a los días de la expansión inicial de los aparatos cinematográficos, puestos a circular por operadores itinerantes.
Corren los años finales del siglo XIX y se intensifica el tráfico e intercambio de vistas fílmicas registradas a lo largo y ancho del planeta. De pronto, como en tantos otros lugares, se proyectan en el Perú algunas “vistas” locales. Se exhiben llevando títulos evocadores de topografías cercanas: *Catedral de Lima, *Camino a La Oroya y *Chanchamayo son tres “vistas del natural”, según se les denominaba entonces, de pocos minutos de duración, que se proyectan en Lima el 23 de abril de 1899. Habían transcurrido apenas dos años desde las presentaciones de los aparatos proyectores de imágenes móviles en la capital del Perú: el vitascopio de Edison en enero de 1897, y el cinematógrafo Lumière en febrero de ese mismo año.
*Catedral de Lima, *Camino a La Oroya y *Chanchamayo son las primeras imágenes cinematográficas del Perú que consignan los periódicos de la época1. Se desconoce el nombre del camarógrafo que las registra. Solo sabemos, gracias a esas publicaciones, que pertenecían a la sociedad operadora de un aparato Lumière modificado. La empresa del Estereokinematógrafo, instalada por esos días en el Teatro Politeama de Lima, ofrecía el espectáculo de las imágenes móviles filmadas en diversos lugares del mundo. Y también en el Perú.
Los títulos de esas vistas “tomadas de natural” permiten deducir el itinerario seguido por el camarógrafo durante la filmación. Un periplo que le condujo desde Lima hasta la selva, siguiendo la vía de los Andes centrales del Perú. Eran los años del gobierno reconstructor de Nicolás de Piérola, promotor de la colonización de zonas amplias de la selva central, propicias para los cultivos de frutas y café. La propaganda oficial ofrece tales lugares como espacios ubérrimos, propicios para la inversión de capitales y el establecimiento de focos colonizadores, sobre todo de inmigrantes europeos (Bedoya, 2009).
Por entonces, las audiencias internacionales del cine se enfrentaban, fascinadas, a imágenes móviles de lugares no representados o solo conocidos a través de la iconografía fija: fotos, grabados, dibujos y pinturas. En ese contexto, las imágenes cinematográficas lograron adquirir poderes reveladores, convirtiéndose en objetos –mercancías– propicios para el intercambio cultural. Para aprovechar esa curiosidad del público, en los inicios del siglo XX se organizan modalidades de las representaciones documentales que se sustentan en la naturaleza de las máquinas cinematográficas como artefactos de registro de los entornos tangibles. Se les llama travelogues2 y agrupan a las películas que registran incidencias viajeras a lo largo y ancho del planeta.
A los travelogues se les conoce también como “películas escénicas”, “panoramas” o “vistas extranjeras”. Como consecuencia de la simplicidad de sus rodajes y al ahorro en actores y en técnicos