El día 27 llega al apeadero de Gracia. Lo espera una nutrida representación de ibéricos, que lo acompaña, entre vítores, hasta el local social en la calle Aribau. Allí pronuncia un discurso de agradecimiento en el que deja fluir toda su retórica demagógica. Afirma que el PNE «tiene como uno de sus primordiales fines rescatar Cataluña de las garras del separatismo», que no es más que «un fantasma explotado por unos cuantos negociantes para obtener directa o subrepticiamente todas las gangas del poder». No deja de utilizar tópicos anticatalanistas: «la moneda española tiene las armas nacionales, y a pesar de esto ningún catalán la rechaza» y, como es habitual en sus mítines, defiende la violencia, habla de virilidad, patriotismo, anticomunismo y en una misma frase hace gala de su antiintelectualismo y antisemitismo, criticando a esos «seudointelectuales, monopolizando las columnas de una prensa judía y sin entrañas para dar al mundo el timo de una España revolucionaria y decadente». Finalmente, como doctor, ofrece su diagnosis y da su receta: «España padece en estos momentos una forma de psitacosis, especie de verborrea fétida localizada en la región izquierda, que se cura fácilmente con jarabe de estaca legionaria, médicamente novísimo y activo, que viene a enriquecer la farmacopea nacional».35 El público congregado no esperaba menos de él, palmas y vivas lo aclaman.
Albiñana pasa algunos días en la Ciudad Condal. Se desplaza a Terrassa, donde pronuncia un mitin en el local de la Peña Ibérica egarense y es agasajado por los ibéricos con una cena en el Hotel Metropolitano, de la avenida Tibidabo. Según la prensa afín, son trescientos los asistentes al banquete. En el comedor se coloca una enorme bandera española, que ocupa toda una pared y que es izada a los acordes de la Marcha Real. A la hora de los brindis toma la palabra el canónigo José Montagut Roca, que aprovecha para recordar «la inmensa obra de progreso espiritual y material que Cataluña debe a la Dictadura». Se escuchan los primeros vítores en la sala, resuena un ¡Viva Primo de Rivera, salvador de la Patria!
José Montagut Roca, originario de Mora d’Ebre, era un anticatalanista furibundo e integrista católico que, procedente del carlismo, había pasado por el mellismo y se había convertido en un reconocido propagandista de la Dictadura. Había sido uno de los oradores estrella de los círculos de la Unión Patriótica de Barcelona, además de consiliario de su Agrupación Femenina. También había tomado la pluma para ensalzar las bondades del régimen. En 1928 publicó El Dictador y la dictadura, donde se deshacía en elogios hacia Primo de Rivera y su obra. En 1930 había escrito una réplica al libro crítico con la Dictadura de Francesc Cambó y, a pesar de la caída de la Dictadura, seguía siendo un firme primorriverista, como el propio Albiñana.
Tras Montagut, toma la palabra el agasajado, «que pronuncia una oración grandilocuente, plena de masculinidad y patriotismo». Así lo escribe La Nación, que denuncia que la prensa regional ha ocultado la visita de Albiñana y «se ha conjurado para silenciar esta campaña de vindicación patriótica». En su discurso, Albiñana denuncia a la izquierda, que «pretende destruir los altos valores de España, poniendo la Religión, el Ejército y la Monarquía a los pies de un desvergonzado comunismo ruso, que avanza por Europa impulsado por el dinero judío», un comunismo que «se ha enroscado en Cataluña al separatismo, comenzando su obra con la ruptura de la unidad nacional». Afirma que «todo el esplendor actual de la magnífica Barcelona es debido a la gestión honrada y fecunda de la Dictadura» y finaliza entusiastamente: «¡Españoles! ¡Catalanes de Prim! i Los Legionarios de España, amos de la calle, al servicio de la Patria, conquistaremos el Poder para imponer la prosperidad y el engrandecimiento y el respeto a nuestra nación ¡inmortal!».36 El desatado ponente es aclamado por un público entregado.
Albiñana deja todo atado para la fundación de la delegación del PNE en Barcelona y Terrassa. En junio la Peña Ibérica queda autorizada por el Comité Central del PNE para organizar el partido en Barcelona. Sitúa su sede en Aribau 21, su propio local. En julio, una vez el PNE es legalizado en Madrid, se convoca asamblea general de la Peña Ibérica. La junta dimite «no por disensiones sino para que se designe nueva ahora que Albiñana los ha escogido para que organicen en Cataluña el PNE y Legionarios de España». Son designados «para que sean los que única y exclusivamente se encarguen de los trabajos de organización del PNE» Manuel del Castillo, Catalá de Bezzi y José María Poblador. La Peña Ibérica, a pesar de ser la base de la nueva organización, no perderá su personalidad y mantendrá su autonomía. Francisco Palau seguirá como su presidente.37
A mediados de julio también se inicia la organización del PNE en Sabadell. «El enrolamiento de adeptos [...] es a base de momento de excombatientes de las campañas de África».38 Uno de los que se acercan al albiñanismo en Sabadell tiene este perfil; se trata del comandante retirado Carlos López Manduley, y pronto se convertirá en el nuevo líder.
El 16 de julio se realiza en Madrid la asamblea nacional del PNE, que aclama a José María Albiñana como jefe supremo. En su discurso fustiga a «los restos putrefactos de los partidos sin contenido y sin hombres, porque todos desaparecieron con Primo de Rivera» y afirma «que los legionarios no colaboraron con la pasada dictadura, pero que impondrán la próxima». Aprovecha para declararse «amante de Cataluña» y presumir de sus amigos barceloneses, «los diez mil afiliados de la Peña Ibérica de Barcelona, capaces de tomar la ciudad en 24 horas». La Peña Ibérica no llegaba al centenar de militantes.
Los albiñanistas barceloneses no descuidan sus relaciones con otros monárquicos. El 3 de agosto, miembros de la Peña Ibérica, en representación del PNE, asisten al mitin de la UMN en el Cine Reina Victoria que sirve de presentación en Barcelona del partido monárquico. Para ello han llegado personalidades de Madrid, como el conde de Guadalhorce, jefe del partido, o José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador. José Antonio no regresará a Madrid hasta dos días después. En la estación lo despedirán, con vítores y aplausos, la dirección de la UMN catalana, miembros de la Juventud Monárquica e ibéricos.
Los ibéricos, presentados ahora por la prensa como Legionarios de España, no olvidan su faceta más bronca. El 6 de septiembre de 1930 está anunciada la conferencia «El cas del Centre de Dependents», de Frederic Roda Ventura, miembro de la Lliga y secretario del Colegio de Abogados, en el local de la Joventut de la Lliga Regionalista en Gracia. El tema del CADCI se había ido envenenando. En 1926 los del Libre se habían hecho, gracias al apoyo del ministro Martínez Anido, con la dirección de esta entidad sindical de orientación catalanista. La junta usurpadora había sido nombrada a dedo saltándose los estatutos de la entidad. En ella estaban algunos ibéricos como Fernando Ors o Gaspar de la Peña. Para mantenerse en el poder, los libreños recurrieron a pucherazos en elecciones y a peleas y tiros en las asambleas. Los del Libre «españolizaron» el CADCI. La recuperación de la entidad se convirtió en objetivo del catalanismo y las fuerzas democráticas durante la «Dictablanda». Este acto, en el que se denuncia la ilegalidad en la que vive la entidad, forma parte de esa campaña. Entre el público se encuentran algunos ibéricos. No les gusta lo que oyen, gritan un provocador ¡Viva Martínez Anido! e interrumpen al orador. La conferencia acaba a silletazos. Tres ibéricos son detenidos. El CADCI no será devuelto a sus legítimos socios hasta febrero de 1931.39
En noviembre de 1930 la Peña Ibérica inaugura su nuevo local en el segundo segunda de la plaza Universidad número 1. Se sitúan, así, «en el mismo enclave de comunicaciones urbanas, en el mismo centro de Barcelona, donde los universitarios hacen su formación» y allí hacen «que ondee la bandera española». Para celebrarlo organizan una serie de charlas. Del ciclo programado destaca la conferencia pronunciada por Ramón López de Jorge, que lleva por título «Orientación nacionalista».