Precisamente en julio de 2017, sobre este tema, el Parlamento Europeo aprobó una serie de recomendaciones para las empresas fabricantes. Una recomendación es solo un consejo y, desafortunadamente, no es vinculante, pero al menos es un paso importante. Estas indicaciones solicitan que los dispositivos sean resistentes, de calidad y fácilmente reparables. Los fabricantes deberían proporcionar una extensión de la garantía si la reparación requiriera más de un mes. Los consumidores deberían poder acudir a reparadores independientes; además, los componentes vitales y perecederos de los objetos, como las baterías, deberían poder ser extraídos con facilidad y los recambios, reparables a precios asequibles.
Actualmente, para abrir algunos productos tecnológicos como teléfonos, tabletas y ordenadores se necesitan herramientas concretas que se introducen en las fisuras y liberan las lengüetas invisibles de cierre. Si os falta alguna herramienta, esperad y conseguidla o pedidla prestada. Trabajar con instrumentos improvisados conlleva un riesgo porque podríais causar daños y roturas.
Es importante adoptar un enfoque riguroso y ser ordenados. Si no os queréis olvidar el típico tornillo al finalizar el montaje, documentad todo lo que hacéis. Utilizad vuestro teléfono para sacar fotos y registrar las fases de apertura del objeto. Para cerrarlo, simplemente tendréis que seguir los pasos en sentido opuesto. En caso de duda, las fotos os ayudarán a entender y a recordar. Si hay detalles importantes, sacad fotos más detalladas. Antes de manipular una placa electrónica, la fotografío entera por delante y por detrás y, después, saco una serie de fotos de su superficie desde más cerca y ampliadas, de manera que se vean claramente todos los componentes.
Reparar es como conducir una investigación policial. Mis trabajos siempre van acompañados de un montón de hojas y apuntes. En las hojas escribo lo que he visto, siglas, piezas de recambio, trazo dibujos y esquemas sobre los cuales razonar para resolver el problema.
Figura 1.4 – Una foto tomada de una secuencia de desmontaje: los cables y las tarjetas están marcados con letras y números para reconocerlos posteriormente.
Trabajo manual y creatividad
Me estoy dando cuenta de que un capítulo como este va más allá de mis capacidades. Yo soy una persona práctica y poco «filosófica». Estudié geometría y me faltan algunas bases como latín y griego. Además en la escuela no estudié filosofía, aunque he intentado recuperar estas carencias después de mis estudios oficiales. Hay personas que, cuando afirmas no conocer estas materias, te miran horrorizadas, como si fuera un pecado. Tiempo atrás me sentía casi culpable, pero pensándolo bien, si el sistema escolar no ha previsto hacer que las estudiara, ¿qué culpa tengo yo?
El hecho es que todo nuestro sistema cultural pone como máxima ambición la graduación y desprecia el trabajo manual. En abril de 2017, Eurostat presentó un ranking en el que Italia ocupa el penúltimo lugar entre los países europeos por número de graduados con una cifra igual al 26 %, mientras que el objetivo europeo es del 40 %.
¿Pero realmente se necesitan tantos graduados? Probablemente en Europa la situación es otra y aquel que consigue graduarse tiende a obtener un trabajo mejor, bien pagado y satisfactorio. En Italia las cosas son un poco distintas y la realidad es, a menudo, degradante. Desde que me gradué, creo que he utilizado las competencias aprendidas en ingeniería como máximo un 5 %. No más. El resto lo he tenido que aprender por mí mismo y, a menudo, he tenido que hacer referencia a cosas que no requerían un grado para ser entendido y aprendido. Entre estas competencias incluyo las de gestionar proyectos y programar, cosas que he aprendido como autodidacta. En cuanto a la programación, siempre he sido un apasionado de los ordenadores y he tenido la suerte de tener profesores que en la escuela media y superior (en los años 80 y 90) me enseñaron informática utilizando el BASIC y el Pascal. Hoy en día, por desgracia, las cosas son muy distintas y la informática que se enseña en las escuelas se limita al uso del ratón y de algunos programas editores de vídeo: ¡nada que ver con programar! En recursos humanos buscan siempre, preferiblemente, personas graduadas, como si el graduado fuera una garantía o una referencia. Sin embargo, al final, siempre se acaba realizando tareas poco creativas y bastante degradantes. Mi último empleo como trabajador dependiente fue cada vez a peor con el paso del tiempo. Me llamaron de una empresa que trabajaba en el sector del transporte y acepté de inmediato porque la propuesta me pareció interesante. Tenía ganas de crecer y cambiar de trabajo. Con el tiempo me convertí en programador y tenía la posibilidad de llegar a ser project manager. La empresa formaba parte de un grupo ferroviario y se ocupaba exclusivamente de la parte IT. Me encontré trabajando en una pequeña y acogedora oficina con dos personas más, de las cuales una era mi responsable. El clima era muy relajado y amable, aunque trabajábamos mucho. Me ocupaba del mantenimiento de software ferroviario. De vez en cuando me pedían que diseñara nuevos programas y también que gestionara pequeños grupos de programadores contratados de forma temporal. Mi trabajo contaba con una parte práctica que ocupaba gran parte de mi tiempo.
Con el paso de los años, las líneas ferroviarias fueron «evolucionando»: entró una empresa pública que trajo nuevos gerentes y una visión más amplia y compleja. La empresa donde yo trabajaba decidió expandirse. Yo ansiaba una promoción pero mi trabajo no cambió ni un poco, al contrario, empeoró desde el punto de vista cualitativo. Nuestra pequeña pero eficiente oficina fue separada y se contrató a un nuevo responsable y me lo asignaron. Esa persona no era demasiado competente, incluso desde el punto de vista técnico, pero era muy hábil sobreviviendo y emergiendo en los entornos «empresariales». Cada vez se hacía menos trabajo real, al tiempo que cada vez más aumentaban el papeleo, los correos electrónicos, las reuniones, los documentos para demostrar que las cosas se habían hecho y funcionaban, y la calidad del trabajo disminuía y se producía cada vez menos software. Lo que preocupaba era escribir unos buenos correos, que pudiéramos lucirnos y escaquearnos en caso de problemas. Mi trabajo consistía en compilar largos y aburridos documentos que nunca nadie leería. Ya no podía más y me marché. Calculé que, en los últimos meses, podría haber hecho todo el trabajo de una semana en media jornada. El resto del tiempo servía para «organizarse». Una locura. En esta situación os aseguro que no sirve de nada estar graduado, incluso podría ser perjudicial. Para mí era muy frustrante reflexionar sobre mi situación laboral comparándola con mis estudios. Había estudiado robótica, inteligencia artificial, electrónica digital y sistemas numéricos complejos, y tenía que verme escribiendo documentos inútiles que cualquiera habría podido compilar con un mínimo de formación.
He trabajado en otras grandes empresas y la situación con la que me he encontrado es siempre similar a la que acabo de describir. Creo que esto es con lo que habitualmente se encuentran casi todos los graduados hoy en día. Sin limitarnos al graduado, creo que cualquier persona creativa y con ingenio tendría dificultades en encontrar su sitio en un sistema de este tipo, solo que en un cierto punto nos encontramos con responsabilidades que atender, familias que mantener, facturas que pagar y hacemos que las cosas ya nos vayan bien o nos contentamos con ellas. Una de las frases más feas que he escuchado en más de una ocasión, incluso de parte del CEO de la sociedad ferroviaria para la cual trabajaba, fue: «Fuera hay crisis y vosotros tenéis un puesto de trabajo». Una violencia perfecta.
El problema de estos «trabajos intelectuales» es que de intelectual tienen bien poco. Solo muy pocos de mis amigos tienen un trabajo en el cual pueden aplicar realmente los conocimientos adquiridos durante sus estudios. El trabajo de cuello blanco es, en realidad, pocas veces creativo y muy «impersonal». En el ambiente de la oficina predominan los celos, los arrepentimientos y los trabajos psicológicos. Las acciones de cada individuo son evaluadas, de manera objetiva, utilizando algoritmos o procedimientos poco claros y poco conocidos. ¿Cómo es posible evaluar de forma