Reparando se aprende. Cuanto más reparéis más expertos llegaréis a ser. En algunos ámbitos, es posible identificar «patrones» que se repiten y pueden facilitar las cosas. La mayor parte de los electrodomésticos se rompen porque se estropea el módulo de alimentación conmutado, que, aunque puede variar bastante entre casos distintos, tiene siempre la misma estructura. En los distintos modelos veréis que el módulo de alimentación ha sido creado utilizando uno u otro circuito de regulación, con distintos valores de resistencia y condensadores, pero el funcionamiento básico y la estructura serán siempre iguales. El reparador experto sabe reconocer estos «signos», estas «estructuras», que se definen como «patrones» y que son como un lenguaje mediante el cual se fabrican las cosas. Reparadores, médicos, mecánicos y jugadores de ajedrez se parecen un poco en lo que hacen. Daniel Kahneman, en Pensar rápido, pensar despacio, escribe: «Para ser un experto en diagnóstico, un médico necesita conocer una larga serie de nombres de dolencias, en cada uno de los cuales la idea de la enfermedad se asocia a sus síntomas, posibles antecedentes y causas, posibles evoluciones y consecuencias, y posibles intervenciones para curar o mitigar esa enfermedad. Aprender medicina consiste en parte en aprender el lenguaje de la medicina».
Tras haber trabajado en muchos casos, reconoceréis determinados problemas simplemente por el sonido que produce el dispositivo o por cómo se calienta o, incluso, por pequeñas señales casi insignificantes. No es exactamente intuición, como descubrió Herbert Simon estudiando varias muestras de ajedrez y demostrando que después de haber jugado múltiples partidas, se empezaba a percibir el tablero y las piezas de un modo distinto al del resto de jugadores «comunes». Para el experto basta con una pequeña pista para acceder a la información que ha acumulado durante la práctica y que le proporciona la respuesta. Para llegar a estos niveles, se necesitan muchas horas de trabajo. ¿Cómo debería afrontar este «entrenamiento» un aspirante a reparador? Mi enfoque personal ha evolucionado con el tiempo y he aprendido de muchos errores cometidos. Para ser rápidos y eficientes, es preciso poder ver las cosas en su conjunto, comprendiendo el funcionamiento (y el mal funcionamiento) de un objeto en su totalidad. Antes de llegar a esta visión global, se pueden cruzar varios niveles de comprensión y análisis. Desde la visión global, se puede descender a una visión modular, que podrían ser las piezas funcionales de forma individual como placas4 o mecanismos independientes, es decir, pasar a analizar las placas por separado, identificando las distintas funciones existentes (trabajando a nivel de esquema eléctrico) para llegar al componente individual. Los principiantes solo pueden empezar por el nivel más bajo e intentar ir subiendo. Frente a una placa electrónica rota, pueden empezar a buscar los componentes quemados y dañados y empezar a comprobarlos con la esperanza de que el problema se limite a esas pocas partes visibles. Por el contrario, el experto procede «bajando» desde el nivel más alto hasta aquellos cada vez más bajos, a los cuales solo recorre en casos desesperados.
Hace unos meses me pidieron que reparara un horno industrial. Las placas eran simples, con componentes dispuestos solo por una cara. La placa tenía problemas de alimentación que resolví sustituyendo los condensadores que ya estaban gastados. Así volvió a funcionar, pero las temperaturas que emitía eran 100 °C superiores respecto a la normativa. La sección dedicada a la medición de la temperatura utilizaba chips y muchos componentes electrónicos, como resistencias, condensadores y algún transistor. Empecé a razonar acerca de las señales, las sondas de temperatura, eventuales pistas rotas, etc.
Nada que hacer: la temperatura con el horno apagado era siempre de 110 °C. Entonces empecé a pensar que quizás estaba en grados Fahrenheit en lugar de Celsius, pero aun así no tenía sentido. Desesperado, empecé a desmontar cada uno de los componentes para comprobarlo. Me pareció algo estúpido porque normalmente el componente dañado, en este tipo de averías, es bastante evidente y sobre la placa no se veían «señales» útiles. Todos los componentes estaban intactos. Quedaba solo un gran condensador SMD de papel film, sin ningún texto, que no me hizo sospechar porque lo comprobé y, en efecto, devolvía un valor. Sin embargo, al extraerlo, me di cuenta de que la temperatura señalada pasaba a 0 °C. La causa de todo era aquel condensador, que se había dañado de un modo concreto perdiendo parte de su capacidad. No era evidente que estuviera dañado pero su valor era desconocido.
Fui probando, sustituyéndolo con otros condensadores que tenía en el taller hasta obtener una lectura correcta de unos 30 °C. En este caso, tuve que bajar y volver a subir los «niveles de reparación» para poder llegar a la solución.
Para completar un trabajo, se necesita mucha determinación. Normalmente se procede por intentos y se necesita más de uno antes de llegar a la solución. Si algo no funciona, se debe volver a probar y empezar de nuevo. Durante estos años, he descubierto que no conseguir reparar algo provoca mucha angustia. Os sentiréis derrotados y un poco desorientados. Si sois tenaces, en poco tiempo lo volveréis a intentar. A veces, os parecerá que estáis en un callejón sin salida: pensaréis que habéis considerado todas las posibilidades sin llegar a resolver el problema. Seguramente algo se os habrá escapado y necesitaréis un descanso para poder reconsiderar la situación. Adoptar un enfoque sistemático, sin duda, ayuda a evitar estas situaciones.
Yo acompaño todas las reparaciones con papeles, en los cuales dibujo la placa y anoto el estado de cada componente que compruebo. Así siempre sé, de un vistazo, qué he «tocado» y qué falta por comprobar. Sin embargo, a veces, es preciso saber aceptar una derrota y evitar maldecirse inútilmente, sobre todo si trabajáis como reparadores profesionales, en cuyo caso, desgraciadamente, deberéis mantener la cuenta de las horas pasadas en una reparación y de la factura que presentaréis al cliente.
Admito que es muy difícil y, a veces, incluso yo sobrepaso el límite insistiendo en algunos trabajos. En ciertas ocasiones puede valer la pena por motivos «estratégicos» o profesionales, pero debéis valorar bien cada situación. Si sabéis que resolviendo el problema podréis conseguir un nuevo cliente que os proporcionará otros trabajos, en tal caso se puede incluso arriesgar a ir más allá del límite que os deberíais haber puesto al inicio, así como en aquellos casos en que al final conseguiréis más competencias. Las horas pasadas así son una inversión en vuestra habilidad.
Figura 1.3 – Una de las placas del horno industrial junto a su hoja de trabajo y a algunos componentes desmontados.
Reparar requiere humildad para entender el trabajo que tenemos delante. Un objeto roto esconde un mundo en su interior: ha sido diseñado por un equipo de ingenieros que han trabajado en él durante meses. Han tomado decisiones que pueden haber sido dictadas por múltiples factores, sobre los cuales no podemos hacer nada. Solo podemos constatar la avería e intentar ponerle remedio. Poder acceder a los mecanismos internos nos da la oportunidad de aprender cómo están hechas las cosas, cómo funcionan y por qué se rompen. Aunque después quizás no lo consigamos, habremos aprendido algo y, cuando se aprende, hay que ser siempre humildes.
Por último, y esto lo doy por descontado, un reparador o aspirante a reparador no debe tener miedo a ensuciarse las manos, a trastear con nuevos instrumentos, a abrir y curiosear. Hay días en que llego a casa con las manos sucias y os aseguro que, mientras me las lavo, siento una gran satisfacción por mi trabajo.
Desmontar objetos
Para reparar algo, muchas veces es necesario desmontarlo. El problema normalmente está dentro, en algún mecanismo que se ha roto o atascado, o bien en alguna placa que ya no funciona. Armados con destornilladores y alguna otra herramienta, debemos abrir el envoltorio, el chasis,