Reparar (casi) cualquier cosa. Paolo Aliverti. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Paolo Aliverti
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9788426727596
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de realización de los diseños y el papel de diseñadores y consumidores. Su manifiesto quiere hacer reflexionar al diseñador para intentar limitar la obsolescencia programada, cada vez más breve, que caracteriza todos los productos que nos rodean, acompañada por el empuje al reciclaje, siendo esto seguramente bueno, pero que nos induce a tirar los objetos más a la ligera. Desde hace unos años, en la escuela también se enseña la importancia de reciclar objetos, y no tanto de reutilizar o reparar. Reciclar significa simplemente tirar las cosas o llevarlas al punto de recogida ecológico y dejar que otras personas se ocupen de ellas, esperando que el plástico, el vidrio y los metales sean después realmente reutilizados para crear nuevos objetos para el consumo. Sospecho que el «reciclaje» que tanto nos inculcan sea un lobo con piel de oveja, un sistema ingenioso y perverso para animarnos a tirar las cosas rotas, sin siquiera considerar la posibilidad de una reparación.

      Entre el reciclaje y la reparación se encuentra la reutilización, la posibilidad de dar una nueva vida a objetos para tirar. Así, hay bancos que se pueden transformar en mesas y muebles con estilo «industrial», ropa vieja que puede volver a estar de moda con pequeñas modificaciones y engranajes y mecanismos que se transforman en joyas. Una vez el objeto ha sido consumido y reutilizado, ya podemos tirarlo a la basura, aunque el sistema de reciclaje de objetos, sobre todo tecnológicos, tiene sus fallos. No sé si habréis oído hablar alguna vez del RAEE (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos). Probablemente habréis visto este texto adicional en la factura del último electrodoméstico que hayáis comprado. Esta cuota, también denominada «ecoimpuesto», sirve para cubrir los costes de un futuro desmantelamiento del objeto, una vez se haya roto y tenga que tirarse. Se necesita un impuesto extra porque los electrodomésticos y los objetos electrónicos contienen un tipo de sustancias y metales que requieren tratamientos especiales para un correcto desguace, porque son elementos tóxicos y peligrosos para el ser humano y para el medio ambiente.

      Un informe publicado en enero de 2017 por el Comité de vigilancia de residuos RAEE calcula que en 2016 se produjeron, en Italia, 283.089 toneladas de residuos especiales: casi 5 kilos por persona, aunque parece que esta estimación sea por defecto. El comité de vigilancia y control del Ministerio de Medio Ambiente indica que seis de cada diez electrodomésticos no son desmantelados correctamente y basta con dar una vuelta por cualquier calle de las afueras de nuestra ciudad para darnos cuenta de que estos datos son reales. Algunos caminos rurales parecen vertederos con auténticas montañas de electrodomésticos apilados que no siempre son abandonados por ciudadanos de a pie: a menudo, detrás de estos vertederos, están negocios ilegales y bien organizados. Otro sistema para hacer desaparecer la basura electrónica o e-waste de manera aparentemente más «limpia» es enviarla a África, donde se recoge en sitios como Agbogbloshie, suburbio de la ciudad de Accra, en Ghana, donde hay uno de los vertederos electrónicos más grandes del mundo, con 70.000 personas trabajando en la extracción manual de metales. La zona también se conoce como «Sodoma y Gomorra» y recibe millones de toneladas de residuos tecnológicos al año.

      El manifiesto nace por casualidad en un periodo de crisis, en el que ciertas tendencias solo se acentúan. El problema que evidencia es que los consumidores no tienen el control de los objetos que compran. No saben cómo están hechos, no pueden abrirlos, no pueden, eventualmente, mejorarlos y, por tanto, son esclavos de ellos. Los diseñadores y las empresas tienen grandes responsabilidades en este círculo que se ha creado; el manifiesto las evidencia, alentando a los diseñadores a hacer objetos reparables y lo más «abiertos» posible, es decir, documentados y accesibles.

      ¿Por qué utilizar engranajes de plástico en una batidora? ¿Por qué colocar componentes sensibles al calor junto a piezas que se sobrecalientan? ¿Por qué termosellar las cubiertas y no utilizar simplemente tornillos? Muchos objetos se crean con malicia y con su fecha de caducidad ya codificada en su proyecto: se llama obsolescencia programada y dicen que tiene su origen en los tiempos de las primeras bombillas, cuando se reunieron todos los productores para constituir un acuerdo y definir la duración máxima de estos objetos en 1.000 horas, cuando algunas podían llegar incluso a las 2.500. El acuerdo tenía como objetivo uniformizar al máximo las características de los productos, entre las cuales garantizar la duración mínima, que, sin embargo, fue entendida por muchos como la duración efectiva.

      Actualmente, para ningún fabricante sería admisible hacer una cosa así, aunque por varios motivos es sencillo introducir rupturas programadas. Los mismos componentes electrónicos, como los condensadores electrolíticos, tienen una duración predeterminada que puede afectar la funcionalidad de un producto. En el peor de los casos, estas averías «a tiempo» pueden ser introducidas dentro del firmware cargado en los microcontroladores omnipresentes. Es muy sencillo programar que, tras un cierto número de horas de trabajo, la placa empiece a funcionar mal o a disminuir sus prestaciones. El consumidor que desea «salvar el mundo» y al que, por tanto, le interesan fines «ecológicos» y la salvaguardia del medio ambiente, debería buscar, según el manifiesto, solo productos que se presten a ser reparados y tener un espíritu más crítico. Son conceptos muy bonitos y que encienden nuestra chispa revolucionaria, pero desgraciadamente muy difíciles de realizar. Las empresas no deberían adoptar nunca políticas de este tipo, sobre todo en periodos de crisis como el de estos últimos años.

      iFixit es un sitio que desde hace años publica manuales gratuitos para la reparación de cualquier tipo de objeto. Nacido en torno al mundo Apple, está especializado en sus productos, pero actualmente hospeda cientos de miles de guías de cualquier tipo. Hace tiempo, los técnicos de iFixit compraron uno de los nuevos MacBook para analizarlo e intentar saber cómo repararlo. Desgraciadamente, el informe de reparación fue muy negativo. El nuevo MacBook con pantalla de retina ha sido definido por ellos como el portátil menos reparable que habían visto nunca. La pantalla es todo un conjunto con el cristal, las RAM están selladas directamente sobre la placa madre y no se pueden sustituir o ampliar y la batería está pegada.

      La ley sería aplicable a cualquier tipo de objeto, sea tecnológico o no. Quien repare en vez de tirar podrá disfrutar de una reducción sobre el IVA que va del 25 al 12 %. Además, los gastos por la reparación podrán ser deducidos en la declaración de impuestos. Ignoro si la ley ha sido finalmente aprobada, pero es importante destacar que algo se está moviendo. Es cierto que, si las cosas deben cambiar, todos debemos poner de nuestra parte y no podemos esperar que la iniciativa llegue de los gobiernos. Todos podemos empezar a reparar nuestros objetos y poner nuestro grano de arena.

      Reparar no es nada fácil: os lo aseguro. Se necesita mucha paciencia y no se puede tener prisa por desenroscar y asaltar con el destornillador en mano un objeto roto. Debéis reflexionar con calma y buscar información. El modo de actuar de un reparador es similar al de un investigador de policía. El comisario Montalbano, creado por Camilleri, es un óptimo ejemplo en el cual inspirarse. Una reparación es un «caso» por resolver y requiere ingenio y paciencia. Es necesario observar y comprender para crearse el esquema de la situación y, además, como en cualquier delito, las cosas no son nunca lo que parecen. Buscad manuales y documentación sobre el objeto y preguntad a quien os lo traiga: «¿Por qué se ha roto?», «¿Cómo se estaba utilizando?», etc.

      Me arrepiento cada vez que llega una placa con una avería evidente y rápidamente exclamo: «¡Ah, esta es fácil!». Incluso