Discursos de España en el siglo XX. Varios autores. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Серия: Historia
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788437083070
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Iglesias no se oponga frontalmente a Solidaritat Catalana, vote desde su escaño las Mancomunidades Provinciales de 1912, y no parezca especialmente preocupado por las nuevas identidades regionalistas o nacionalistas, asuntos y proyectos entendidos como meras distracciones de los intereses principales de los trabajadores, que pasaban exclusivamente por el conflicto de clase y por la indubitable hegemonía de una identidad de clase, aun por encima de la nacional española, cuya existencia y compatibilidad iba siendo desplegada por la práctica política por delante de la más resistente teoría tradicional.

      El largo combate por afirmar y extender la identidad principal de clase dejaba otras formas de identidad perfectamente recluidas en la vida privada, hasta el extremo que podemos suponer que Pablo Iglesias conociera y hablara gallego, dado su origen social, e incluso conocer que en alguna ocasión lo hablara con su madre, o que no le fuera extraño el valenciano pues lo debía oír en casa a su mujer, Amparo, y a su hijastro Juan Almela Meliá, quien parece tenía dificultades iniciales para hablar correctamente castellano.

      Ya desde 1912, una Federacion Socialista Catalana, dirigida desde Reus por Jose Recasens y Mercadé, comenzó a plantear la necesidad de combinar socialismo y catalanismo, llegando hasta la exigencia de una nueva organización interna del PSOE basada en el reconocimiento de federaciones regionales. El IV Congreso de esta Federación Socialista Catalana (1914) proponía el objetivo de una «confederacion republicana de todas las pequeñas nacionalidades ibéricas»; otro congreso posterior de la Federación, en 1916, retomó el tema proclamando la necesidad de que los socialistas luchasen por la autonomía de Cataluña; Recasens proponía que los socialistas catalanes fuesen en vanguardia de toda clase de descentralización administrativa y política, de la reivindicación de la cooficialidad del idioma, publicación de periódicos y libros en catalán..., llegando a conseguir que el congreso del PSOE de 1918 aceptase entre sus resoluciones esa aspiración a una Confederación Republicana de Nacionalidades Ibéricas, con el apoyo de Besteiro y al calor y en la estela de la actualidad del tema de las nacionalidades en la Europa de la posguerra.

      El reforzamiento de los procesos de nacionalización en la Europa del primer tercio del siglo XX, incluido ahora el de los socialistas –también y más tarde en España–, es, pues, una evidencia; pero tampoco es difícil probar que en este periodo, antes y después de la Gran Guerra, la nación, como mito identitario y movilizador, funcionó más y mejor para la derecha conservadora, que fue quien en España promulgó la ley de jurisdicciones de 1906 por delitos contra la patria, o justificó el golpe de estado de Primo de Rivera por la necesidad de salvar la patria y la nación; frente a ello, en la cultura socialista seguía pesando el internacionalismo, y para la izquierda republicana y obrera, de lo que se trataba principalmente era de transformar el estado, modernizar la sociedad y construir y gestionar un nacionalismo alternativo al oficial.

      Así pues, si uno de los factores de la progresiva asunción y expresión de la cultura e identidad nacionales en el socialismo dependía muy estrechamente del grado de integración en el sistema político, de la presencia en las instituciones y en el estado de las propias organizaciones socialistas, de su reconocimiento como interlocutoras con capacidad de negociación o de transformación de las políticas públicas, es en los años de entreguerras cuando este proceso de nacionalización de los socialistas españoles se despliega con más visibilidad e intensidad; en menos de diez años las organizaciones socialistas pasaron de estar presentes en el Consejo de Estado y en las instituciones de arbitraje de la dictadura de Primo de Rivera, a protagonizar la fiesta y revolución popular republicana, componer mayorías parlamentarias, dirigir ministerios claves y, por último, ya en la Guerra Civil, situarse al frente del propio gobierno de la nación republicana con Largo Caballero y con Negrín.