REPUBLICANISMO Y SOCIALIZACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL ESPAÑOLA
Si del discurso pasamos a la praxis, habría que resaltar que los republicanos actuaron como eficaces instrumentos nacionalizadores. Impulsaron una serie de mecanismos de socialización política con los que contribuyeron a la difusión de la conciencia nacional republicana. De ellos, el discurso era uno de los medios esenciales, sobre todo si se difundía con una retórica tan populista y penetrante como la de Lerroux. En su famoso artículo «¡Rebeldes, rebeldes!», por ejemplo, aparte de sus diatribas anticlericales, hablaba de «la vieja patria ibera, la madre España» en términos como estos:
Ni el pueblo, dieciocho millones de personas, ni la tierra, 500.000 kilómetros cuadrados, están civilizados. (...) // La tierra es áspera, esquiva, difícil: necesita que el arado la viole con dolor, metiéndole la reja hasta las entrañas; (...) necesita colonos que penetren su alma y descubran sus tesoros, colonos que la cultiven con amor como los viejos árabes, caballeros del terruño que de nuevo con ella se desposen y auxiliados de la ciencia la fuercen a ser madre próvida de treinta millones de habitantes y le permitan, por su exportación, enviar aguinaldos de su rica despensa a otros 80 millones de seres que hablan en el mundo nuestro idioma.[21]
La prensa republicana constituyó el principal altavoz del discurso republicano y como tal contribuyó intensamente a su labor nacionalizadora. La prensa de partido desempeñó un papel esencial en los esfuerzos que los republicanos desarrollaron para movilizar políticamente a la población. Y con ese objeto, no dudaron en apelar reiteradamente a la conciencia nacional de los españoles, a su patriotismo. Para las elites intelectuales con aspiraciones políticas que rivalizaban con las que controlaban el Estado, la prensa ofrecía un medio eficaz con el que difundir sus presupuestos nacionales entre importantes sectores de la población. A pesar de lo limitado de sus tiradas y de los altos índices de analfabetismo existentes en España, hay que valorar la prensa como un instrumento que contribuyó a la construcción de la identidad nacional, especialmente importante para los republicanos en la medida en que no tuvieron acceso hasta los años treinta a los medios convencionales de nacionalización en manos del Estado.
La prensa espoleó los preparativos de algunos festejos conmemorativos, aunque su papel fundamental a este respecto se centró en reactivar la memoria colectiva de las celebraciones. Esa labor se vio marcada por el devenir de la historia reciente de España, a cuya luz se releían los acontecimientos del pasado. Así, por ejemplo, como ha estudiado Christian Demange, el aniversario del 2 de mayo a comienzos del siglo XX se vio lastrado entre los republicanos por la conciencia de crisis nacional que se extendió tras la derrota del 98. De ridícula parodia y de bofetón a Francia calificaba las celebraciones por entonces El País, periódico republicano madrileño. Pocos años más tarde, sin embargo, con motivo del centenario, dio una gran prioridad a la conmemoración de los sitios en Zaragoza y a la exposición hispano-francesa, evento que ensalzó como expresión de la modernidad a la que aspiraba el conjunto del país. De igual forma, este periódico promocionó acciones concretas, como la campaña que emprendió para asociar el centenario de la Constitución de Cádiz con el de la Guerra de la Independencia a fin de que aquélla no pasara desapercibida. Y sobre todo, El País aprovechó el centenario para ensalzar el papel del pueblo bajo en el 2 de mayo, revisando, por ejemplo, varios mitos –el de Agustina de Aragón como mujer del pueblo o el de Manuela Malasaña– y hechos relevantes del periodo de la guerra –Cádiz y la independencia, las Cortes de Cádiz–. Publicó durante varios meses dos Episodios Nacionales de Galdós, considerado por los republicanos un educador y sembrador de patriotismo. Y tras el centenario, como el conjunto de la prensa republicana, apoyó la resistencia frente al olvido oficial de la tradición de celebrar esa fecha.[22]Para los republicanos era importante fomentar el desarrollo de la cultura nacional mejorando el conocimiento del pasado. Sólo de esta manera se podía contrarrestar la manipulación del patriotismo que, a juicio de aquéllos, llevaban a cabo conservadores y tradicionalistas, y contribuir así a la emancipación del pueblo. Esto se tradujo en una disputa continua sobre cómo se entendían los mitos esenciales para la configuración de la identidad nacional española. La diversidad de lecturas sobre el 2 de mayo constituyó una prueba evidente de ello y la prensa sirvió para reactivar y enriquecer el debate y la memoria colectiva sobre el particular. Como destaca Demange, para los republicanos, el 2 de mayo tenía una interpretación democratizadora clara ya que «simbolizaba la irrupción del pueblo como actor de la historia». La fecha permitía resaltar el papel tan decisivo que había supuesto aquella intervención histórica del Pueblo en un momento, la Restauración, en el que estaba excluido de la vida política; servía, asimismo, para recordarle sus hazañas y para advertir a los políticos del sistema oligárquico de que ese Pueblo continuaba existiendo, que podía renacer y acabar imponiéndose a ellos.[23]El discurso, pues, no se quedaba en una pura retórica. Daba sentido, significado, a las diferentes experiencias de politización que se vivían en el mundo republicano relacionadas con la sociabilidad, los festejos, la movilización o la difusión de referentes simbólicos, y que contribuían a nacionalizar a diversos sectores sociales, principalmente entre las clases medias urbanas y los sectores populares.[24]
La labor nacionalizadora del republicanismo se había puesto de manifiesto ya en el siglo XIX. Hay que destacar, por ejemplo, que los republicanos fueron los únicos que tras el Sexenio se esforzaron por mantener la conmemoración del 2 de mayo, festejando su significado democratizador. Si en las celebraciones republicanas del 2 de mayo durante el Sexenio habían potenciado el componente de lucha y triunfo del pueblo frente al despotismo, eliminando toda referencia religiosa, ya en la Restauración, seguirían celebrando la fecha y fomentando una lectura del mito que respaldara el proyecto de regenerar España mediante la República. A diferencia de la prensa obrera, los republicanos no consideraban que el 1 y el 2 mayo fueran fechas contrapuestas. Para ellos eran complementarias y, a pesar de la competencia que representaban las manifestaciones del 1 de mayo, renovaron su interés en celebrar la segunda fecha con la esperanza de que la movilización social abriera la puerta a importantes cambios sociales y políticos. En los primeros años noventa, los republicanos fomentaron aquella conmemoración patriótica para movilizar al pueblo en favor de una nueva lucha por la libertad, identificada con el ideal republicano.2[25]Otro ejemplo de la labor nacionalizadora desarrollada por el republicanismo finisecular procede de los republicanos exiliados en Argentina, dados el interés y el esfuerzo que mostraron por cohesionar la comunidad de españoles allí emigrados recurriendo fundamentalmente al patriotismo. Como ha estudiado Àngel Duarte, colaboraron con los gastos de la guerra en Cuba, elaboraron artículos de contenido nacionalista, apoyaron formas de regeneracionismo de tipo republicano y democrático y crearon asociaciones patrióticas que impulsaron movilizaciones en los momentos de enfrentamiento abierto con Estados Unidos. Y ya durante las primeras décadas del XX continuaron esa labor identitaria impulsando distintas iniciativas de sociabilidad (fiestas españolas, sobretodo) y la edición de publicaciones que difundieron ideas españolistas de corte regeneracionista.[26]
Al igual que ellos en el exilio, los republicanos que vivían en España tuvieron que adaptarse al surgimiento de los nacionalismos periféricos. Frente a ese reto, y al igual que aquéllos, los republicanos trataron de regular las distintas identidades, intentando hacer compatibles las identidades local, regional y nacional. Con todos los debates que ello generó, ésa fue la tónica dominante en el conjunto de España, si bien en Cataluña las reacciones fueron más variadas y sus consecuencias más drásticas. Una parte del republicanismo catalán adoptó actitudes más eclécticas en las primeras décadas del siglo a la vista de las posibilidades que ofrecía el regionalismo, y se impregnó de la visión