Mabinogion. Relatos galeses medievales. Varios autores. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9789560013521
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España: la recepción y traducción de ‘Culhwch ac Olwen’ de los Mabinogion (1350-1410)», en De Britania a Britonia. La leyenda artúrica en tierras de Iberia, ed. por Juan Miguel Zarandona, Oxford, Peter Lang, 2014, pp. 41-6, quien llama la atención, entre otras cosas, acerca de las explicaciones parentéticas de nombres de lugares y personas de las que abusa Cirlot en su traducción.

      32 Diana Luft, Peter Wynn Thomas y D. Mark Smith, eds., 2013. http://www.rhyddiaithganoloesol.caerdydd.ac.uk/cy/.

      33 The Mabinogion, trad. por Sioned Davies, Oxford, Oxford University Press, 2007. También ha sido una fuente de inspiración y aprendizaje su artículo «Translating The Mabinogion», Anglistik, 21 (2010), 59-74.

      34 Afirma este último que una traducción nueva de Mabinogion debería ofrecer: «[u]na serie de notas que explicaran la sonoridad de los nombres, los juegos de palabras, sus aliteraciones, que enfatizara y reforzara la oralidad del texto y que, al mismo tiempo, los relacionara con la tradición artúrica y con el legado cultural común europeo, donde fuera posible, [lo que] ayudaría a que la recepción de estos antiquísimos textos galeses fuera más abierta y general y su comprensión más amplia de la que han gozado hasta el momento en España» («Un texto galés en España», p. 65).

       Primera rama del mabinogi

      Pwyll, príncipe de Dyfed, era señor de las siete provincias de Dyfed35. Un día se encontraba en Arberth, una de sus cortes principales, y tuvo ganas de ir a cazar36. El lugar de su reino que eligió fue Glynn Cuch37. Partió esa noche de Arberth y llegó a Penn Llwyn Diarwya, donde durmió. Al día siguiente, al despuntar el alba, se levantó, fue a Glyn Cuch, y liberó a los perros en el bosque. Sonó el cuerno, dando inicio a la corrida de la caza, y fue detrás de los sabuesos, alejándose de sus compañeros. Mientras escuchaba el aullido de su jauría, pudo oír los ladridos de otros perros, que sonaban distinto, aproximándose a los suyos. Vio un claro de llanura en el bosque, a su jauría acercándose por un costado y a un ciervo delante de los otros sabuesos. Y hacia el centro del claro, de pronto, la jauría que estaba persiguiendo al ciervo lo alcanzó y lo derribó.

      Entonces Pwyll observó el color de los perros, sin preocuparse por mirar al ciervo. De todos los sabuesos que había visto en el mundo, ninguno tenía ese color: eran de un blanco inmaculado y resplandeciente y sus orejas eran rojas; la blancura de los perros resplandecía igual que el rojo de sus orejas38. En eso alcanzó a los animales, ahuyentó a la jauría que había matado al ciervo y alimentó a la suya con él.

      Mientras comían vio que llegaba detrás de los otros perros un jinete montado sobre un gran caballo gris moteado; tenía un cuerno alrededor del cuello y vestía prendas de caza de color gris claro39. Se acercó y le habló así:

      –Señor, yo sé quién eres tú, pero no te saludaré como corresponde40.

      –Bueno –respondió Pwyll–, quizá tu rango es tal que no te obliga.

      –Dios sabe –dijo él– que no es la dignidad de mi rango lo que me lo impide.

      –Señor –dijo por su parte Pwyll–, ¿qué otra cosa es?

      –Por Dios –contestó el jinete–, tus propios modales y tu descortesía.

      –¿Qué descortesía, señor, has visto en mí?

      –No he visto descortesía mayor en un hombre –le respondió– que ahuyentar a la jauría que había matado al ciervo y alimentar a sus propios perros con él. Eso –continuó– fue gran descortesía y, aunque no me vengue de ti, haré, por Dios, que tu injuria te cueste cien ciervos.

      –Señor –replicó Pwyll–, si te he insultado, pagaré tu amistad41.

      –¿Cómo lo harás?

      –De acuerdo con tu rango, pero no sé quién eres.

      –En la tierra de la que vengo soy un rey coronado.

      –Señor –respondió Pwyll–, buen día a ti. ¿De qué tierra vienes?

      –De Annwfn –dijo–. Soy Arawn, rey de Annwfn42.

      –Señor –contestó–, ¿de qué modo puedo ganar tu amistad?

      –Así es como puedes hacerlo –respondió él–: un hombre cuyo reino está frente al mío me hace la guerra todo el tiempo. Se trata de Hafgan, otro rey en Annwfn. Si me libras de esa opresión, y eso será fácil, ganarás mi amistad.

      –Te ayudaré de buen grado –dijo Pwyll–, pero dime de qué modo podría hacerlo.

      –Así es cómo –respondió–: haré una sólida alianza contigo y te pondré en mi lugar en Annwfn. Te daré la mujer más hermosa que jamás hayas visto para dormir contigo todas las noches, y tendrás mi propia forma y apariencia de modo que ni chambelán, ni oficial ni ninguno de mis seguidores sabrá que tú no eres yo. Y esto –continuó–, desde mañana hasta fin de año. Nos reencontraremos aquí, en este lugar.

      –Bueno –dijo Pwyll–, pero aunque esté allí hasta fin de año, ¿cómo sabré encontrar al hombre del que hablas?

      –Él y yo nos encontraremos en el vado dentro de un año a partir de esta noche –contestó–. Tú estarás bajo mi forma y le asestarás un golpe que le quitará la vida. Aunque te pida que le des otro, no debes hacerlo, por más que te lo ruegue, ya que sin importar la cantidad de veces que yo lo golpeaba, al día siguiente volvía a luchar contra mí tan bien como antes.

      –Bueno –replicó Pwyll–. Pero, ¿qué haré yo con mi reino mientras tanto?

      –Yo me aseguraré de que no haya en tu país ni hombre ni mujer que sepa que yo no eres tú. Yo tomaré tu lugar –dijo Arawn.

      –Con mucho gusto –contestó Pwyll–, y ahora, por mi parte, seguiré mi camino.

      –Tu viaje no tendrá obstáculos y nada te detendrá hasta que llegues a mi reino; yo te escoltaré.

      Arawn acompañó a Pwyll hasta que éste vislumbró la corte y la morada.

      –He aquí la corte y el reino bajo tu poder –dijo–. Dirígete hacia allí; no habrá nadie que no te reconozca. Y en tanto observes los usos de la corte, reconocerás sus costumbres.

      Hacia allí se encaminó Pwyll. En la corte vio aposentos, salas, habitaciones y edificios bellamente adornados como nunca nadie había visto. Acudió a la sala para sacarse los zapatos. Llegaron muchachos y chambelanes jóvenes para descalzarlo y todos lo saludaban al entrar43. Dos caballeros se llevaron su traje de caza y le colocaron vestidos dorados de seda brocada.

      La sala fue dispuesta. Entonces vio entrar a una banda de guerreros y seguidores que eran los más nobles y mejor equipados que había visto jamás, y junto a ellos venía la reina, la mujer más hermosa del mundo, vestida con un atavío de oro de resplandeciente seda brocada. Fueron a lavarse y luego se dirigieron a las mesas y se sentaron así: la reina de un lado y el iarll (supuso él) del otro44. La reina y él comenzaron a hablar. Mientras charlaba con ella le pareció que era la mujer más noble y cortés de disposición y conversación con la que jamás había estado. Pasaron el tiempo comiendo, bebiendo, cantando y divirtiéndose. De todas las cortes del planeta que conocía, esta era la que más rebosaba de comida y bebida, de vajillas de oro y joyas regias.

      Llegó la hora de que fueran a dormir y la reina y él así lo hicieron. Tan pronto se acostaron, él volvió su rostro hacia un lado de la cama, dándole la espalda a ella, y desde ese momento hasta la mañana no le dijo ni una palabra. Al día siguiente conversaron amigablemente y se trataron con dulzura, . Sin embargo, aunque existiera este cariño durante el día, todas las noches hasta el final del año fueron iguales a la primera45.

      Pasó el año cazando, cantando, divirtiéndose, con afecto y conversando con sus compañeros, hasta la noche del encuentro, que fue vivamente