Jesucristo, el Hacedor de Discípulos. Bill Hull. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Bill Hull
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789584410436
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mi obediencia, de los pecados que me mantienen en derrota, es que yo remuevo las barreras para mi transformación.

      2. Un discípulo aprende las palabras de Jesús.

      Somos buenos en esto. Hay maravillosas enseñanzas bíblicas disponibles para cualquiera que esté interesado. El promedio de los hogares americanos tiene cuatro ejemplares de la Biblia; los hogares evangélicos tienen más, además de radio y televisión cristianas, videos y otros recursos similares. Nuestro conocimiento está creciendo, pero es menos significativo. Los estudios sobre la conducta cristiana muestran poca diferencia entre el comportamiento de los cristianos y el de la población en general.5 Pienso que esto se debe a nuestra deficiente comprensión de lo que un maestro hace y lo que un estudiante aprende.

      Desde un principio, los maestros espirituales se han acostumbrado a hacer la pregunta incorrecta: “Cómo quiere que le enseñe?” Con este criterio y un ego frágil, los maestros y predicadores cristianos entran en el mundo religioso. El que escucha está atento a lo que el maestro dice y el maestro espera elogios de quienes lo escuchan. El logro del objetivo para el que escucha es medido por las expectativas hacia las que ha sido estimulado o cuánto placer experimenta al ser tocado emocionalmente. El maestro se siente exitoso cuando es colmado de elogios que satisfacen su necesidad de afirmación. Esto es algo bueno que causará polémica.

      Cualquier persona conectada a la realidad preferiría mucho más escuchar un mensaje estimulante y motivante que cualquier otra cosa. Es algo maravilloso para quien escucha y es bendecido, elogiar el duro trabajo del maestro. Pero todo esto pasa por alto la importancia de aprender las palabras de Jesús. La pregunta correcta que tanto el maestro como el alumno debieran hacer es, “Estoy aprendiendo?” Y aprender significa aplicar; el aprendizaje es transformación, es crear una nueva actitud y comportamiento en el interior de la persona. Jesús definió el aprendizaje de esta manera: “Mi enseñanza no es mía sino del que me envió. El que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios reconocerá si mi enseñanza proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:16-17). Aprender las palabras de Jesús es vivirlas. Veamos por ejemplo cómo definió Jesús la fe: “Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga” (Lucas 9:23).

      La fe es definida por la acción; se refleja en el comportamiento. La fe es la acción sostenida por la creencia. Debemos remover el velo de nuestros sistemas teológicos y permitir que sea Jesús quien nos enseñe. Hemos hecho del llamado a la salvación algo doctrinal, una aceptación simplemente intelectual de una serie de enseñanzas. Cuando Jesús dijo, “niégate a ti mismo y sígueme,” Él impactó nuestro sistema teológico. Sí, creo que la salvación es por la fe y es un acto de la gracia de Dios pero lo que hace evidente la salvación es el comportamiento. Cuando Jesús le hablaba a las multitudes, explicaba el significado de sus palabras a sus discípulos más tarde. Luego los ayudaba a vivirlas y creaba experiencias para que fueran probados. Aprender el poder y la verdad de las enseñanzas de Jesús es de lo que trata Jesucristo, el Hacedor de Discípulos.

      3. Un discípulo de Jesús aprende la manera en que Jesús ejerce su ministerio.

      Anteriormente mencioné las tres dimensiones de hacer lo que Jesús hizo: ejercer un ministerio de poder, perseguir hábitos de su vida para una transformación personal, y, entrenar a otros para ser discípulos de Jesús. El discipulado en el siglo XXI está basado en los mismos principios. La civilización ha hecho progresos en las comunicaciones y la ciencia, pero la base moral desde la cual cada ser opera es tal cual le fue dada a Adán y a Eva en el Edén. Jesús vivió su vida delante de sus seguidores y ellos la adoptaron; Jesús fue contagioso.

      La gente de mi raigambre teológica, evangélicos moderados, han hecho un buen trabajo de comprensión de las técnicas de entrenamiento de Jesús. Luego hay un segmento que llamaremos carismáticos, que han capturado la dimensión de poder. Y muchas iglesias influyentes, entre ellas la católica, han sido pioneras en desarrollar las disciplinas espirituales.

      Un movimiento muy excitante se está tramando, que me da mucha esperanza. Algunos lo llaman formación espiritual, otros un nuevo orden o metodismo; yo lo llamo discipulado global. Es un movimiento que combina las tres dimensiones de lo que Jesús hizo: ejercer su poder, desarrollar su carácter y usar sus técnicas de discipulado. Esto, creo, es una muestra de poder que debería preocupar al maligno. La enfermedad del Cristianismo Occidental es la necesidad patológica de dirigir y controlar nuestro entorno, pero cada vez más gente está empezando a dejar el control y seguir a Jesús y sus métodos. Alrededor del globo, hombres y mujeres están empezando a seguir a Cristo por primera vez.

      Personalmente, he renunciado a estar en control de mi propia vida; esta es mi mejor manera de negarme a mí mismo. Ahora estoy comprometido a seguir a Jesús, pidiéndole que cree un ministerio delante de mí del que yo pueda hacer parte. Aprender sus métodos como un discípulo es una nueva pero gratificante manera de vivir. Es un especial estilo de vida que debe ser elegido y que está lleno de frustración porque siempre estoy buscando tener el control.

      4. Un discípulo imita la vida y el carácter de Jesús.

      Los discípulos quisieron vivir la vida que Jesús les mostró. Ya he mencionado cómo ellos fueron atraídos a su vida de oración y poder. Ellos no se sentían, por supuesto, tan atraídos a su sufrimiento, sus largos períodos de soledad y sus confrontaciones con poderosos miembros del establecimiento. El misterioso proceso que continuó en ellos y continúa en nosotros, llamado formación espiritual, es descrito por Pablo: “Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes” (Gálatas 4:19). Cuando intencionalmente tomamos parte en las mismas disciplinas que Cristo practicó durante su vida en la tierra, el carácter de Cristo, conocido también como el fruto del Espíritu, se desarrolla gradualmente en nosotros. Estos quince a veinte hábitos sirven para transformar nuestro interior. Es posible para nosotros aceptar los pensamientos de Jesús y sus sentimientos. Aún cuando siempre habremos de contender con la carne, Dios puede cambiar nuestros deseos y su vida en nosotros puede eliminar los impulsos más oscuros.

      Piénselo de esta manera: El domingo del Super Tazón, una hora antes del juego los jugadores llegan al campo a calentar y entrenar. Pero millones de espectadores no están dispuestos a ver flexiones, levantamiento de piernas y saltos. Algunas personas pueden tener interés en cómo los atletas se preparan para la competencia, pero muchos sólo quieren ver el juego.

      Las disciplinas espirituales son para la transformación, lo que la calistenia es para el deporte. El propósito del fútbol no es la calistenia, pero los ejercicios especiales preparan a los jugadores para mejorar su competencia. Es lo mismo para quienes somos discípulos de Jesús. Esto se llama la ley de la preparación indirecta y no es opcional si planeamos crecer a la semejanza de nuestro Señor. Los jugadores se preparan de tal manera que puedan hacer lo que necesitan hacer, cuando necesiten hacerlo en la manera en que deba ser hecho. Es el último tiempo, el juego está empatado y los jugadores están pasando despacio. Ciertos jugadores llegan a la cima y hacen los grandes juegos porque tienen la habilidad, la resistencia y la disciplina mental para hacer un mejor juego que el oponente.

      Ahora, en la iglesia tenemos a muchos que no pueden hacer lo que necesita ser hecho (servir en la obra de la Gran Comisión), cuando necesite ser hecho (ahora), de la manera en que necesita ser hecho (con pasión, tocando a la gente donde ellos viven). Hemos encontrado demasiadas formas de ser cristianos sin ser semejantes a Cristo. El cambio debe empezar con los líderes de la iglesia que están deseosos de arriesgar y profundizar en lugar de intentar un nuevo programa. Recuerde, cuando llegue a discipular, que somos demasiado ligeros y programados.

      La oración no es el propósito de la vida cristiana, no lo son cualquiera de las disciplinas que Jesús nos dejó como ejemplo. Sin embargo, las disciplinas ponen en movimiento una misteriosa transformación mientras profundizamos en nuestra intimidad con Dios. La transformación, por lo tanto, es poner en movimiento el deseo de seguir a Jesús en nuestro corazón y someternos humildemente a la práctica de las disciplinas en la comunidad. Le permitimos a otros ayudarnos a mantener nuestro compromiso con Dios. Un discípulo unirá a su nuevo estilo de vida, una vida de disciplina y responsabilidad para ser transformado a la imagen de Cristo.

      Hay