La biografía intelectual, en relativa consonancia con lo formulado por Dosse, sería más bien un estudio detallado de las relaciones entre los postulados intelectuales o la trayectoria de pensamiento y la praxis intelectual. Esta praxis se refiere a medios, instituciones y sociabilidades de las esferas de lo público y lo privado; su presencia en los procesos de producción debe contribuir a explicar, amplificar e interrogar los mismos postulados intelectuales. Dicho de otra forma, el acento en la praxis ofrece un amplio margen de acción a la biografía intelectual, al tratar no solo de explicar los contenidos del pensamiento, ya que se puede decir que ellos deben explicarse y explicitarse por sí mismos, sino también al tratar de mostrar el dinamismo concreto de las mediaciones sociales, políticas y culturales, con sus diversos grados de institucionalización formal (cátedra universitaria) o informal (amistad epistolar). En estas mediaciones, los postulados o la masa crítica de pensamiento nacieron, se desarrollaron y se fijaron. Además, solo se pueden comprender estos contenidos en los medios propios, no tanto en el sentido de la estilística o retórica argumentativa como en el de los formatos en que fueron publicados o conservados inéditos (artículos, reseñas, ensayos, traducciones, lecciones magistrales, entrevistas, conferencias o emisiones radiofónicas).
Por ejemplo, Modernismo. Supuestos históricos y culturales es en sí mismo un proceso histórico cultural. Su lectura es volver a empezar a repensar, en una determinada situación, aquello que Gutiérrez Girardot escribió bajo el título de Modernismo, libro publicado en la editorial catalana Montesinos por su amigo colombiano Rafael Humberto Moreno-Durán, a quien conoció a principios de la década de 1970 y con quien sostuvo una vivaz correspondencia. Además, en este libro, ya icónico en la crítica literaria continental, Gutiérrez Girardot ofrece una especie de síntesis de sus Vorlesungen, es decir, de las lecciones magistrales que dictó, al menos, en sus últimas décadas de docencia en la Universidad de Bonn. De modo que Modernismo es el resultado de una cadena que bien se puede y se debe lograr explicar: la tarea del intelectual, profesor y apasionado amigo epistolar Rafael Gutiérrez Girardot.
Así, deseamos apenas insinuar que una obra son sus lectores, quienes también son sus editores, quienes a la vez son estudiantes universitarios del autor, quienes, además, son sus grades amigos y quienes perpetúan la vida intelectual de inusitadas maneras. La relación entre contenidos y praxis de pensamiento se hace así más viva, y casi se podría afirmar que las líneas divisorias entre biografía e intelecto se diluyen o, mejor, se explican y enriquecen mutuamente. La biografía intelectual, antes que una exaltación heroica de un modo de producción o una compulsión afirmativa de unidad entre vida y obra (con los detalles curiosos, enaltecedores o vergonzosos de cualquier vida humana), es un ejercicio que busca enlazar pensamiento y vida, forma de pensar y praxis de producción. De esto se trata, metodológicamente, la biografía intelectual.
El hábito de Rafael Gutiérrez Girardot de llevar corbatín y fumar habanos no solo significa así una manera de proyección social desde una vestimenta elegante y distintiva, ni tampoco solo un placer hedónico, sino que implica una relación de praxis y postulado intelectuales: elegancia y hedonismo fueron resaltados como atributos del pensar, en forma propositiva y programática, por el mismo Gutiérrez Girardot. Es decir, eran formas de su propia producción de pensamiento, de su manera de comprender las tareas y las funciones del pensar, afines de algún modo al dandismo, que no era solo pose, sino desafío, proyecto existencial y programa intelectual. También conviene representar a Gutiérrez Girardot anclado en la cotidianidad, con su gestualidad y vivo tono de voz, pues ello también es combustible de interpretación. Al escuchar sus grabaciones sonoras, palpamos como ejemplo vivo la significación profunda de su pensar y de su manera distintiva de argumentar. Lo aparentemente anecdótico se proyecta sobre el conjunto de su pensamiento, de modo que es una forma restituida de lo textual e, incluso, símbolo secreto del mismo cuerpo de pensamiento; la evocación de la intrincada dimensión biográfica es auxilio para comprender su pensar complejo.
Para llegar a ello, he tenido que familiarizarme con los contextos políticos e intelectuales de su trayectoria. Su primera infancia en Boyacá como hijo de un parlamentario conservador tempranamente asesinado; su militancia falangista, con sus vínculos tempranos con el Colegio del Rosario y el círculo de poetas alrededor de Rafael Maya; su beca en el colegio guadalupano en Madrid, con su asistencia a los seminarios de Xavier Zubiri y su distanciamiento crítico de Ortega y Gasset; sus estudios en la Universidad de Friburgo, con Heidegger y Hugo Friedrich; su breve beca en el Instituto Iberoamericano de Gotemburgo; su trayectoria como diplomático durante quince años en Colonia y Bonn, con su retorno traumático a Bogotá y su regreso a Alemania a mediados de la década de 1960; su profesorado como hispanista en la Universidad de Bonn; su red epistolar con españoles, alemanes y latinoamericanos, entre los que destacan Alfonso Reyes, Martin Heidegger, Hugo Friedrich y Pepe Valente, o su amistad con Eduardo Mallea, José Luis Romero, Augusto Roa Bastos o Ángel Rama; su obra compuesta de ensayos, libros, traducciones, lecciones magistrales, etc. Todo lo que compone la participación en una “multiplicidad de círculos concéntricos”, para tomar la expresión sociológica de Georg Simmel.12
Sobre la diferenciación social es un texto temprano, relativamente olvidado, de Simmel. Fue escrito en 1890, tres años antes del muy famoso y siempre estudiado La división social del trabajo, de Émile Durkheim. Los dos textos clásicos pretenden responder al problema de la especificidad del mundo burgués moderno y el nuevo sujeto capitalista que de él emerge. Durkheim presenta un cuadro relativamente transparente que delinea el mundo moderno a partir del carácter profesional del individuo y la resolución de conflictos mediante una justicia retributiva orgánica, a diferencia del mundo primitivo, donde el individuo se ve inexorablemente atado a un régimen comunitario-tribal, cuya justicia se mueve por los canales de la solidaridad mecánica. En cambio, Simmel no establece una transición tajante entre dos estadios, pues en el presente se entreveran simultáneamente rasgos valorativos del pasado. Esto hace que la “división social del trabajo” como rasgo diferenciador de lo moderno no recaiga para Simmel en la profesión y la competencia profesional, sino en una multiplicidad de círculos concéntricos que diferencian al individuo.
Esta discusión de los padres de la sociología se convierte en un obligado punto de discusión para la historia intelectual y contribuye a definir, con rasgos metodológicos más precisos, la biografía intelectual de Gutiérrez Girardot. La sociología del siglo XX le ha atribuido al intelectual una posición muy ambigua a través de pensadores como Karl Mannheim, quien, luego de una reconstrucción ejemplar de sus exponentes e instituciones desde la Edad Media hasta el mismo siglo XX, lo ha llamado “inteligencia libremente vacilante”.13 Sin embargo, todavía cabe recurrir al olvidado texto simmeliano para destacar un rasgo particular que enriquece la imagen del intelectual y que estimamos, no por capricho, adecuado para resaltar la iridiscencia de la producción intelectual del ensayista colombiano.
En el capítulo seis de Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, llamado “El cruce de los círculos sociales”, Simmel condensa su idea original de Sobre la diferenciación social. Allí parte del presupuesto de que la diferencia entre el individuo de pensamiento cultivado y el lego se marca por la posibilidad de que el primero amplíe y diversifique sus círculos sociales de contacto, mientras que el segundo queda contraído, en general, a asociaciones y representaciones más homogéneas y simples. Las asociaciones de origen, como la familia, se van ampliando y diversificando por los contactos, los estudios, las oportunidades, y surgen así “nuevos círculos de contacto, que se cruzan en los más diversos ángulos con los antiguos, relativamente más naturales y constituidos con base en relaciones más materiales”.14
Esta primaria implicación sociológica, con la que Simmel apunta a procesos de mayor heterogeneidad y complejidad, conlleva un aumento de la libertad, de la posibilidad de elección del grupo al que se desea estar sujeto. El más notable ejemplo de una “superconstrucción de círculos” por fuera del condicionamiento “orgánico inmediato” lo proporciona “la república de los sabios”: “unión