Meditar cada día te ayudará no sólo a desmontar los pensamientos negativos sino a ir creando espacio entre ellos. Para que lo entiendas mejor, una mente llena de pensamientos negativos es algo así como un cielo nublado. A medida que avanzamos en la meditación, ese cielo se va despejando y van apareciendo claros que dejan ver un fondo azul y sereno. (Amalia Panea, “Cómo alejar los pensamientos negativos de tu mente”. Elle, 13/10/2019.)
Amalia Panea empieza afirmando que meditar cada día ayudará a espaciar los pensamientos negativos. Las consideraciones que vienen a continuación no buscan persuadir al lector de que efectivamente la meditación tiene esos efectos, sino hacer que entienda el mecanismo que hace que sea así.
Podemos resumir la comparación entre explicar y justificar con un cuadro:
Propósito intrínseco | Propósito extrínseco | |
Explicar | Dar razones explicativas | Hacer comprender |
Justificar | Dar razones justificativas | Persuadir |
Con cierta frecuencia se usa “argumentar” por justificar, y se opone entonces argumentar a explicar. En esta segunda acepción, argumentar es presen tar algo a alguien como una razón justificativa para otra cosa. Este uso es común, por ejemplo, en los libros de lógica. Salvo que se indique expresamente lo contrario, en lo que sigue usaremos “argumentar” en esta acepción más restringida.
Cómo distinguir argumentos y explicaciones
Argumentar y explicar son actos comunicativos que difieren por sus propósitos intrínsecos y extrínsecos. La diferencia entre argumentar y explicar es por tanto pragmática. En general, sólo tiene sentido intentar convencer a alguien de algo si no lo cree o duda de ello, y sólo tiene sentido explicar algo a alguien si ya lo cree. Esta diferencia proporciona un criterio para distinguir entre argumentos y explicaciones.
Durante la vida de Spinoza, [su libro] la Ética circuló entre sus amigos, bajo la divisa que imprimía en lacre en todas sus cartas: caute [con cautela]. Muchos han visto, en ese lema de prudencia, en este ocultamiento, en este uso de la máscara, un elemento marrano. (D. Tatián, Spinoza. Una introducción, p. 41. Editorial Quadrata-Biblioteca Nacional, 2009.)
Tatián afirma, sin dar ninguna prueba, que durante la vida de Spinoza su Ética circuló entre sus amigos bajo la divisa caute. Lo presenta como un dato no cuestionado, como un hecho. Algunos explicarían —dice— el comportamiento de Spinoza por su condición de marrano. Esto es, que Spinoza se comportaba como un marrano es una respuesta a la pregunta “¿Por qué circulaba la Ética de Spinoza entre sus amigos con la divisa caute?”. Adviértase que esa pregunta presupone que efectivamente era así, por lo que quien la formula no está pidiendo que se le dé alguna prueba de que circulaba con esa advertencia. En definitiva, quien pregunta “¿Por qué circulaba la Ética de Spinoza entre sus amigos con la divisa caute?” está pidiendo una explicación y no una justificación de ese hecho.
No sé por qué extraña razón todos los jurados son tan parecidos: elijan aleatoriamente a doce hombres y mujeres buenos en mitad de la calle y todos parecerán personas anónimas de mediana edad, por lo general un poco pasmadas… En fin, un jurado corriente, compuesto por gente corriente, juzgando un caso de lo más corriente. Puede que ser jurado, al fin y al cabo, se haya acabado convirtiendo en una profesión pensada para personas a las que cabría calificar de corrientes. (John Mortimer, Los casos de Horace Rumpole, abogado, p. 35. Madrid: Impedimenta, 2017.)
Rumpole declara no saber la razón por la que todos los jurados son tan parecidos, con lo que da a entender que sabe que todos los jurados son muy parecidos. La razón que desconoce no puede ser entonces una razón justificativa, sino una razón explicativa. Los dos puntos pueden usarse para marcar una razón para la afirmación que les precede. Teniendo en cuenta lo que acaba de decir, no puede ser sino una razón justificativa. Así, Rumpole presenta el hecho de que, si se eligen aleatoriamente a doce hombres y mujeres buenos en mitad de la calle, todos parecerán personas anónimas de mediana edad, como una razón que confirma que todos los jurados son muy parecidos. Finalmente, Rumpole aventura una posible explicación de esa regularidad: ser jurado se ha convertido en una profesión para personas corrientes.
Las frases de las formas “P por tanto Q” y “P por consiguiente Q” se usan únicamente para dar una razón justificativa, y por ende para expresar un argumento. Por el contrario, las frases de la forma “Q porque P” sirven tanto para expresar una explicación (P explica Q) como una justificación (P es una razón justificativa para Q). Pedro Ramos Villegas (2017) propone cuatro criterios para distinguir unos casos y otros. Esos criterios han de entenderse como indicios generalmente fiables, no como condiciones necesarias y suficientes:
1 En una explicación, P y Q típicamente enuncian hechos o sucesos singulares y reales del mundo, lo que no siempre sucede en las justificaciones.
2 En una justificación, P o Q pueden enunciar hechos o sucesos sólo posibles, o probables en grado diverso, lo que no suele suceder en las explicaciones.
3 En una justificación, P o Q pueden pretender enunciar relaciones entre hechos o sucesos posibles del mundo, lo que no suele suceder en las explicaciones.
4 En una justificación, P o Q pueden pretender enunciar cuestiones normativas o sobre el deber ser, no sobre los hechos reales o el ser, lo que no suele pasar en las explicaciones.
Los enunciados sobre cuestiones de hecho reales son típicos de las explicaciones y de algunas justificaciones. Eso se debe a que en una explicación, explanans y explanandum suelen enunciarse como hechos ciertos. En cambio, los enunciados sobre cuestiones de hecho posibles, o probables, sobre relaciones entre cuestiones de hecho posibles y sobre cuestiones normativas son típicos de las justificaciones (pero eso no significa que no puedan figurar también en explicaciones). Eso se debe a que las justificaciones no siempre versan sobre cuestiones de hecho reales y a que en ocasiones sus premisas puedan pretender poseer un grado de certeza mayor que sus conclusiones.
Perspectivas en el estudio de la argumentación
La argumentación se puede abordar desde distintas perspectivas, lo que convierte a la teoría de la argumentación en un campo interdisciplinar de estudios. La argumentación puede verse, entre otras cosas:
Como una función del lenguaje que estudiaría la lingüística.
Como un proceso cuyo estudio corresponde a la retórica.
Como un procedimiento cuyo estudio compete a la dialéctica.
Como un producto cuyo estudio corresponde a la lógica.
Como una institución social estudiada desde una perspectiva socioinstitucional.
El enfoque lingüístico de la argumentación trata de describir la función argumentativa del lenguaje. Usamos el lenguaje con una multiplicidad de propósitos, a veces simultáneamente, y eso permite distinguir diferentes funciones del lenguaje. Parece claro que argumentar es una de las funciones del lenguaje. La lingüística trataría de analizar las características propias de esa función y su relación con las demás funciones del lenguaje. Así, podría decirse que el lingüista intenta, entre otras cosas, dar criterios que permitan distinguir los argumentos de los no argumentos. Por ello, buena parte del trabajo de los lingüistas sobre la argumentación se ha centrado en el estudio de los conectores y operadores argumentativos: partículas y locuciones como por tanto, pero, además, sólo, etc., que estructuran argumentativamente el discurso.
A diferencia de la perspectiva lingüística, las perspectivas dialéctica, lógica y retórica son normativas en tanto que distinguen, empleando criterios distintos, entre buenos y malos argumentos. Los criterios usados en cada caso pueden ponerse en correspondencia con los propósitos y fines de la argumentación. La perspectiva lógica atiende a los propósitos intrínsecos de argumentar, por lo que un buen argumento desde un punto de vista lógico presenta una buena razón para su conclusión. La perspectiva retórica tiene