En buena lógica
se terminó de editar en noviembre de 2020 en en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657. Guadalajara, Jalisco
Índice
5. Estructuras metaargumentativas
6. Maneras de evaluar una argumentación
7. La evaluación lógica: garantías y esquemas
Prefacio
Este libro es, en primer lugar, el resultado de mi experiencia como docente de las asignaturas Conceptos y técnicas para el análisis de argumentos, que vengo impartiendo en el Máster Interuniversitario en Lógica y Filosofía de la Ciencia desde el año 2007, y Lógica y argumentación, que imparto desde 2010 en el grado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. El mejor modo de saber si realmente has entendido algo es tratar de explicárselo a alguien, de manera que este libro debe mucho a la curiosidad y las exigencias de los estudiantes de esas asignaturas.
Desde 2005, y tras una primera etapa como lógico formal, me dedico a la teoría de la argumentación. Esta puede definirse como el estudio de las prácticas argumentativas. Tradicionalmente se distinguen una perspectiva lógica, centrada en los argumentos; una perspectiva retórica, centrada en los procesos argumentativos; y una perspectiva dialéctica, que atiende a los procedimientos argumentativos. Dada esta división, yo diría que mi enfoque de la argumentación es predominantemente lógico, y que por tanto me dedico a la teoría de los argumentos.
La teoría de los argumentos tiene dos partes principales: la analítica y la crítica. En el análisis de argumentos, me distingo por los siguientes rasgos:
1 Mi definición de argumentar: argumentar es presentar algo a alguien como una razón para otra cosa.
2 La importancia dada a los conectores y operadores argumentativos en el análisis de los argumentos y de las estructuras argumentativas.
3 La adopción de una versión modificada del modelo de Toulmin para describir la estructura de los argumentos.
4 La atención prestada a la metaargumentación y a la ponderación de argumentos.
En cuanto a la crítica, me caracterizo por identificar la evaluación lógica con la contraargumentación, una actividad que forma parte de las propias prácticas argumentativas. Por consiguiente, no aspiro a descubrir o prescribir estándares para la evaluación de argumentos, sino a describir de manera sistemática los estándares implícitos en nuestras prácticas argumentativas. El examen de esas prácticas me ha llevado a adoptar un concepto comparativo, no cualitativo, de argumento convincente basado en la noción de fuerza de un argumento. Expresado como un eslogan: no hay buenos y malos argumentos, sino argumentos mejores y peores. Esto me opone a la tradición lógica, formal e informal, y me alinea con planteamientos retóricos y dialécticos.
Si tuviera que dar un nombre a mi enfoque, diría que es una dialéctica argumental. Hay dos concepciones básicas de la dialéctica. La dialéctica puede referirse al arte de la controversia o del debate, con confrontación de opiniones y de argumentadores. La dialéctica así entendida se centra en las reglas y procedimientos convencionales que rigen esas confrontaciones. Es lo que he llamado “dialéctica argumentativa”. Pero la dialéctica también puede referirse al estudio de las oposiciones entre argumentos. Esta concepción presupone un concepto comparativo de argumento convincente, y puede definirse como el estudio de la fuerza de los argumentos. El propósito de esta “dialéctica argumental” es descubrir en nuestras prácticas los estándares y criterios usados para comparar y evaluar la fuerza de los argumentos. Confío, en todo caso, en que la lectura de las páginas que siguen permitirá al lector formarse una idea cabal de mis preferencias teóricas.
Las conversaciones con mis colegas han sido un estímulo permanente a lo largo de estos años. Por lo que hace a este libro, me han influido especialmente, en orden alfabético, Lilian Bermejo-Luque, Cristina Corredor, Joaquín Galindo, José Gascón, Fernando Leal, Andrei Moldovan, Paula Olmos, Cristian Santibáñez y Luis Vega. Mi agradecimiento a todos ellos. Evidentemente a Paula le debo muchas más cosas.
Este libro se publica en la Universidad de Guadalajara gracias a los buenos oficios de Fernando Leal, de cuya atenta lectura y acertadas sugerencias se ha beneficiado enormemente. Espero que su publicación en México sea un paso más en la consolidación de una incipiente comunidad hispanoahablante de teóricos de la argumentación, lo mismo que la recién nacida Sociedad Iberoamericana de Argumentación (https: //sibarg.org).
Finalmente, quiero dejar constancia de que esta investigación ha sido financiada por Feder/Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, Agencia Estatal de Investigación, dentro del proyecto Prácticas argumentativas y pragmática de las razones (Parg_Praz), número de referencia PGC2018-095941-B-I00.
Madrid, 2 de noviembre de 2019
1. Nociones generales
Argumentar, razonar, implicar
Argumentar, en su acepción más general, es presentar algo a alguien como una razón para otra cosa. A veces se restringe esta definición mencionando un propósito determinado. Entre los propósitos que suelen mencionarse como propios de la argumentación están persuadir a alguien de esa otra cosa, lograr que asienta a ella o justificarla. Por eso podemos encontrarnos con definiciones como las siguientes:
Argumentar es tratar de persuadir a alguien de algo por medio de razones.
Argumentar es intentar por medio de razones que alguien asienta a algo.
Argumentar es tratar de justificar ante alguien una pretensión de validez por medio de razones.
Sea como fuere, argumentar involucra una relación cuaternaria que involucra un argumentador, un destinatario, una razón prima facie (es decir, algo que se presenta como una razón, y en consecuencia aparece como tal), y una tesis.