1. Conscientes de las emociones. En respuesta no solo a las sensaciones y percepciones, sino también a las intenciones y compromisos racionales, los seres humanos disponen de sistemas de valoración emocional (reacciones y respuestas iniciales) y pueden ser conscientes de sus emociones. Las emociones son un pasaje entre las sensaciones y el pensamiento consciente, e influyen en ambos. Aunque una persona no suela ser responsable inicialmente de los primeros movimientos emocionales (como la alegría de ver a un amigo, la ira por estar herido o la tristeza por la pérdida de un ser querido), sí puede desarrollar disposiciones emocionales duraderas o formas de regular las emociones. Por una parte, las emociones pueden impedir el libre ejercicio de la razón o de la voluntad, y las disposiciones emocionales pueden ser perjudiciales e incluso patológicas. Abordar las emociones perjudiciales y patológicas es una parte importante de la psicoterapia. Por otra parte, las emociones pueden ser útiles e incluso indicadores necesarios de los bienes personales, y ayudas importantes para comprender el mundo y actuar moralmente. Por ejemplo, la pena puede ayudar a que uno se arrepienta, el miedo puede hacer que uno esté atento al peligro, y así sucesivamente. Además, las emociones pueden ordenarse de acuerdo con la razón y las vocaciones, y con la realización de la persona y de las otras personas.
2. Las emociones son inherentemente buenas. Las capacidades emocionales son inherentemente buenas. Sin embargo, las emociones particulares pueden fortalecer o dañar a una persona, ayudarla a realizarse o llevarla a languidecer. En términos morales, en función de la forma en que se relacionan con el amor, la razón, la elección, la verdad y la realización de uno mismo y de los demás, las emociones pueden convertirse en buenas o malas. Son una capacidad humana básica que abre un camino para comprender a otras personas, al mundo y a uno mismo. Hay dos tipos de emociones. En primer lugar, hay juicios sensoriales-perceptivos, prerracionales o reacciones automáticas (primeros movimientos). Estas emociones no son buenas ni malas. En segundo lugar, se encuentran las emociones atribuibles a los efectos de las elecciones racionales (estímulos volitivos), las interacciones sociales y las condiciones espirituales, o las reacciones a otras emociones (segundos movimientos). Estas emociones (a nivel de acción y disposición) pueden convertirse en buenas o malas, es decir, pueden llevar a la realización o a languidecer según las elecciones. Hay diferentes efectos sensoriales-perceptivos-cognitivos (a diferencia de la voluntad), incluyendo emociones o sensaciones, estados de ánimo, sentimientos y temperamentos. Están enraizados en la experiencia biopsicosocial y espiritual de la persona.
3. Las emociones influyen en las capacidades intelectuales y espirituales. Las emociones influyen en las capacidades intelectuales y espirituales, ya sea de forma positiva o negativa; por ejemplo, influyen positivamente cuando la ira justificada ayuda a actuar con justicia, o negativamente cuando una fuerte reacción de ira ante una injusticia ciega a una persona a la hora de llevar a cabo sus obligaciones racionales y caritativas, y le impide ver a la persona que cometió la injusticia y las condiciones que pueden haber hecho que esta no sea totalmente voluntaria.
4. Las capacidades intelectuales y espirituales influyen en las emociones. Las emociones están influenciadas por los juicios intelectuales y los compromisos espirituales. Las emociones se crean o perfeccionan, por ejemplo, cuando una decisión razonable de corregir un error da lugar a una ira justificada, que motiva a la persona para que esté atenta a la injusticia, a enfrentar la oposición con valentía y a perseverar hasta el final (Mc 7:11).
5. Influencia social en las emociones. Las emociones tienen un contexto interpersonal y cultural. Las emociones son influenciadas por otras personas y grupos, tanto en el momento presente como en la experiencia temprana. Por ejemplo, la vida emocional de una persona queda influenciada por las experiencias entre los cónyuges, padres, familia, amigos, colegas de profesión, entornos políticos y comunidades religiosas; y por supuesto en nuestro modelo también por la gracia divina. Además, un individuo no solo depende del equilibrio emocional procedente de sus redes sociales, sino también de ayudar a otros a regular sus compromisos y elecciones. Esta vía de doble sentido que regula las emociones requiere que los individuos y los grupos intenten comprender la emoción y emplearla para el bien de ellos mismos y de los demás.
6. Virtudes basadas en la emoción. Una persona puede desarrollar disposiciones habituales (virtudes) que la ayuden a regular sus emociones en la búsqueda del bien. Se distinguen de las demás virtudes, es decir, de las que se basan en la cognición (razón práctica) y la voluntad (esperanza, caridad y justicia). Las virtudes basadas principalmente en la emoción tienen como objetivo integrar a la persona utilizando la razón, la voluntad y los compromisos interpersonales. El reconocimiento de la plasticidad de las emociones, de su capacidad de involucrar a decisiones habituales y de estar influenciadas por la razón y la voluntad subyace a la convicción de que las capacidades emocionales pueden transformarse en virtudes morales. Las características de la emoción hacen destacar la importancia de las virtudes basadas en la emoción (por ejemplo, como actos, disposiciones para actuar, razones para actuar, así como en la dimensión trascendente de los actos). Las virtudes basadas en las emociones incluyen el coraje, la paciencia, la ira justa, la perseverancia, la esperanza y el autocontrol. Los vicios basados en la emoción incluyen la cobardía, la impaciencia, la ira destructiva, la indiferencia, la desesperación y la indulgencia (Jn 2:15 y 11:35).
7. Importancia de las emociones en la acción moral. La emoción es necesaria pero no suficiente para la acción moral. Las emociones bien reguladas, junto con las contribuciones de la razón, la volición y otras personas, son necesarias para una acción moral virtuosa. Las emociones hacen que uno sea consciente de los bienes, valores y objetivos importantes. Motivan a la persona a tomar elecciones morales y realizarlas. Contribuyen al desarrollo y a la curación, conectando las capacidades básicas esenciales y vinculándonos interiormente. Constituyen una parte de la realización diaria y un anticipo de la beatitud divina. Las emociones bien ordenadas sirven, además, como contraste y correctivo de la tendencia a vicios como el orgullo, la codicia, el adulterio, la presunción, el miedo o la impaciencia. Las emociones desordenadas juegan diferentes papeles en la acción inmoral o en el bloqueo de los actos morales: ciegan o distorsionan la visión de la verdad, de lo que es bueno, por ejemplo, a través de sesgos egoístas y racionalizaciones; hacen más difícil concentrarse en el fin y cumplimiento de la acción moral virtuosa, y tienden a distraer a una persona de sus objetivos morales y espirituales, los cuales forman la llamada a la bondad, a los compromisos de vida y al trabajo.
8. Unidad, pero bajo distinción de afecto (emoción y voluntad). El afecto humano se entiende en la tradición filosófica como algo que involucra tanto al afecto emocional como al afecto volitivo. El afecto sensorial (emoción) es el tipo de atracción mediada por la experiencia sensorial-perceptiva, por ejemplo, cuando sentimos la esperanza de alcanzar un bien lejano y difícil, como encontrar comida en medio de una hambruna. El afecto intelectual (voluntad o volición) es un tipo de atracción mediada por la razón, por ejemplo, cuando elegimos un buen medio para conseguir un buen fin propuesto por la razón, como podría ser una solución verdaderamente buena y satisfactoria un conflicto familiar. Como capacidades sensoriales e intelectuales, respectivamente, la emoción y la voluntad expresan diferentes dimensiones del afecto, por ejemplo, la distinción entre el amor (como emoción) y la caridad (como voluntad). (Esta distinción se examina con más profundidad en la premisa XI, sobre la persona como volitiva y libre).
9. Emoción religiosa o espiritual. Existe un tipo especial de emoción dentro de la emoción espiritual. Dado que las virtudes teológicas, como la caridad, están enraizadas en la persona íntegra, la emoción religiosa se desprende de la vida trascendente de la gracia. El don de la gracia de Dios informa y perfecciona la naturaleza, y en este caso informa de la naturaleza de las emociones. El ser humano se siente confiado, animado y apegado cuando se encuentra