La influencia en la educación
Daniel Goleman, autor del célebre libro Inteligencia emocional2, nos dice que la autoconciencia es el primer componente de la inteligencia emocional, algo que reconoce la más antigua sabiduría, pues ya el lema fundamental del oráculo de Delfos era Nosce te ipsum: conócete a ti mismo.
Los unos defienden una idea, los otros la contraria, y aunque no hacer nada es una forma de hacer minúscula, casi insoportable, seguimos dando tumbos en una tensión que otorga identidad al vínculo. Un vínculo envuelto en odio y rechazo por la autoridad y los responsables políticos.
No es lo que necesitamos para el futuro, ni de broma. Necesitamos profesores, padres y alumnos, con coraje para hacernos más conscientes, y expresión a raudales para cambiar el enfoque educativo y las acciones a realizar. No basta con aprender cosas, hay que aprender a vivir, aprender a hacer.
Competencias clave como resiliencia, curiosidad, autoestima, intuición, entre otras, están al otro lado de la polaridad que marca la diferencia entre seres más valientes y conscientes o personas que marcan fronteras.
El arte de la autoconciencia reside en cultivarlo, en ser un buscador curioso de aquello que todavía no conocemos. Difícilmente puedes entender a los demás si no tienes autoconsciencia afirmaba Jean-Pierre Changeux, neurobiólogo del Institut Pasteur, en una entrevista en el diario La Vanguardia3. Es necesario tiempo para uno mismo, para compartir con mentes abiertas y valientes.
Tenemos, pues, que creer primero, para crear después los indicadores emocionales de madurez que nos permitan ver la grandeza del ser humano, que comienza conociendo sus limitaciones y también sus mapas de éxito.
No nos quedemos con una visión simplista: ¿Qué más podemos hacer?
Detener, reflexionar y actuar juntos con una mejor y completa visión del mundo. Crear espacios sostenidos día a día, palabra a palabra y pensamiento a pensamiento, en el que sentirnos reconocidos desde una identidad más sana y sin enfrentamientos. Dejemos que los profesores, juntos, seamos los verdaderos influencers de nuestra consciencia y conocimiento.
Es tiempo de educar sin palos e insultos, tiempo de crear la figura de un líder del sentido común en cada uno de nosotros, y ni que decir en futuras generaciones. Nos la estamos jugando. Proponemos jugar, entrenar y usar el verbo liderar sin tener que hacer uso del rango o status de una persona concreta, sino de acciones con visión compartida. Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia, sostiene el aforismo enunciado por Derek Bok, presidente de la Universidad de Harvard.
Pros y contras de uno mismo
Para ser un buen líder hace falta ser consciente de los pros y los contras, y un conocimiento profundo de uno mismo. Para saber porqué y para qué estamos asumiendo el rol de líderes, necesitamos crear un espacio para ser y hacer, trabajando el propio comportamiento y por tanto, el de nuestro entorno.
Hay demasiadas personas que, sin tener ilusión por la vida, siguen dejándose existir por sí mismas por una cansina mezcla de inercia, comodidad y miedo. Y es que en el camino de ser diferentes, creativos y genuinos, a veces nos salen los miedos imaginarios para igualarnos a la masa y así no distinguirnos.
A favor: conocernos mejor, poder razonar en profundidad, nos permite resolver problemas y tomar decisiones debido a que podemos pensar en nuestro propio pensamiento, potenciando nuestras emociones y sentimientos, para así controlar nuestra conducta.
Nos hemos dejado arrebatar por mercantilistas de lo religioso, de lo ideológico, lo económico, lo político y vende-humos de la new age. La práctica de la consciencia, con o sin ayuda, la historia y la filosofía, nos permiten y permitirán recuperar nuestros atributos positivos para evitar la zozobra del miedo, la ignorancia, la corrupción y la codicia.
Así pues, necesitamos más escuelas dispuestas a trabajar de verdad seres conscientes, responsables y autónomos y menos coaches con mensajes macro que sólo aportan una versión epidérmica del ser humano. ¡Vaya panorama!
A favor, está el hecho de formar a nuevos líderes que conozcan y expresen cómo nos afectan, los sentimientos y emociones, al rendimiento laboral, al lado personal, no siendo demasiado críticos, ni excesivamente optimistas en nuestro diálogo interno, sino sinceros con nosotros mismos y con los demás.
El objetivo es dominar las voces interiores, los egos inflamados que tanto daño hacen a la autoestima. Necesitamos un viaje experiencial a la idea de la búsqueda interior, de lo que somos en conciencia y estamos hechos fisiológicamente.
En contra: ¿hemos dicho, o escuchado alguna vez, por la boca muere el pez? Hay una anécdota de la historia rusa, de más de 200 años, que retrata el aprendizaje de esta pregunta. Un Zar ruso condenó por rebelión a uno de sus líderes. Una vez abierta la compuerta de la horca, la soga falló y el líder revolucionario gritó dolorido ya ven, en Rusia ni las sogas se hacen bien. El mensajero que estaba allí llevó la frustrante noticia al palacio mientras el Zar estaba firmando decepcionado el indulto. Una vez llegó el mensaje, el Zar preguntó ¿Dijo algo el revolucionario? Sí, dijo en Rusia ni las sogas se hacen bien. Acto seguido el Zar rompe el indulto y al día siguiente es ejecutado.
Nuestras palabras, o nos liberan o condenan. Cuidado con los sarcasmos. Hay que ser cuidadosos con nuestras palabras. Cuidado con lo que decimos o expresamos. Esas palabras llevan una emoción contaminada, que lleva a que las palabras no se deshagan.
¿Qué palabras e imágenes permanecen en tu memoria? ¿Te ayudan a evolucionar o involucionar?
Nos quejamos de los demás, sin embargo no solemos tener en cuenta lo mucho que nos maltratamos a nosotros mismos, o lo que es lo mismo, lo poco que nos queremos o conocemos. Sería bueno que pudiéramos llegar a un acuerdo con nosotros mismos, con nuestras voces más negativas para acallar esas voces internas que no favorecen nuestra autoestima ni la autoconsciencia.
¿Qué genera miedo? El castigo. Si no, fijémonos en cualquier situación cotidiana con las fake news, donde la manipulación está a la orden del día. Es triste cuando la gente primero cree desde la inocencia e ignorancia y después se preocupa por situaciones falsas, y no por lo que pasa en su cabeza o entorno de forma real.
Darse cuenta de las propias limitaciones
Nos cuesta discernir. Definitivamente.
La experiencia y el poder de las malas prácticas dificultan la autoconsciencia. Contrariamente a la creencia popular, muchos estudios han demostrado que las personas no siempre aprendemos de la experiencia, que esta no ayuda a erradicar la información falsa, y que vernos a nosotros mismos como altamente experimentados puede impedirnos hacer nuestra tarea, buscar evidencias que rechacen nuestra teoría, e impedirnos cuestionar nuestras suposiciones. Y así como la experiencia puede llevar a una falsa sensación de confianza sobre nuestro desempeño, también puede hacernos confiar demasiado en nuestro nivel de autoconocimiento.
Y lo curioso es que verbalizamos con mucha facilidad que somos autoconscientes aunque la realidad, los indicadores, la productividad y una sociedad silenciosa, dicen lo contrario.
Demasiada fantasía mal entendida y autoengaño. Hemos creado en los últimos años, culturalmente y especialmente a través del cine, una etiqueta de líder o liderazgo, que solo debió quedarse en las pantallas o en la imaginación de la infancia.
Creemos que estamos sobreestimando habilidades y destrezas en nuestros gobernantes y políticos. Así nos pasa, al primero que pase con el rasgo de don de palabra ya le cedemos el rol. ¡No!, hagamos el esfuerzo por ser y hacerlo nosotros también.
Pero como decía el bueno de Bacon, que viene asomando de nuevo, enhebrando