También puedes decir "no". Carmen Pastor. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carmen Pastor
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788415132202
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de la dinámica social. Las relaciones humanas serían muy diferentes si dejáramos de creer completamente en esta idea. El problema aparece cuando esta se sobrevalora, cuando se cree con extrema rigidez y se actúa en consecuencia. Desear caer bien a los demás, especialmente a las personas significativas o relevantes, está muy bien y es saludable, pero la necesidad de gustar por encima de todo condiciona enormemente nuestra vida y crea malestar psicológico, malas relaciones sociales e ineficacia comportamental.

      Las ideas se aprenden como las conductas: en contacto con el ambiente en el que nos criamos. En realidad, lo que pensamos y la forma en que actuamos se aprende simultáneamente, en conjunción y sinergia. Cuando aprendemos, por ejemplo, a no ser directos expresando nuestras emociones o a no expresarlas, al mismo tiempo estamos aprendiendo que ser claro y honesto con lo que sentimos es inadecuado, porque podríamos molestar a nuestro interlocutor y ello constituiría un comportamiento éticamente reprobable. Y así también se aprende la emoción. La expectativa de ofender o molestar al otro crearía en nosotros una especie de culpabilidad anticipada que se eliminaría al no expresar lo que sentimos.

      En otras palabras, pensar, actuar y sentir se aprenden siempre al unísono, y a lo largo de los años de adoctrinamiento y entrenamiento en una determinada filosofía social llegamos a ser predominantemente pasivos, agresivos o asertivos.

      Una vez interiorizadas estas creencias o valores, pasan a tener la categoría de inmutables. En este contexto, esto significa que las aceptamos como totalmente veraces e incuestionables. Y es muy raro, por no decir imposible, que alguna vez nos paremos a analizarlas. Son como las reglas del juego del comportamiento social, tener un mapa claro de lo que se puede hacer y de lo que no se puede hacer, y determinan nuestro comportamiento incluso cuando este va claramente en contra de nuestros intereses. Por ejemplo, una de las ideas que Antonio comparte es que los hombres deben tener cuidado al expresar sentimientos positivos, especialmente a otros hombres, porque esto le haría parecer débil o incluso afeminado. En estos momentos, su amigo Félix esta pasando por una mala racha. A Antonio el corazón le pide abrazar a su amigo, decirle cuánto lo siente y ofrecerle todo su apoyo; sin embargo, no lo hace y se limita a decirle un tímido «todo se arreglará» y a darle unas palmaditas en la espalda.

      El aprendizaje instantáneo

      Aunque nuestro yo social, como hemos visto, es el resultado de un proceso largo y sostenido en el tiempo, a veces se puede aprender instantáneamente. Beatriz, de 15 años de edad, era una joven que afrontaba su vida social con desparpajo y soltura. Hace unos meses tuvo que presentar un trabajo en clase. No tenía experiencia formal hablando en público, pero tampoco le preocupaba demasiado. Sin embargo, ese día algo extraño sucedió. En cuanto notó la mirada de todos sus compañeros y su profesor centrada en ella y esperando oír sus palabras, la ansiedad se disparó en su interior. Su corazón latía deprisa, tenía calor, notaba sensaciones en el estómago y la boca se le secó de tal manera que apenas podía hablar. Aún peor estaba su mente, como bloqueada, incapaz de recordar el discurso que había preparado. Su presentación acabó siendo una lectura titubeante de las diapositivas que tenía preparadas. Se sintió enormemente avergonzada y culpable, y aún fue a peor en los siguientes días. Desde ese momento, Beatriz ha cambiado. Aunque ninguno de sus compañeros pareció darle demasiada importancia, a ella le afecta día a día, especialmente a la hora de hablar. Si es una conversación de tú a tú, la maneja bien, pero incluso en pequeño grupo le cuesta mucho hablar. Cuando piensa en decir algo, una ansiedad muy parecida a la que sintió el día del desastre se adueña de ella y solo la puede parar si desiste en su deseo de hablar. Beatriz ha sido víctima del aprendizaje instantáneo.

      Si en una situación que originalmente era neutra o que incluso provocaba emociones agradables, sufrimos un importante acceso de ansiedad, puede ocurrir que unamos la situación a ese malestar y que a partir de ese momento, al sumergirnos en esa situación, aparezca la ansiedad de forma automática. Este fenómeno de aprendizaje instantáneo es muy potente, porque tiene un fuerte valor de supervivencia. Cuando, en la prehistoria, un enorme felino de dientes de sable atacaba a un cazador en un bosque, en un solo ensayo aprendía que ese bosque era zona de peligro y en consecuencia aprendía a evitarlo para salvaguardar su vida.

      Esta forma rápida e instantánea de aprender es la causa original de muchas fobias: miedo a volar, miedo a conducir o miedo a perros. Y también puede ser la causa de determinados miedos en el mundo social.

      Capítulo 3: DERECHO A SER UNO MISMO

      Para poder desarrollar un estilo asertivo de relación social, primero nos lo tenemos que permitir. Es decir, tenemos que cambiar nuestra forma de pensar para con las relaciones sociales. Mucha gente que no es asertiva, no lo es porque el comportamiento asertivo les parece egoísta, brusco, poco educado o incluso amenazador. En otros casos, se interpreta la conducta asertiva como débil, titubeante, indirecta o incluso cobarde.

      Así pues, como requisito ineludible al entrenamiento en estrategias conductuales para llegar a ser asertivo, conviene empezar a pensar asertivamente.

      3.1 Los derechos asertivos

      Un clásico de la literatura sobre asertividad es el concepto de derechos asertivos. Solo por ser personas y vivir en sociedad, tenemos una serie de derechos que la gente no asertiva no ha llegado a conocer o ha olvidado. En realidad, lo que en el contexto de la asertividad y las habilidades sociales se ha descrito como derechos asertivos, son creencias saludables que legitiman la ética del comportamiento asertivo. He aquí las que nosotros consideramos más importantes.

      1. La única persona que está realmente cualificada para juzgar tu comportamiento, tu forma de pensar y tus sentimientos eres tú mismo.

      Los demás pueden opinar, pero el único que tiene poder para juzgarse es uno mismo.

      En realidad, es mucho más fácil. La mayoría de las veces en que creemos que los demás piensan algo negativo de nosotros, no lo están haciendo. Pero en el caso de que sucediera, ¿por qué la opinión de los demás debería ser más válida que la nuestra? Esta filosofía es la que llamamos «sano egoísmo». Significa que en aquellas ocasiones en que tus opiniones, deseos, preferencias o decisiones difieran de las de los demás, deberías tender a elegir la tuya. Obviamente, estamos hablando de temas opinables, no de asuntos que dependan de conocimientos o de ciencia. Por ejemplo, no tendría sentido elegir tu propia opinión sobre un tema de nutrición frente a la opinión de un experto.

      La lógica que subyace a este precepto es aplastante. En todo lo que tenga que ver contigo, tú eres el experto más cualificado. Así pues, tu opinión debería ser la más creíble para ti.

      Por el contrario, si condicionas tu vida a la opinión de los demás, estás traicionándote a ti mismo y renunciando a ser quien eres. Y además, de entre todas las opiniones, ¿a cuál vas a hacer caso?, ¿cuál sería la más creíble?, ¿ a quién deberías seguir?

      Ángela disfruta mucho saliendo de compras y prefiere salir sola, porque cuando la acompaña una amiga, suele acabar comprando lo que su amiga le aconseja, aunque a ella no le guste tanto. Luego se siente mal consigo misma pensando que no tiene personalidad ni criterio y que no sabe elegir. En realidad, esto no es así. Ángela sabe perfectamente lo que le gusta, el problema es que cuando su amiga da su opinión, acaba concediéndole más peso a esta que a la suya propia.

      2. Por encima de los roles sociales, estás tú

      Muchas veces, actuamos basándonos en normas, obligaciones o reglas sobre comportamiento social aceptadas solo por tradición. Creemos que según el tipo de relación formal que mantengamos con otras personas, nuestro comportamiento estará en consonancia. Se espera que actuemos de una determinada forma por el hecho de ser pareja de alguien, hijo o hermano de alguien o amigo de alguien. Y hasta ahí, vamos bien, porque, efectivamente, cada tipo de relación conlleva un determinado grado de intimidad. El problema viene cuando se sobrevaloran esos roles y se les da una validez superior al comportamiento de la otra persona. En otras palabras, ser pareja, hijo, hermano o amigo de alguien