Caso Bombas. Tania Tamayo Grez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tania Tamayo Grez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789560013255
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que no es tan terrible? No estás llorando como la otra vez” (refiriéndose a un allanamiento del 11 de diciembre de 2009).5 “Es que no tiraron gas como la otra vez”, le respondió el joven. Ante esto, el policía sacó un spray con el que le arrojó gas pimienta en la cara.

      En la calle, Guerra clamaría a los medios: “La asociación ilícita está solo en la mente del fiscal Peña”.

      Luego de las detenciones de los catorce sospechosos, en donde varios de ellos reconocieron a los mismos funcionarios que los habían seguido por largo tiempo, Guerra, Hermosilla, Riveros y Pérez fueron llevados a la BIPE. En un momento fueron dejados inexplicablemente solos en medio de la calle cuando, yendo a constatar lesiones, los efectivos de la PDI se dieron cuenta de que se les había quedado “algo” en el edificio de la Institución y se devolvieron a buscarlo, sin reparar en una posible fuga de los recién detenidos.

      Mientras tanto, Morales, Caballero, Aguilera, Urzúa y Candelaria Cortés-Monroy eran llevados a la 33ª Comisaría, que albergaba a decenas de periodistas en sus pasillos interiores, incluso cerca del baño de mujeres, tratando de obtener alguna imagen para el noticiario vespertino. Rodolfo Retamales era el único que se encontraba descalzo al interior de una celda.

      A las dos de la tarde, los arrestados en esa jornada ya se encontraban en Tribunales para el control de detención. El aire estaba enrarecido, los gendarmes afirmaban fuerte sus escudos. La jueza Lidia Uribe, del Décimo Juzgado de Garantía de Santiago, permitió la entrada a todos los medios de prensa, pero solo a un pariente por cada inculpado, lo que generó varios incidentes en las afueras. A los familiares que estaban en la sala les extrañó que la magistrada no escuchara a la Defensa y sí aceptara otorgar Ampliación de la detención hasta el martes 17, solicitada por la Fiscalía porque necesitaba revisar más antecedentes. Tampoco entendieron que no escuchara la queja de Felipe Guerra, quien decía haber sido maltratado por los detectives, mientras trataba de contener la sangre que emanaba de su frente y nariz.

      “Quiero brindar un reconocimiento a las policías y al fiscal Peña, y a todo el Ministerio Público (…). Es por esto que este Gobierno, en el contexto de su compromiso por darle a los chilenos la oportunidad de vivir en una sociedad donde la libertad puede ser ejercida, porque la libertad, sin seguridad, no es libertad”, sostuvo ese día el ministro Hinzpeter desde La Moneda. El idilio entre Palacio y la Regional Sur, especialmente con el fiscal Peña, venía desde hace meses, pero ahora estaba en su apogeo.

      Los ribetes mediáticos que alcanzaría el caso eran insospechados. Tres días después de la detención, el martes 17, nuevamente los canales de televisión con sus móviles estaban apostados afuera de los Juzgados para seguir todos los detalles de la Audiencia de Formalización. Los medios hicieron despachos en directo varias veces al día, mientras más de 100 efectivos de Carabineros se desparramaron custodiando el sector de Tribunales hasta la estación de metro Rondizzoni. Una jornada maratónica en donde se mostraron fotos del cuerpo descuartizado de Mauricio Morales, el anarquista que había muerto trasladando una bomba cerca de Avenida Matta.6 También se exhibieron organigramas de la supuesta Asociación Ilícita, con las fotos de quienes la Fiscalía acusaba como sus cabecillas: Pablo Morales y Rodolfo Retamales; y un sinfín de imágenes registradas de los seguimientos.

      Se expusieron diecisiete videos y decenas de audios de las escuchas telefónicas. Algunas que podían generar sospechas y otras tan comunes que hicieron que los inculpados se miraran y rieran. Algunos no habían dormido nada, pero al escuchar las grabaciones que los involucraban, con frases como: “Anda a comprarle la comida al gato” (que fue interpretada por los fiscales como un mensaje oculto), o la de un joven en estado de ebriedad alertando a Rodolfo Retamales que había un “paco de civil” en uno de los carretes, despertaban de su aletargamiento para volver a reír sarcásticamente.

      La sala estaba repleta. Los fotógrafos trataban de capturar cualquier movimiento de los detenidos. El Fiscal Regional se movía con convicción, gesticulando. Hablaba paradójicamente de una organización anarquista… pero al mismo tiempo jerárquica y democrática, “poco convencional”. Más risas entre los sospechosos. No pertenecían a los grupos con los que Peña estaba acostumbrado a tratar. No había en el estrado delincuentes comunes, organizaciones criminales o traficantes. La mayoría, aunque con atuendos informales, eran profesionales o estudiantes universitarios a punto de egresar.

      Esta vez sus argumentos eran escuchados con astucia por parte de quienes demostraban un nivel cultural más alto, y que cuando fueron consultados si entendían los cargos por los cuales se les estaba formalizando, dijeron –irónicamente– no entender: “¿Qué parte no entendió?”. “No entiendo lo que es asociación ilícita, no entiendo lo que es liderazgo, no entiendo nada de lo que dice”, aseguró uno. “No entiendo nada, desde que abrí mis ojos el sábado a las siete de la mañana y tenía una pistola en la cabeza”, afirmó otro.

      Finalmente, a eso de las dos de la madrugada terminó la agotadora jornada. El juez Roberto Guzmán dejó libres a Diego Morales, Cristián Cancino, Candelaria Cortés-Monroy, Iván Goldenberg, Camilo Pérez y Carlos Riveros. En prisión preventiva quedaron Pablo Morales, Rodolfo Retamales, Omar Hermosilla, Vinicio Aguilera, Felipe Guerra, Francisco Solar, Mónica Caballero y Andrea Urzúa. También mantuvo su reclusión Gustavo Fuentes Aliaga, “el Grillo”, que se encontraba detenido desde 2008 por el intento de homicidio de Candelaria Cortés-Monroy (el “Grillo” fue el formalizado número quince por el delito de Asociación Ilícita, pues cuando fue arrestado confesó –en extrañas circunstancias– haber participado en cuatro bombazos, junto a su novia y Francisco Solar).

      Eran las tres de la mañana y a la Fiscalía de San Miguel volvían, junto a Peña, los persecutores: Marcos Emilfork y Francisco Rojas; la abogada Daniela Palma y el periodista Leandro Fontealba; la secretaria del Fiscal Regional, Solange Murillo, junto a Manuel Espinoza, teniente de Carabineros (r), quien encabeza la Subunidad de Apoyo Criminalístico. Allá estaban Pablo Sabaj y Patricio Vergara, ambos fiscales de Puente Alto.

      Aunque se habló reiteradas veces de celebrar, el ambiente era contradictorio: la operación había sido un éxito mediático y la Fiscalía Sur había alcanzado una popularidad inusitada, pero seis sospechosos habían salido libres y eso molestaba profundamente al Fiscal Regional. Lo decía: le irritaba que después del gran operativo del día sábado no estuvieran los catorce en sus calabozos. Además, le incomodaba particularmente que Candelaria Cortés-Monroy, una de las inculpadas, no estuviera detenida. “¿Y cómo no la iban a dejar libre?” –elucubraba– si era una “niñita bien”. Hija del arquitecto Marcial Cortés-Monroy, casado con Alexandra Edwards –ésta hija, a su vez, del fotógrafo Roberto Edwards y sobrina de Agustín Edwards–. Candelaria venía de la “elite”, pero era tan antisistémica como varios de los detenidos.

      Sin embargo, había algo que irritaba especialmente a la Fiscalía: a Candelaria la defendía “el guatón” Soto. Miguel Soto Piñeiro, abogado de vasta experiencia, académico de la Universidad de Chile que había sido llamado incluso “profesor” por alguno de los jueces en la jornada. El “guatón” era un enemigo a vencer para Peña y su equipo. Una fuente que estuvo esa noche recuerda: “Soto era un impedimento: comenzamos a entender que había buenos abogados y que no iba a ser tan fácil. Eso era lo que más conversamos. Por eso digo que no había mucho que celebrar, la verdad es que estábamos medio quemados”.

      También le molestaba el estatus de la familia de Rodolfo Retamales y su madre, la ex Subsecretaria de Agricultura. “Acuérdate de mí, estos tienen poder, capacito que lo saquen al hueón”, advirtió Peña, nuevamente poniendo énfasis en el origen social de los inculpados.

      La otra cara de la moneda estaba dada por el tribunal que vería la causa. El “Undécimo de Garantía” no dejaba de ser un espacio donde se jugaba de local. Peña sabía que ahí los parámetros de los jueces no eran muy estrictos. Pese a que en medio de la conversación se adelantaban detalles de las apelaciones para los casos del músico Carlos Riveros y el profesor de básica Camilo Pérez,7 que tenían “picado” a Peña por la libertad obtenida, “esa noche también se conversaba acerca de las anécdotas de la audiencia, como los insultos que le habían propinado desde el público a la abogada Daniela Palma.