Hispanotropía y el efecto Von Bismarck. José María Moya. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José María Moya
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788409304929
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Gramática castellana de Nebrija no es solo la primera gramática española, es la primera gramática de cualquier lengua romance, y modelo para todas ellas; además, desde su presentación, se resaltó su importancia para la comunicación entre los distintos pueblos del nuevo imperio; las obras de Baltasar Gracián, sobre todo su Oráculo manual y arte de prudencia, están entre las grandes contribuciones al arte del buen gobierno; además de las obras de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Fernando de Rojas, que son textos literarios de naturaleza universal, también lo son las obras del Inca Garcilaso de la Vega y sor Juana Inés de la Cruz, por ejemplo; en la pictórica, están las de Velázquez, de Goya y de El Greco, entre otros, que también son parte del acervo cultural de la humanidad; los principales cálculos matemáticos y astronómicos para el calendario gregoriano los hizo un equipo de la Universidad de Salamanca encabezado por fray Luis de León; el calendario que usa el mundo es, pues, también un producto del Imperio español.

      Es muy difícil sintetizar con justicia las experiencias de una relación tan intensa y con duración tan extensa. Seguramente, habrá múltiples ejemplos que podrían desmentir lo aseverado en este escrito; así mismo, habrá otros tantos que podrían respaldarlo. Se requiere de nuevos encuentros transoceánicos, pero, esta vez, solo armados de paciencia, conciencia, benevolencia y sapiencia para dejar atrás la leyenda y escribir juntos nuestra historia.

Milton Cohen-Henríquez SassoHa sido diputado a la Asamblea Nacional de Panamá, ministro de Gobierno (Interior y Justicia) y embajador ante el Reino de España, entre otros muchos cargos. En diferentes momentos, ha sido consultor o asesor del presidente de la República, del presidente de la Asamblea Nacional y de la presidente de la Corte Suprema de Justicia de Panamá. Ha dirigido revistas, periódicos informativos de radio y de televisión. Ha dirigido y ha asesorado campañas electorales y ha sido profesor en escuela secundaria y en universidades en Panamá y en España. Ha publicado varios ensayos y una novela.

      2.2.

      JAVIER SANTAMARTA

      ¿Por qué existe en una buena parte de la población española la idea de que «España es un país fallido, oscuro, con una historia de genocidio y de inquisidores»? Sorprendentemente, los efectos de la llamada leyenda negra sigan perviviendo, especialmente dentro de España. Y son devastadores.

      El objetivo del Proyecto 1785, fascinante y a contracorriente desde sus inicios, es el de promover nuestra autoestima como españoles. Para ello, hay que empezar a trabajar sobre la base histórica. Y, por eso, queremos demostrar la verdad contraria: la historia de España es una historia de éxito. ¿Que tiene momentos oscuros, terribles, crueles? ¡Nadie lo niega! La historia no es algo que pueda entenderse desde una perspectiva maniquea. Pero vamos a poner el foco en los éxitos, que, por razones e intereses espurios, siempre han quedado relegados y marginados.

      Para ello, hemos invitado a dos personajes de la historia de España a que den una charla peripatética por los jardines de los frailes del centro del orbe de la monarquía hispánica: el Palacio Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. A donde ha llegado espectralmente un rey de España que no pudo mandar sus tropas contra sus enemigos porque, como él mismo dijo: «Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles». Y el bueno de don Amadeo de Saboya se nos tuvo que volver a Turín, desde cuyo eterno reposo ha vuelto para comentar sobre su amada España.

      Hoy es un día tranquilo en el Real Sitio, y como siempre, en la Sala de Batallas, el emperador Carlos anda riñendo a su hijo Felipe por un quítame allá un saco de Amberes, lo que importuna siempre al Prudente, que le acaba echando en cara el suyo en Roma. El tercero y el cuarto Felipe andan como es su costumbre de jarana con los Borbón, Luis, y el alcalde de Madrid, Carlos III, por las celdas de los novicios del monasterio. Su hijo, el cuarto Carlos, no para de pelearse con su nieto Fernando VII, que no hace más que intentar darle esquinazo por el coro de la basílica. Alfonso XII anda siempre por la biblioteca haciendo caso omiso a las llamadas de su madre Isabel, a la que su nieto el XIII no hace más que invitar para ver unas pelis subidas de tono. Y entre todo este follón, las reinas no dejan de probarles vestidos de todas las épocas a Francisco de Asís, que está encantado de la muerte.

      Y Carlos II, último de los Habsburgo, espera en la puerta oeste de la lonja a ver si ve a su colega, el rey Amadeo I, que tan poco tiempo reinara en España, que le había avisado de su visita, y parece que se retrasa, aunque… sí, sí… ¡Aquí llega! La sonrisa se dibuja en los finos labios del monarca madrileño esperando el abrazo que el afable saboyano ya muestra con ese encanto que solo saben desplegar los italianos.

      —¡Mi querido primo!

      —Carissimo Carolo, ¿cómo vas?

      —¡Bah, nada nuevo! Aquí, viendo pasar el tiempo…

      —Vamos, vamos, ¡ya me gustaría a mí haber podido estar aquí enterrado con todos vosotros! ¡Que esto es gloria pura! —contesta zalamero siempre el turinés.

      —¿Te hace una jícara de chocolate calentito en el refectorio de los Agustinos? —invitó el Austria—. Ya sé que no nos hace falta bocado, pero si como reyes vivos pudimos hacer lo que quisimos, ¡no sé por qué no lo vamos a hacer ahora muertos!

      Rio Amadeo mientras cogía por el bracete a su predecesor en el trono mientras encaminaban sus almas hacia los picatostes que el hermano Tarsicio hacía tan buenos, y que nunca se explicaba por qué siempre le faltaban más de los que freía.

      —En cualquier caso, caro Carlo, poco pude hacer yo en esta España con tan buenos mimbres, pero con tan mala leche a veces.

¡Qué historia la deEspaña! No creo quese encuentren muchascosas parecidas entrelas naciones.

      —¡Dímelo a mí, Amadeo! Que con todas las reformas que hice y las que dejé preparadas para los nuevos, al final he acabado pasando a la historia como «hechizado», y más loco que el Felipe que me sucedió, ¡que ese sí que acabó como unas maracas de las Indias! Menos mal que está en La Granja y no tenemos que ver sus extravagancias.

      —¡Ah, estos franceses…! —Aunque al final no fue tan a favor de Francia como su potente abuelo Luis XIV había imaginado o tramado.

      —Es este país, Amadeo, que al final no sé qué tiene, pero se te mete en el tuétano. Mira mi tatarabuelo y tocayo. Que más flamenco no podía ser, y acabó trayendo la cerveza, que era lo único que echaba en falta. Tanta lata con el sacro imperio de marras y ya ves. ¡Retirado en Yuste que acabó y dedicándose a sus relojes como un jubilado de esos germanos que vienen a tostarse a las Baleares!

      —Desde luego —reflexionó Amadeo dando buena cuenta de un picatoste bien empapado del espeso chocolate—, ¡qué historia la de España! No creo que se encuentren muchas cosas parecidas entre las naciones.

      —Pues mira, primo, yo creo que por más que se empeñaran en lamentar lo que fuimos a finales del XIX, entiendo que les doliera España, como dijo ese Unamuno que por aquí estuvo, por cierto, que San Lorenzo de El Escorial siempre ha atraído a gente con el seso bien puesto. Pero era un lamento porque, ¡con lo que fuimos…! Una pena. Lástima ese siglo que nos llevó a tantas guerras entre hermanos, y a que perdiéramos esas otras Españas que cada una le daba una cadencia especial a la forma de hablar castellana, haciendo del español una lengua universal.

      »Si me preguntaran, bien podría decir que nuestro paso por la Tierra fue una historia de éxito más que de fracasos. ¡Que también los hubo, no seamos lilas! Que no es nuestra la palabra chovinismo, aunque sí hemos hecho del orgullo una seña de identidad. Y quién sabe si por haberlo tenido tan herido, al final parece que nosotros mismos no supiéramos reconocer lo que otras naciones luego incluso se apropiaron.

      —Me imagino que hablas de nuestro adversario más persistente: el inglés.

      —¡Sin duda! No parece sino que todo lo descubrieran ellos, nominaran ellos, y hasta dado la primera vuelta al mundo. Que así lo creen otorgando el timbre de gloria que le corresponde a Juan Sebastián de Elcano a un pirata como el tal Francis Drake. Y tras el saqueo de Manila, bien que se aprovecharon