Congreso Internacional Comunicación, ciudad y espacio público. Ángeles Margarita Maqueira Yamasaki. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ángeles Margarita Maqueira Yamasaki
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789972455568
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de la gobernanza desarrolladas a fines del siglo xx y principios del siglo xxi, se han logrado visibilizar una serie de actores (mayormente sociales) que se distinguen como la primera línea de afectados en estas problemáticas y, por ende, son los que condensan la mayor sabiduría, nos encontramos con un nuevo marco sobre el cual ponderar el valor del sustrato natural como soporte de la estructura urbana.

      También hay un punto interesante a destacar, nuestra naturaleza hoy es la ciudad, somos naturales a lo urbano y, por consiguiente, vivimos un nuevo paradigma llamado urban landscape9 o paisaje urbano, el cual se distingue y reconoce a nivel mundial y en él hay una relación arrastrada del proceso de suburbanización analizado anteriormente. Es a principios del siglo xxi que las clases altas comenzaron en a retornar a los centros urbanos, cansadas de la saturación de los suburbios y sobre todo de las infraestructuras que, inevitablemente, al no reconocer los procesos naturales de la ciudad y su sustrato natural, fallan en su planificación a mediano plazo. Esto se ve enfatizado por la ineficacia de los Estados para ver y acompañar el crecimiento suburbano, dejando a manos del mercado la activación de los suburbios y solo garantizando las infraestructuras troncales, una visión retrógrada del neoliberalismo subdesarrollado que gobernó, mayoritariamente, a los países de Latinoamérica en los años de 1990. Así mismo, al inicio de la década del 2000 y con el cambio de signo, en muchos de estos países, hacia paradigmas de corte más keynesiano10, fomentando los mercados internos y el desarrollo de la industria, el suburbio volvió a tener el signo de las clases trabajadoras, terminando de conformar por un lado el desarrollo de guetos11 de clase alta (por ejemplo, Nordelta, en el Partido de Tigre, Área Metropolitana de Buenos Aires) o bien el retorno de dichas clases a las estructuras exclusivas de las centralidades (como Puerto Madero) o incluso los barrios tradicionales de ese nivel socioeconómico.

      Este retorno tiene un residuo cultural, el paisaje. En su paso por el suburbio, las clases altas ponderaron la creación de un paisaje antropizado12 que hoy intentan reimplantar en los centros urbanos. Es importante destacar que si bien tiene ribetes positivos esta lógica es solamente una relectura superficial del problema, montada sobre la mutación natural de las ciudades que al apoyar procesos de valoración cultural no configura una mirada estructural sobre el problema.

      Son muy pocos los casos de miradas sistémicas y equilibradas, en estos más de doscientos años de historia de nuestras ciudades, siempre la mirada cortoplacista, atada a procesos políticos inestables, superó la posibilidad de pensar la ciudad como un sistema asociado a un sitio.

       2. MARCO CONTEXTUAL

      Por su parte, la ecosofía mental se verá obligada a reinventar la relación del sujeto con el cuerpo, el fantasma, la finitud del tiempo, los “misteriosˮ de la vida y de la muerte. Se verá obligada a buscar antídotos a la uniformización “mass-mediática” y telemática, al conformismo de las modas, a las manipulaciones de la opinión por la publicidad, los sondeos, etc. Su forma de actuar se aproximará más a la del artista que a la de los profesionales “psy”, siempre obsesionados por un ideal caduco de cientificidad.

      Guattari, 1990, p. 18

      Avanzamos hacia un nuevo imaginario en donde la naturaleza (actual y natural) es el aglutinador de un nuevo urbanismo integrador. Como vimos, históricamente existe una disociación constante entre el pensamiento proyectual de los procesos urbanos, la aplicación de estos por parte de los Estados o desarrolladores y —por último y fundamental— la reinterpretación del espacio urbano generado, por parte de los usuarios.

      La ciudad es una estructura (o infraestructura, hablando en términos técnicos) superpuesta a un sustrato (preexistente en la topografía y el ambiente) que reemplaza otra matriz, la matriz natural —a ese sustrato—. A partir de allí absorbe, de manera parasitaria13, las alteraciones políticas, económicas, culturales y sociales que la van densificando, expandiendo y transformando, manteniendo mayormente indeleble su estructura, que sólo es perturbada por acciones o reacciones del propio sustrato original o por consecuencias advertidas por su ambiente o las secuelas que se hallan producido sobre el mismo (que en oportunidades suceden como catástrofe). Podemos, por ende, establecer que la estructura de las ciudades nunca (o pocas veces) se altera, la ciudad resiste, solo hasta que la naturaleza (situación previa a la ciudad) lo decide. Esta paradoja nos manifiesta el aporte concreto que hacen las ciudades al cambio climático y, por consiguiente, una consecuente y cíclica modificación del ambiente, en tal caso, en cada etapa de crecimiento urbano existe una nueva —y ya no previa— situación “natural” del ambiente antropizado. Los efectos y consecuencias de este proceso cíclico de cambio (que podríamos asumir como mutación) constante del soporte natural radican en una agudización de los procesos naturales al sitio, por ejemplo, si se modifican los caudales de lluvia y consecuentemente se modifican los canales de irrigación originales, el riesgo de inundaciones ya es incontrolable, pero siempre se dará por las mismas cotas que estaba previsto.

      Guattari (1990) plantea que “[e]l planeta Tierra vive un período de intensas transformaciones tecno-científicas como contrapartida de las cuales se han generado fenómenos de desequilibrio ecológico que amenazan, a corto plazo, si no se le pone remedio, la implantación de la vida sobre la superficieˮ (p. 7), al definir el marco de crecimiento actual que requiere un reequilibrio de las matrices y un ajuste en las metodologías de acción que se aplican a las estructuras urbanas vigentes.

      Una serie de preguntas surgen entonces: ¿podemos seguir operando con las mismas premisas?; ¿son efectivos los procesos tecnocientíficos vigentes?; ¿podemos ponderar la eficiencia urbana si las estructuras existentes fomentan el desequilibrio?; ¿podemos pensar soluciones análogas en ciudades con distinta complejidad y soporte topográfico?

       3. METODOLOGÍA Y DEFINICIONES

      El sujeto no es evidente; no basta pensar para ser, como lo proclamaba Descartes, puesto que muchas otras formas de existir se instauran fuera de la conciencia, mientras que cuando el pensamiento se empeña obstinadamente en aprehender a sí mismo, se pone a girar como una peonza loca, sin captar ninguno de los territorios reales de la existencia, los cuales, por su parte, derivan los unos en relación con los otros, como placas tectónicas bajo la superficie de los continentes. Más bien que de sujeto, quizá convendría hablar de componentes de subjetivación, cada uno de los cuales trabaja por su propia cuenta. Lo que conduciría necesariamente a reexaminar la relación entre el individuo y la subjetividad, y, en primer lugar, a separar claramente los conceptos. Estos vectores de subjetivación no pasan necesariamente por el individuo; en realidad, éste está en posición de “terminalˮ respecto a procesos que implican grupos humanos, conjuntos socioeconómicos, máquinas informáticas, etc. Así, la interioridad se instaura en el cruce de múltiples componentes relativamente autónomos los unos en relación con los otros y, llegado el caso, francamente discordantes.

      Guattari, 1990, p. 21

      Esta investigación propone repensar las metodologías vigentes, desmitificando el valor de lo obvio14 y ponderando la representación como un modelo de subjetivación sobre los soportes que definen la eficiencia urbana de las ciudades latinoamericanas. Para eso se establece un proceso de reinterpretación y mapeo de la topografía y naturaleza del sitio, la trama urbana, el tejido social, la estructura económica, el legado histórico y la matriz política vigente de cada ciudad para luego yuxtaponerlos y establecer procesos objetivos y subjetivos que nos permitan generar interpretaciones equilibradas.

      El concepto de “mapeoˮ, definido por la Real Academia Española como “Acción y efecto de mapear (representar las partes de un todo)” y, por ende, “mapear” como “1. Localizar y representar gráficamente la distribución relativa de las partes de un todo; como los genes en los cromosomas. 2. Hacer mapas. 3. Trasladar a un mapa sistemas o estructuras conceptuales”, nos permite reconocer el territorio de una forma plástica, establecer procesos. Este mapeo de datos incluye el desarrollo de planimetrías que ilustran diversos indicadores como: densidad (hab./ha, usos del suelo, ocupación del terreno, etc.); topografía, cuencas, esteros, humedales, etc.; viario (importante para verificar